lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 11

La sesión privada con los Vigilantes tenía lugar después de la comida del tercer día. Apenas había pensado en ello a causa de la petición de Lesa. Después de que le prometiera que yo sería el que le diera una muerte digna, se había movido por los puestos cerca de mí. De vez en cuando le explicaba alguna cosa, ya que quería que, al menos, hiciera algo en el campo de batalla, defenderse y sobrevivir si no quería que un Profesional acabara con ella.

Por la noche, después de la cena y en mi habitación del Centro de Entrenamiento, Mags me preguntó sobre cómo me había ido en el entrenamiento de ese día pero, sobre todo, quería saber todo detalle de lo que había podido ver de mis rivales. Le conté las capacidades que tenían los Profesionales, las armas que utilizaban y cómo las movían. Incluso le enseñé el modo en que las cogían, usando un bolígrafo que había en una de las mesitas de noche e imitando los pasos que habían hecho. Le expliqué que, los únicos que se había mostrado tal y como son, fueron los Tributos masculinos del Distrito 1 y del Distrito 2.

-Por tanto, el Tributo masculino del Distrito 2 solo es preocupante si lo tienes cara a cara- Había intuido Mags. –Bien, no te acerques mucho a él y no será un problema, querido. Sin embargo, ese chico del 1, será un gran oponente y un reto difícil- No se sorprendió al oír lo que era capaz de manejar ese Tributo, pero noté que su preocupación aumentó bastante a pesar de que intentó no mostrarme nada de eso. Desde que la conozco y estoy aquí, sé que Mags ha creído en mí pero ¿su opinión estaba cambiando ahora que sabía lo que me deparaba la Arena?

Mags había tenido el detalle de pedir a un Avox que nos trajera un cuenco con azucarillos. Me había comido casi la mitad cuando le conté lo de Lesa. Al principio dudé un poco en hacérselo saber, ya que no era parte de lo que debía de hacer en el entrenamiento, pero contarle todo lo que había sucedido es lo que le debía por haber incumplido sus simples indícaciones.

-He conocido a la Tributo femenina del Distrito 10, Lesa-

-¿Has buscado una alianza?- Mags se mostraba curiosa.

-No, le he dicho que no quería nada de eso-. Me meto otro azucarillo y dejo que se funda lentamente.

-¿Porqué no, querido? Tener aliados puede ser una gran ayuda. Podéis idear planes y estrategias juntos para acabar con los rivales más poderosos y siempre he dicho que dos es mejor que uno- Ella me imita y también coge un azucarillo. -Aunque la cosa se complica si los únicos que quedáis vivos sois vosotros, porque es posible que tu aliado, el que ha estado contigo y sabe como trabajas, se convierta en tu peor enemigo-.

-Dudo que con Lesa suceda eso. Me ha pedido que sea yo quién le mate, porque no ve ninguna posibilidad de ganar estos Juegos-

-Entonces es una ventaja doble, Finnick- Mags se había movido de tal forma, que parecía que se iba a caer del sillón. -Te ayudará a deshacerte de algunos Tributos y, si es cierto eso de que quiere que le mates, será una gran oportunidad para poner un paso más hacia el triunfo-

Nunca se ha sabido más de los Juegos en los que Mags participó, solo que ella fue la vencedora gracias a sus altas capacidades para crear anzuelos, algo de lo que he sido testigo. Me cuesta creer que Mags solo ganase por eso, que no utilizase ninguna arma. ¿Habría hecho, en su momento, alguna alianza para ganarlos? Lo que más temía de una alianza es aproximarme tanto a una persona, que sería casi incapaz luego de hacerle daño. ¿A ella le había pasado eso o no tuvo ningún problema en deshacerse luego de sus aliados? Quiero pensar que, si hizo alguna alianza, sus compañeros murieron por otras circunstancias. Los Vigilantes están muy presentes allí y no se quedan sin matar en ningunos Juegos.

