jueves, 25 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 16

No sé cuánto tiempo pasa hasta que el primer tributo sale disparado de su círculo metálico hacia la Cornucopia. La chica que estaba cerca del tributo que ha muerto sigue tirada en el suelo, llorando y con las manos manchadas de rojo en ambas orejas. Dejo de mirar aquella escena sangrienta, propia de las que les gusta a los habitantes del Capitolio y a los Vigilantes. Los Juegos no podían haber empezado mejor, han tenido su estreno triunfal. Estoy acostumbrado a ver como la gente se mata mutuamente, incluso ha habido años en los que las muertes han sido bastante terribles, pero se me revuelve el estómago solo con pensar que para ellos es una diversión ver a una persona destrozada. Estar tan cerca de todo esto te lo hace ver de manera muy diferente.

Me obligo a apartar todo eso y soy el siguiente en correr hacia la Cornucopia. En cuanto me alejo un poco del anillo metálico, los demás tributos empiezan a reaccionar y a moverse. Unos pocos huyen de esta zona, intentando salir del hoyo que es este terreno, tan rápido como les es posible; otros son más valientes e intentan conseguir algunos objetos de los que hay esparcidos para que les pueda servir de ayuda más adelante.

El sol está más furioso que nunca, enviando sofocantes y cegadores rayos hacia todas partes. Nunca he sentido esta presión por todo el cuerpo, algo que te hace mover más costosamente y más lentamente, ni siquiera en los días de verano donde el sol en el Distrito 4 estaba más próximo a nosotros. Esto era algo distinto y antinatural y soy consciente de que se trata de algún truco de la mano de los Vigilantes. Pronto empiezo a tener los labios secos y me cuesta tragar mi propia saliva. El aire parece agujas afiladas cortándote todo el cuerpo a medida que avanzas y el traje de batalla no tarda en empaparse de sudor. Doy gracias de que el tejido te refresque un poco.

Las personas que van por detrás de mí empiezan a respirar ruidosamente, intentando aspirar todo lo que pueden. Pero el aire es dificultoso hasta para eso. Haw, el primer tributo en salir de ahí, llega al interior de la Cornucopia teniéndose que apoyar en su superficie para tranquilizarse y tomar algo del aire fresco que viaja por la sombra. Pronto empieza a coleccionar armas -cuchillos, espadas, arcos y flechas- y se hace con mochilas repletas de medicamentos y alimentos.

Cuando estoy cerca de su posición y de la Cornucopia, me dirijo hacia uno de los lados, justo a tiempo para escapar, por el momento, de la visión de Haw cuando éste se gira y vuelve a recorrer el camino ya hecho, solo que ahora está equipado y dispuesto para quitar vidas.

No falta mucho para que los demás tributos profesionales puedan acceder también a todo este botín que ha sido meticulosamente colocado para nosotros, por lo que no me lo pienso más y agarro un par de lanzas y una mochila donde engancho las dagas y las navajas. Rebusco unos segundos más, pero todo lo que hay son objetos grandes y pesados, algo que me supondría un esfuerzo doble en esta Arena.

Me alejo de la Cornucopia y avanzo ahora hacia los brazos rocosos para escalarlos. En ese momento, un nuevo cañón suena en el cielo despejado. Un tributo más ha muerto. Pruebo rápidamente las suelas de los zapatos sabiendo que los tributos que tenía detrás de mí ya han llegado para coger cosas. Los pinchos de las suelas se clavan fácilmente en la dura superficie, así que sujeto con fuerza las lanzas colocadas sobre uno de mis brazos, me coloco bien la mochila en la espalda y empiezo a ascender. 

Otros dos cañones hacen acto de presencia y la primera imagen que se me viene a la cabeza es a Haw degollando el cuello de varias personas, aún con mucha vida por delante, con una risa de placer y satisfacción. Es en ese momento cuando me acuerdo de mi futura aliada, Lesa, y me aterra un poco la idea de que ella sea uno de esos tributos que ya han fallecido. He estado tan concentrado pensando en aquello con lo que tenía que hacerme, que ni siquiera he mirado si estaba a salvo o si necesitaba mi ayuda. Otro cañón más suena y eso me hace parar y mirar hacia el baño de sangre.

Diversas personas se mueven deprisa hacia la subida del terreno donde varias personas están ya enganchadas intentando escapar de las fauces de la muerte. Otras están tan inmóviles en el suelo, que sería imposibles despertarlas de su oscuro letargo. Están muertos. No consigo reconocer a Lesa entre ellos, pero tampoco lo hago con los que están huyendo. ¿Es posible que ya haya llegado arriba y ahora esté corriendo para esconderse? ¿Y si yace sin vida pero no consigo verla? Sea lo que sea, no puedo descender y buscarla por un lugar donde el peligro te acecha por todas partes. Tengo que seguir mi camino pensando en que Lesa está bien por el momento.