-¿Debería entonces decirle de crear una alianza?-

-Lo creo, sí-

Pasé toda la noche pensando en eso. Lesa había mostrado que era capaz de ser una buena jugadora si se lo proponía, porque captaba todo lo que le iba diciendo en los puestos con gran rapidez y los plasmaba casi con exactitud. Mags había dicho algo que podría ser verdad, ¿y si me estaba engañando para acercarse a mí y luego, rematarme cuando tuviera la oportunidad? No veía a esa chica de esa forma, pero tenía que arriesgarme. Mags tenía razón, una alianza puede ser algo positivo y me daría más tranquilidad saber que tengo a alguien de mi lado.

El Capitolio había amanecido con una bruma espesa blanca, algo extraña y dispersa que caminaba entre los edificios más altos de la ciudad y que escondía un poco más la luz natural del sol. Esa mañana no había entrenamiento debido a la sesión privada con los Vigilantes, por lo que aproveché ese tiempo para hablar con Mags, decirle lo que tenía pensado hacer y pedirle su opinión.

        -No voy a añadir nada a tu esquema. Me parece una buena opción, algo que los tenga en vilo en todo momento. No podrías hacer mejor cosa, querido-.

       -¿Y Kelly? ¿No debería de hablar contigo también?- Los Tributos teníamos la obligación de decirles a nuestros mentores aquello que vamos a hacer. Eso les ayuda a buscar nuevos Patrocinadores, porque conocen más acerca de nosotros y pueden describírselo.

    -Ella me lo dejó claro cuando habló conmigo en un principio. No me puedo meter en esos asuntos si ella lo desea. Sabe tan bien como nosotros que no va a conseguir Patrocinadores revelando sus tácticas, esperará hasta que los Vigilantes descubran su puntuación a los habitantes del Capitolio. Eso es lo que le hará ganar más seguidores-

      -Me gustaría saber algo sobre ella. Que tenga ese misterio no me gusta en absoluto-

      -Tarde o temprano lo sabrás. No te preocupes-

      Maximian nos llamó, a Kelly y a mí, temprano por la tarde para llevarnos hasta el comedor, antes de que la sesión privada comenzase. Allí tuvimos que comer hasta quedar satisfechos, aunque solo me atiborré a panecillos dulces.

-Prueba otras cosas, Finnick- Insistió Maximian. Pero no cogí otra cosa distinta.

Nada más terminar de comer, Maximian nos condujo hasta el ascensor. Nos acompañaría de nuevo hasta la entrada de la sala de entrenamiento, tal y como hizo el primer día que tuvimos que asistir. Todos los Tributos teníamos que esperar nuestro turno en el comedor de la sala de Entrenamiento, el cual iba distrito a distrito y empezando primero por el Tributo masculino para seguir luego con la femenina.

  En poco tiempo estábamos ya todos reunidos allí. Lesa estaba al lado de su compañero de Distrito, hablando entre ellos. Quería ir hasta allí y hacerle la proposición de formar una alianza, pero hacerlo llamaría mucho la atención, haría que los Profesionales se enterasen de uno de mis planes y no perderían el tiempo en terminar pronto con esa alianza. Mantenerla en secreto es lo mejor que podía hacer ahora mismo.

Lyla entró en el comedor y empezó a señalar al primero de nosotros en entrar. No pasaron más de diez minutos cuando su compañera fue la siguiente. Había ese espacio de tiempo entre tributo y tributo, así que pronto, la chica del Distrito 3 era llamada. Me senté durante unos momentos en una de las sillas, había empezado a ponerme algo nervioso y no quería que nadie lo notara.

-Tu turno- Lyla me señalaba a mí.

Me levanté lo más tranquilo que pude. En lo único que pensaba era que, una vez que mi tiempo se agotase, mi futuro en los Juegos podría mejorar o estropearse totalmente. Mi única opción era causarles buena impresión, dejarlos con la boca abierta e impedirles que se olviden de mí.

          -Finnick-

       Me giré justo antes de pasar por la puerta, al escuchar la voz de esa chica que reconocía. Lesa me estaba mirando, al igual que su compañero de Distrito.

          -Suerte- Asentí con una tímida sonrisa, agradecido, y seguí a Lyla. 