Más cañones suenan y cada vez quedan menos tributos. He dejado de contarlos porque sé que son los suficientes como para mantener a los espectadores delante de los televisores sin pestañear para no perderse ningún detalle, un sonido que aplauden cada vez que lo escuchan porque es lo que han estado esperando todo el año.

En el baño de sangre siempre muere la mayoría de nosotros ya que deseamos hacernos con las armas más valiosas. Además, Los Vigilantes siempre coloca lo más codiciado cerca de la Cornucopia, por lo que la batalla, al igual que el disfrute y el entretenimiento, está asegurada.

 -¡Odair!-

Estoy a solo unos metros de salir de aquel agujero cuando una voz que reconozco en seguida por haber pasado todos mis días aquí cerca de ella, grita mi nombre. De repente, un dolor punzante en el muslo me hace gruñir y noto como un líquido me baja por la pierna. Sangre. Me giro y me percato de que Kelly está abajo, mirándome y moviendo entre sus manos algo redondo y puntiagudo, un objeto que mueve airosamente para lanzármelo de nuevo. Sin embargo, consigo moverme con dolor lo suficientemente rápido para que solo me roce la mejilla izquierda.

Recuerdo el momento donde me dijo que ella no acabaría conmigo. ¿Dónde queda ahora esa dignidad con la que quería volver, si ganaba estos Juegos, a nuestra casa porque ella no habría tenido que matarme? Esas palabras formarían parte de un plan donde la principal actividad era hacer que me confiase y me concentrara en otras personas. Lo que más me molesta de esto es que, por culpa de esa idiotez, ahora mismo podría estar muerto. Por culpa de eso, habría dejado para siempre vacíos esos brazos que me esperan. Por suerte, Kelly no es tan buena como lo pensaba con las armas a distancia y solo estoy herido, aunque todavía estoy en un serio peligro.

Más cañones suenan en el día caluroso y veo ahora como un grupo de cuatro personas se dirigen hacia aquí. Todo mi cuerpo se pone en tensión y en alerta cuando veo que los otros tributos profesionales van a por mí y se lo estoy dejando demasiado fácil.

Kelly ha gastado su munición, por lo que aprovecho para sacarme el pequeño instrumento que tengo clavado en el muslo. Intento no gritar pero se me escapa una mueca de dolor cuando lo hago. Algunas gotas de sangre pintan la arena, transformándola en un marrón más oscuro.

-¿Le has herido?- Pregunta Dante, el tributo masculino del Distrito 2 cuando ve mi pernera ensangrentada.

-Déjame esto- Ella se acerca al chico y le extrae un cuchillo amenazador. Me doy cuenta de que Kelly esta realmente agotada pero no duda en subir para alcanzarme con la intención de rematarme.

-¿A dónde vas?- Le responde.

Con un gran esfuerzo, escalo los últimos metros que me quedan utilizando las manos y los pies a la vez. De vez en cuando la pierna herida a cedido y he tenido que arrastrarla hasta que he podido volver a utilizarla. Cuando llego a la cima, me veo obligado a  tumbarme bajo los potentes rayos del sol. Me inclino sobre mis codos y veo una herida limpia pero profunda. En un movimiento rápido, me descuelgo la mochila y la abro buscando algo que pueda detener momentáneamente la hemorragia, pero lo único que hay dentro son trozos de panes, bolsas con cecina, una cantimplora llena de agua y un cuenco de madera. Nada de vendas o ungüentos para heridas y el agua solo serviría para que la sangre fluya más.

Se acabó, todo lo que he conseguido no servirá para nada porque pronto los tributos profesionales me rodearán y empezarán a jugar conmigo hasta la muerte porque tampoco puedo alejarme de aquí lo suficientemente rápido para que no me alcancen. Mags, me tendrás que perdonar porque no podré volver a comer deliciosos azucarillos contigo; Lesa, tu porque no podré cumplir tu petición de mantenerte como eres hasta el final; Papá, mamá, vosotros por no volver a vuestro lado; Annie, no creo que jamás lo hagas por abandonarte y por no sentir de nuevo en mis brazos el consuelo cuando más lo necesitas, pero inténtalo, por mí. Me muerdo el labio y tapo mis ojos con el antebrazo, esperando así el momento en el que empiece a sufrir.

Ese momento, sin embargo, nunca llega. He pasado bastante tiempo pensando en todo lo que había tenido la oportunidad de sentir y vivir en catorce años, lo suficiente como para que los tributos profesionales estén aquí conmigo, pero nunca he llegado a escuchar ningún paso acercándose y tampoco ninguna voz discutiendo sobre las cosas que harían con mi cuerpo. Estoy solo y es en ese momento cuando vuelven conmigo las fuerzas.

No puedo rendirme tan fácilmente y no puedo terminar así. ¿Dónde se ha escondido ese Finnick valiente, fuerte y seguro de sí mismo? No puedo despedirme y abandonarlo todo, tengo mucho que perder y no quiero hacerlo solo por una herida en la pierna que casi no me deja andar. Tengo que seguir y, si tengo que sentir un enorme dolor, lo siento con tal de no defraudar a todos aquellos que confían en mí.

-Este año el Distrito 4 tendrá un ganador- repito las palabras que me dije a mí mismo antes de abandonar mi Distrito, solo que ahora lo hago en voz alta para que lo oigan todos.

Me vuelvo a inclinar pero ahora me siento y me quito lentamente la parte de arriba del traje. La piel de mi espalda y torso arden cuando están al descubierto, pero no me importa. Cojo uno de los cuchillos que todavía siguen enganchados en la correa de la mochila y rasgo la camiseta por la mitad. Con uno de los trozos, voy liándome la herida y termino en un nudo fuerte. La otra mitad la utilizo para cubrirme un poco la cabeza. Llego hasta una de las lanzas y la utilizo como apoyo para levantarme. Un pinchazo me recorre todo el muslo pero no me dejo caer al suelo.

Miro a mi alrededor y siento un alivio cuando me doy cuenta de que no toda la Arena es un terreno calcáreo. Un anillo verde, que se expande hasta donde no puedo ver, lo abraza y allí dentro veo nuevas oportunidades. Empiezo a andar con la ayuda de la lanza hacia el bosque de árboles con follaje abundante donde me resguardarían un poco del sol.

Es casi de noche cuando toco el primer árbol. Hace horas que la última gota de agua ha pasado por mi garganta y tengo los labios agrietados. Tenía la esperanza de que refrescara un poco al caer la noche, pero sigue haciendo casi la misma temperatura que ha habido durante todo el día. Camino un par de kilómetros más y me asiento en un cuadrado rodeado por altos árboles y lleno de plantas cerca de ellos, de las cuales solo reconozco algunas comestibles gracias al puesto que había en la sala de entrenamiento. Dejo la mochila apoyada en la corteza de uno de ellos y dejo caer la lanza. Desato los cuchillos y las navajas y corto con una de ellas el vendaje provisional que me he creado. Por suerte, la herida ha dejado de sangrar, pero sigue estando bastante fea. Si no consigo algo rápidamente podría coger alguna infección y, contra eso, no podría luchar.

No quiero moverme, así que cojo de la mochila una bolsa de cecina y empiezo a comérmelas una por una. He tenido una buena idea en hartarme de comer esta mañana porque he tenido que gastar demasiada energía en el camino hasta aquí. Enseguida me arrepiento de haberme comido ese alimento porque necesito agua y sé que todavía por esta zona no hay señales de ella. Estoy guardando la bolsa de plástico vacía cuando un sonido muy diferente a los que se han estado escuchando durante la primera ronda trae consigo  un paracaídas de seda de plata. Éste cae justamente a mi lado y observo una pequeña caja con una nota pegada en ella. No tardo en coger ese pequeño regalo y abro la nota.

"Sigue avanzando"

Cuando lo abro, lo primero que siento es gratitud. Un bote de cristal con un líquido blanco y unas bolsas de vendas es el contenido del primer regalo que los patrocinadores me han hecho. Con esto podré seguir mi camino sin tener que soportar un calambre constante en el cuerpo. He conseguido lo más importante, un grupo que estaría dispuesto a matar con tal de darme todo loq ue me haga falta, un grupo que me quiere ver como el ganador de estos Juegos. Me están dando oportunidades para no decaer y para que ellos puedan seguir viendo más de mí.


      Abro el frasco y, en seguida, un olor dulzón invade mis orificios nasales. Meto solo un dedo para impregnarlo de aquella sustancia y me lo voy esparciendo por toda la herida. Al principio noto un escozor, pero luego se me queda dormida esa parte y ya no siento nada. Me aplico una segunda capa para estar totalmente seguro de que lo hago bien y, posteriormente, desenrollo un poco de venda y corto la necesaria para tapar bien la herida.


    Estoy guardando mis nuevos recursos cuando aparece en el cielo estrellado el símbolo de Panem acompañado por el himno. Es la hora de conocer a los tributos que han fallecido en la primera batalla. Como pensaba, tanto los tributos profesionales del Distrito 1 y 2 siguen vivos. El primer número que aparece es el 3, y veo las dos caras de representantes de este año para ese Distrito: el chico que había dicho en la entrevista que sus padres se dedicaban a la programación y la chica que se puso demasiado nerviosa. Cuando veo el siguiente número de Distrito me quedo sin habla y casi sin respiración por apagar el movimiento de mi pecho abruptamente. Me quedo fijo mirando el retrato de la chica con el pelo negro azabache que se alza en la oscuridad.