        La sala de entrenamiento parecía otra sin nadie caminando por allí, estaba vacía salvo por las armas, los obstáculos y los Vigilantes, que seguían en el mismo lugar en el que habían estado durante estos tres días. Todos me miraban atentamente, algunos con copas llenas de ponche y, entonces, pensé que estaban esperando este momento, ver de nuevo algo de ese Finnick que amenazó con una lanza al tributo del Distrito 1.

-Finnick Odair, tributo del Distrito 4- Presentarse es algo que se debía de hacer, aunque supieras quién eres. Es mostrarles algo de respeto y recordarles que ellos tienen el poder.

Me giro sobre mí mismo y empiezo a observar todos los soportes metálicos. Hago un esbozo dentro de mi cabeza de todo lo que haré primero y como terminaré. Planear esto último había sido fácil. Si dejo para el final las lanzas, ellos estarán pendientes de mí todo el tiempo, porque eso es lo que ellos quieren ver. Es posible que ellos tengan el poder sobre nosotros en los Juegos, pero aquí soy yo el que lo tiene y les muestro lo que yo quiera.

Me acerco a la zona de las espadas y dagas y escojo un puñal de hoja fina y puntiaguda, bastante cortante, y con el escudo del Capitolio incrustado en el metal del mango por algunas partes, terminando en una especie de corona hinchada. Me acerco a uno de los pocos maniquíes que siguen de pie, y empiezo a clavarlo mientras hago movimientos precisos. Termino con él creando una profunda herida que, si fuera una persona de verdad, la haría desangrarse en poco segundos.

Noto como todavía tengo la atención de los Vigilantes, eso es algo bueno. Ruedo por el suelo y empiezo a hacer nudos rápidamente. Cuando los tengo hechos, vuelvo de nuevo a la zona de las armas y cojo ahora una gran espada. Me desplazo hasta el centro, donde pueden verme claramente y nada puede estorbar mi número. Alzo la espada y la hago girar, con una mano, sobre mi cabeza. Muevo el pie derecho hacia delante y empujo fuertemente la espada en esa misma dirección, como si mi oponente estuviera delante de mí. Vuelvo a repetir el proceso, añadiendo cosas nuevas y terminando siempre con un ataque.

Cuando finalmente deposito la espada en su sitio y me acerco hasta el puesto de lanzas, los Vigilantes están más ansiosos. Me los imagino relamiéndose los labios a punto de ver lo que han estado esperando por días. Por fin ha llegado ese momento donde me ven de verdad.

Agarro la lanza de en medio, intentando provocar más risitas de emoción. Ésta fue la que utilicé sobre el tributo del Distrito 1 y ellos lo saben, los estoy satisfaciendo para que se acuerden bien de este momento. Ahora que estoy más consciente, me doy cuenta de lo que pesa en realidad, pero puedo sujetarla perfectamente con una mano. En el fondo izquierdo, hay instaladas unas especies de dianas, así que las hago mi objetivo.

Coloco la lanza justo por encima de mi hombro y apunto cerrando uno de los ojos. Tranquilizo a mi respiración, cualquier movimiento me haría fallar y ellos no quieren ver eso. Incluso dejo mi mente en blanco y, entonces, disparo. La lanza va con gran rapidez y, cuando se clava, lo hace justo en el centro y bastante profundo, casi atravesándola. Respiro tranquilo, sabiendo que eso les ha encantado, mostrándoles todos los años que he pasado utilizando estas herramientas.

Cuando me giro de nuevo para verles, ellos están contentos, algunos incluso riendo por lo que acababan de presenciar. Uno de los hombres que estaban sentados en la primera fila se levanta y camina hasta llegar al tope.

-Puedes marcharte, Finnick Odair- me ordena.

Empiezo mi andar más seguro de lo que nunca he estado. He visto sus rostros, me han dado todo lo que sentían, estaban eufóricos, sentían placer por ver como la lanza se hundía con esa fuerza y, lo que más me importaba, favoritismo. Algunos ya veían en mí al ganador de los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre, otros se lo planteaban.

        Kelly estaba errónea. Soy más que un Profesional.

No hay comentarios :