    Kelly ha muerto.

lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 15

Aquella noche no hacía más que darle vueltas a mis palabras dichas en mi entrevista. Las repetí una y otra vez dentro de mi cabeza hasta estar seguro de que no me había dejado nada por detrás. Luego, pasé a pensar de nuevo en la Arena. Me imaginé ya allí, delante de la Cornucopia que se alza todos los años en el centro rodeado de un anillo metálico con todos los Tributos. Lo primero que haría es intentar agarrar algunos de los objetos que los Vigilantes dejan dispersos por todo el terreno, objetos que, si tienes suerte, pueden llegar a servirte mucho en un combate o para aguantar una dura noche.

Me quedé tumbado en la cama mirando hacia el techo un buen rato. Estoy seguro de que los Profesionales irán directamente hasta el interior de la Cornucopia a por las armas, comida, vendajes… para cargarse con todo lo que puedan y empezar a matar. Aprovecharé esa distracción y ese periodo de tiempo que me dejan para acercarme sin ser muy visto. Luego tendría que estar pendiente de los Tributos e ir yo a por algunas armas, aunque se trate de una de las dagas más pequeñas que pudieran existir. Si quiero seguir vivo, tengo que tener algo con lo que defenderme de los ataques.

En un momento después de cerrar varias veces los ojos, miré el despertador. Hacía horas que las entrevistas habían acabado y que todo el mundo se había ido a dormir aunque, como siempre, quedaba caminando por la calle el que se había pasado bebiendo hasta altas horas de la noche. Cuando mi mente volvía a estar en marcha pensando en los acontecimientos de mañana, me levantaba y daba un paseo por mi habitación intentando estar en calma y despejar la cabeza de cualquier cosa. Sin embargo, no aguanté mucho más cuando lo único que hacía era ir de la cama hasta la puerta, por lo que salí de allí.

A pesar de la hora que era, las luces estaban todavía encendidas pero no había ni rastro de ningún Avox. Caminé silenciosamente por la estancia, no queriendo despertar a nadie de su profundo sueño, y me dirigí hasta el salón. Como era de esperar, tampoco había algún Avox y eso me hacía estar incómodo. Me había acostumbrado a verlos moviéndose por todas partes que no tenerlos cerca de mí me resultaba extraño.

Me siento en el sofá y enciendo aquel aparato colgado en la pared con un mando táctil que se vuelve azul cuando pongo mi dedo sobre él. Tal y como me imaginaba, la programación es la repetición de las entrevistas y veo como Caesar está hablando con el chico del distrito seis. Mi padre se ha quedado siempre despierto en estas noches para descubrir puntos débiles de los tributos de otros años. Analizaba en silencio su discurso, su reacción a la multitud y se percataba sobre si tenía algún movimiento como tic nervioso.

Cuando ya lo tenía todo visto, eliminaba dentro de su cabeza a los que creía más débiles y no aguantarían el primer asalto. Nunca he sabido como lo hace pero casi siempre acertaba en sus predicciones y mucha gente ha venido a casa para preguntarle el nombre de aquél tributo que él consideraba ganador para apostar ilegalmente. ¿Habría visto algo en mí que yo no soy capaz de verme? ¿Esta vez diría mi nombre como posible vencedor? De repente me imagino a mi padre sentado en el sofá de nuestra casa, con los ojos rojos a causa del sueño mirando justamente lo mismo que yo. Pienso entonces en lo increíble que me parece que estemos tan lejos pero a la vez tan cerca.

El sueño todavía no aparece y me quedo viendo la entrevista de Lesa. Si sigo así de despierto, todo lo que me había costado conseguir podría irse a pique por quedarme dormido en la Arena, una forma estúpida de morir y perder. Sería entonces cuando se le tenga que dar la razón a Kelly sobre que no aguantaría demasiado, pero no a causa de mi miedo por ver como una jauría salvaje y furiosa se abalanzan sobre mí para arrancarme el corazón.

Veo en la televisión a una chica más menuda de lo que es en realidad a causa de su vestimenta. No entiendo qué clase de idea tenían en mente sus estilistas cuando comenzaron a crear el vestido pero, si querían hacerla ver adorable e infantil para dar lástima, lo habían conseguido. Mags me había aconsejado que formar una alianza es el mejor planteamiento pero, ¿y si matan a Lesa antes de hacerle la propuesta? Sé que soy yo el que tiene ahora mismo su vida en mis manos pero, si es rodeada en un inicio por dos tributos profesionales dispuestos a quitarla del camino, no podría protegerla. ¿O sí? Con uno de ellos podría perfectamente ¿y con dos? ¿Y si son más? Solo espero que Lesa huya lo más lejos posible y se esconda nada más escuchar el gong que da comienzo a los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre. Luego seré yo el que la busque sin temor de tropezarme con alguien por el camino y, si es lista y piensa en lo mismo que yo, la encontraré viva y acurrucada bajo algo que pueda ocultarla.

-¿Todavía despierto, querido?- Me había quedado tan absorto viendo a mi futura aliada que no me había percatado de que mi mentora vagaba por nuestro piso del Centro de Entrenamiento. Vestía una bata blanca que le llegaba hasta un poco más debajo de sus pequeñas rodillas y en sus pies calzaba unas zapatillas de algodón blanco con una suela de goma.

-He intentado cerrar los ojos y caer en el sueño, pero me es imposible- Suspiro.

-¿Te preocupa algo?-Pregunta Mags sentándose a mi lado.

Preocupación. Es un sentimiento que tuve cuando me despedí de mis padres y de Annie en el Edificio de Justicia del Distrito 4 el día en el que fui elegido como representante de mi distrito para los Juegos de este año en La Cosecha. Me preocupaba que se encerrasen en ellos mismos y se convirtieran en maniquíes con alma. Eso no era lo que me preocupaba ahora porque estoy seguro de que han vuelto a cobrar vida y siguen como siempre los he recordado sabiendo que les he dado un poco de luz. Esta preocupación que no me dejaba concebir el sueño me tenía como protagonista.

-¿Y si Kelly estaba en lo cierto? ¿Y si me quedo petrificado en la Arena sin poder reaccionar? Es posible que no pueda soportar la presión y…-

-Finnick, me has brindado la oportunidad de conocerte como persona. Eres fuerte, impulsivo, soñador, siempre vas a por lo que te propones y mejor que nadie se interponga en tu camino. Creí que ya habíamos hablado sobre eso y que lo tenías asumido. No te preocupes porque estoy segura de que no te vas a dejar matar tan fácilmente.

>> Cuando yo participé en los Juegos del Hambre hace bastantes años, mi inquietud se debía a varias preguntas. ¿Por qué la sociedad que ha nacido después de otra eliminada, que conoce el mundo muerto que antes existía a causa de guerras, pobreza y asesinatos, permite algo como esto como entretenimiento? ¿Es que no somos capaces de aprender ni aún teniendo libros con los hechos escritos? Teníamos una buena vida y creíamos en la posibilidad de vivir por fin en paz, pero todo volvió a su origen por otra guerra. ¿Por qué?-

-Porque volvimos a ser sometidos y el ser humano busca, por naturaleza, la libertad- contesto aunque no fuera una pregunta dirigida para mí.

-Sí, ahora conozco la respuesta pero las cuestiones no pararon hasta que no me dí cuenta de eso. Por eso me enfrenté y gané, para que la sociedad encerrada en una jaula tuviera a alguien que había conocido esa sensación y se la pudiera prestar-

No me puedo imaginar a una pequeña Mags en un mundo diferente al que vivimos ahora y tampoco el sufrimiento que tuvo que pasar cuando era consciente de que todo lo que había conocido y querido estaba siendo sumergido en agua. He leído numerosas cosas en el colegio sobre todo lo que existía antes, pero no todo el mundo podía acceder a ellas. Había grandes diferencias sociales, algo que se ha heredado y que se puede ver si comparamos la pobreza que vive en el Distrito 12 con el lujo y la elegancia que tiene el Distrito 1. Es un nivel totalmente inalcanzable para una persona que vive en el Distrito 12 y, ya te podrías pasar toda una vida trabajando, que no llegarías a conseguir ni el tres por ciento de la riqueza.

-El morir temprano en la Arena es una preocupación menor. Por supuesto que quiero luchar pero lo que más me dolería sería incumplir las promesas que ya he hecho. No lo puedo consentir-

-Te diré algo que quizás ya sepas. Tienes mucha gente a tu alrededor, más de la que te puedes imaginar. No solamente habitantes del Capitolio sino también tu Distrito, nuestro Distrito. Si no eres capaz de moverte, ellos te darán el empujón necesario para que des ese paso y, si sigues agarrando sus manos, llegarás lejos. Cumplirás esas promesas y otras más porque vivirás para seguir haciéndolas-

Me imaginé de nuevo en la Arena, de pie sobre el cilindro metálico esperando a que la cuenta atrás termine. Pero allí no estamos solamente los veinticuatro tributos, hay un gran número de personas a mí alrededor, mis padres detrás de mí vigilando mi espalda, Annie juntando su mano con la mía para darme más fuerza, los demás pescadores cargados con lanzas y redes, la gente del Capitolio con su dinero… No solo se enfrentarán a mí sino también a todos los que me apoyan y contra eso es imposible vencer. Esa inquietud interior que he tenido toda la noche se apaga de un soplido y es entonces cuando me doy cuenta de cuánto me calma la compañía de Mags.

-Tienes razón Mags. No estoy solo en esto-

-No querido. No lo estás-

De la televisión sale el himno del Capitolio y veo como todos nosotros estamos de pie escuchándolo. Después de eso, la repetición del programa termina. Cuando llego de nuevo a mi habitación después de despedirme de Mags, mi cuerpo empieza a ser víctima de las altas horas de la noche. Por eso, nada más tumbarme en la cama, puedo dormir las horas que quedan y descansar un poco antes de los Juegos.

Me despiertan cuando todavía está saliendo el sol por el horizonte para prepararme. Los Juegos empiezan por la mañana, dentro de unas pocas horas, y todos los tributos tenemos que estar listos para partir hacia la Arena. Aquí es donde tengo que dejar a aquellas dos personas que me han estado acompañando todos estos días y que se han convertido en una parte importante de mí, Mags y Maximian. Me entra algo por dentro cuando me doy cuenta de que tengo que volver a dejar algo perteneciente a mi Distrito atrás.

Maximian nos abraza a Kelly y a mí y sus últimas palabras son un deseo por volver a ver de nuevo, al menos, a uno de nosotros y que, si no conseguimos sobrevivir, que nuestra muerte no sea tan bruta como en años anteriores. Quiero decirle que si los tributos profesionales encuentran alguna forma para someterme, jugarán con mi cuerpo como festín y moriré únicamente de dolor, pero no lo hago. Mags es rápida y solo nos dice que hará todo lo posible por encontrar buenos patrocinadores que nos ayude a los dos.

Después de eso, solo mi estilista me acompaña al tejado, donde ya nos está esperando uno de esos aerodeslizadores del Capitolio que nos llevará directamente a la sala de lanzamiento, un lugar donde terminaremos de prepararnos.

El fuerte aire que produce aquél transporte volador me despeina y tengo que cerrar un poco los ojos para refugiarlos. Mi estilista me obliga a ir delante y, nada más tocar la escalerilla de subida, me quedo paralizado de la cabeza a los pies. Una vez arriba, la escalera no deja de sujetarme hasta que un hombre con una bata blanca, me inyecta un dispositivo de rastreo, para que los Vigilantes no me pierdan de vista en la Arena.

Mi estilista aparece por detrás de mí y una chica Avox –a la que ya había visto por nuestro piso- nos acompaña hasta otro cuarto donde está la comida. Como sé que me vendrá bien alimentarme –es posible que no pruebe bocado en todo lo que queda de día- como hasta casi reventar.

Después de un largo tiempo pasando por encima de varios edificios y adentrarnos en lugares en los que solo el Capitolio tiene permitido pasar, llegamos a la Arena. Mi estilista me acompaña por varios túneles altos y blancos, con lámparas colgantes del techo, una vez dentro de las catacumbas y entramos en una sala con un gran número cuatro en la entrada. Dos Agentes de la Paz se colocan delante de ella para vigilar la también salida. Me sorprende eso de que pongan tanta seguridad en un lugar del que no podrías salir ni aunque te dejasen las puertas abiertas de par en par.

Mi estilista recoge un único traje que se encuentra colgado de una percha. Es un conjunto de camisa y pantalón blancos, de dos telas cada uno. Por debajo se encuentra un tejido liso y fino y, sobre este, otro de redecilla.

-Los trajes son transpirables. Estos pequeños agujeros te ayudarán a soportar mejor el calor- informa señalándolos.

Bien. Ya voy conociendo algo de la Arena. Descarto la idea de paisajes fríos como montañas nevadas, ríos de hielo o nubes grises con aire gélido. Este año nos someteremos a altas temperaturas.

-Las zapatillas son un poco más de lo mismo- Acepto el calzado que mi estilista tiene en sus manos y, lo primero que noto es el frío de la suela. Les doy la vuelta y veo suelas de metal con pequeños salientes puntiagudos, ideales para pisar suelos duros.

-No han dejado nada más, así que…- Ella baja la cabeza para que no pueda ver sus ojos tristes por la despedida.

-Hasta aquí has llegado. Gracias por todo-

-Oh, pequeño- Me abraza inesperadamente. Tardo en reaccionar pero rodeo su espalda con mis brazos. –Ha sido todo un placer. Jamás me lo he pasado tan bien, he vuelto a ser una niña que se conformaba con las muñecas cuando quería trabajar en algo. Debería de existir más gente como tú-

Nos quedamos así hasta que me llaman para que me coloque en una placa de metal que hay en el centro.

-Yo también estaré apoyándote, Finnick Odair- me dice y es lo único que sale de su boca antes de que me rodeé un cilindro de cristal.

De repente, ese cilindro empieza a elevarme y, cuando estoy llegando casi al límite, la placa metálica me hace entrar al campo de batalla y a la visión de todo el mundo. Lo primero que hago es escuchar el espacio donde me encuentro, pero me desanimo un poco cuando no escucho ningún fluir del agua. No hay o, al menos, no está cerca de aquí. Como pensaba, los Vigilantes no me lo iban a dejar todo hecho. Ellos necesitan verme actuar de nuevo. Lo que puedo ver de la Arena es como pequeñas formaciones de piedra se abren sobre nosotros. El suelo es calcáreo, de un color más próximo al naranja que del marrón. 

Todos los tributos estamos ya al aire libre, el cuál es bastante pesado. Un enorme sol nos cae encima, achicharrando la parte superior de nuestras cabezas y las primeras gotas de sudor no tardan en aparecer. Los tributos profesionales están dispersos, un par de ellos a cada lado. Encuentro a Kelly a tan solo tres cilindros a mi izquierda de distancia.

Infinidad de cosas se reparten por el suelo, algunas más útiles que otras, como por ejemplo alguna sombrilla para refugiarte de la luz quemadora, protectores o unos  prismáticos. Me fijo en el interior de la Cornucopia y consigo distinguir cuchillos y lanzas. Tengo que hacerme con ellos como sea.

Claudius Templesmith, el presentador de los Juegos, habla con una voz firme y clara:

-Damas y caballeros, ya pueden empezar los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre-

Lo que le continúa es un número, sesenta, al que cada vez se le va restando un número. Cincuenta y cinco segundos para que tenga que empezar a correr. Si no consigo llegar a la Cornucopia para las armas y medicinas que en un futuro podría tener que utilizar, quizás algo de lo que hay en el suelo me pueda ayudar o proteger para obtener lo que quiero. Treinta y cinco segundos. Ahora mismo todo el mundo está pendiente de nosotros. La batalla en la Cornucopia siempre ha sido la más sanguinaria  y mortal, por lo que es un entretenimiento asegurado. Quince segundos. Miro hacia arriba y sé enseguida que será complicado escalar la roca para salir de este hoyo del suelo intentando esquivar a la vez el peligro. Espero que no sea todo igual allí arriba. Cinco segundos. Vuelvo a mirar al frente, a las armas y cierro las manos en puños. Tres, dos… ¡boom!

Una explosión a varios cilindros nos deja momentáneamente paralizados. A pesar de que el tiempo de espera para salir de las placas de metal ha llegado a su fin, nadie se mueve todavía. Una gran humareda de polvo nos tapa y pronto oigo el grito de una chica y el sonido de un cañón en el cielo. Cuando el polvo se dispersa, veo la escena. El cilindro está totalmente ensangrentado y lo único que queda de ese tributo es un trozo de su cuerpo. Siempre hemos sabido que los cilindros están rodeados de minas que explotan si alguien se adelanta en la salida.

        Solo pienso en una cosa: alguien se ha quitado la vida.

Los Juegos de Finnick, Capítulo 14

Cada uno de nosotros disponíamos de tres minutos para las entrevistas, donde tendrías que aprovechar cada segundo y no perder el tiempo si lo que quieres es hacerte ver como una apuesta buena entre los posibles Patrocinadores. Ahora que estaba más relajado y en una mejor posición, podía ver como el Círculo de la Ciudad estaba más abarrotado de lo que en un principio creí.

Visualicé a los Vigilantes en unos de los balcones centrales, rodeados de periodistas cargados con cámaras de vídeos, los encargados de mostrarnos por todo Panem, y fotógrafos, quienes escribirán sus artículos de mañana en relación con lo que pase esta noche. Reconocía a algunos de cuando se reunieron a mi alrededor para hacerme preguntas constantes hace apenas unos minutos. Me fijé en que los estilistas de todos los tributos se habían sentado en las primeras filas, al alcance de cualquier mirada cuando Caesar hablase sobre los trajes que llevábamos puestos.

El primer zumbido de la noche sonó, el mismo que nos informa de que el turno del siguiente tributo ha llegado. Bethany, la tributo femenina del Distrito 1, es la primera en subir los dos peldaños que hay entre el centro del escenario y nosotros. Ella se ve espectacular, con todos los años de experiencia y reconocimiento de sus estilistas sobre ella. Su cabello ondulado estaba recogido hacia un lado, con un cruce de mechones recogidos finalmente con un pasador engarzado con pequeñas joyas rojas, verdes y azules. El inicio de la falda de su vestido era una especie de cinturón hecho con el mismo material.

-Entonces, ¿te gusta estar en El Capitolio?- Le pregunta Caesar en un momento.

-Me siento como en casa, ya sabéis. El Distrito 1 está próximo y siempre hemos tenido mucha relación con los habitantes de esta maravillosa ciudad. Me sigo sintiendo viva, como si no me hubiera movido de sitio- La gente aplaudió con ganas y ella sonreía en todo momento.

Su entrevista fue bastante amena, algo que me sorprendió. La mayoría de los Profesionales tratan de hablar en lo fácil que les puede resultar matar, destrozar vidas, y presumir de los poderosos que pueden llegar a ser. Bethany trataba de caer bien a todos los presentes, riendo los chistes de Caesar o alabando El Capitolio y su presidente, algo que la gente agradeció mucho. Si yo también fuera un habitante del Capitolio, también me ganaría.

Haw fue el siguiente en salir, alzando los brazos como si ya hubiera ganado. Fue vitoreado y aplaudido con gran entusiasmo cuando caminó hasta el asiento. Su entrevista fue mi diferente, propia a la de alguien como él. Nombraba cada una de las armas que era capaz de manejar sin ningún problema y de la distancia a las que podía lanzarlas y seguir siendo mortal la herida.

-Procuraré no interponerme en tu camino, chico- Bromeó Caesar. La gente rió y el entrevistador esperó a que se calmasen para concluir. –Bueno, hemos podido ver que no has sido el único que ha realizado ahí abajo con los Vigilantes una magnífica labor. ¿Te sientes con grandes posibilidades de vencer a cada uno de ellos?-

-Estoy muy seguro de mis capacidades, Caesar. Es cierto que hay rivales dignos, a los que ya estoy ansioso por enfrentarme, ya le he echado el ojo a uno de ellos- Cuando lo dice, la gente anima a que diga el nombre de ese tributo. Sin embargo, sé a quién se está refiriendo, la única otra persona que ha sacado la misma puntuación que él y ya le ha retado. Esa persona soy yo. Sin embargo, si él piensa que le tengo algún tipo de miedo, no es así y si lo que quería era que me sintiera en alerta, tampoco lo ha conseguido. Estoy bastante tranquilo porque yo también confío en mis capacidades.

-Suerte entonces- Caesar se despide y algunos se levantan aplaudiendo para hacer lo mismo. Me doy cuenta de que Haw tiene muchos seguidores dispuestos a ayudarle en la Arena y, en cierto modo, eso es lo que más me preocupa. Es extraño, quiero decir, temo más lo que pueda tener detrás que lo que realmente posee ya, esa furia y mortalidad.

Las entrevistas de los tributos del Distrito 2 no variaban mucho. Volvían a comentar sus técnicas y sobre lo seguros que estaban sobre ellos mismos. A mí me parecieron, de entre los Profesionales, lo más vulnerables. Luego le llegó el turno al Distrito 3, donde la entrevista de la chica no sobresalía por ningún lado. Se le notaba nerviosa, los focos y el gentío la traicionaban, y lo único que podía hacer cuando Caesar le preguntaba cosas sobre lo que esperaba en la Arena era balbucear. Llegó un momento en el que Caesar era el único que hablaba y ella se limitaba a afirmar o negar con la cabeza. Con eso, no iba a conseguir mucho, lo que significaba que tampoco iba a durar demasiado. El chico, todo lo contario a ella, hablaba sobre lo que hacía en su distrito. Por lo visto, sus padres son expertos en programación y siempre ha estado rodeado de piezas para crear artefactos electrónicos que han ayudado al Capitolio a sobresalir como una de las ciudades más avanzadas de todas las que han existido.

Pronto le llegó el turno a Kelly. Mi compañera de Distrito se levantó energéticamente y mantuvo la cabeza alta durante todo el camino. El vestido se acoplaba con su movimiento, uniéndose a ella y caminaba a pasos cortos debido a su dificultad de caminar con unos zapatos a los que no está acostumbrada. A pesar de lo que ella pensaba, mucha gente le animaba y la llamaba. Maximian había acertado cuando le dijo que tenía más gente apoyándola de la que ella pensaba.

-Bienvenida Kelly. Parece que te has ganado el corazón de algunos- le dice Caesar señalando a los que aún estaban aplaudiendo. -¿Cómo te sientes sabiendo que tienes tanto apoyo?-

-Bueno Caesar. Estoy muy agradecida por toda la gente que cree en mí, es algo muy importante. Por desgracia, sé que prefieren a otra persona-

-Yo no lo creo así. Fíjate en sus caras. Están contentos de verte, ¿verdad que sí?- pregunta a la multitud. Ellos responden con un fuerte <<¡Sí!>>.

-Gracias- agradece Kelly saludando y sonriendo un poco.

-Dime Kelly, ¿cómo es eso de tener a un compañero con una de las puntuaciones más altas? ¿Te esperabas algo así?- Esa pregunta me hace estar más atento. Mags conocía bien al entrevistador, había acertado que Caesar preguntaría algo como eso.

-Déjame decirte, Caesar, que es cierto que una puntuación como esa impresiona, incluso puede imponer a los más débiles. Pero, ¿de qué te sirve eso si no puedes hacerle justicia? ¿De verdad creéis que Finnick podrá hacer lo mismo sobre gente viva?-

-¿Qué quieres decir?-

-¡Qué Finnick es lo que se ve! Un niño en un cuerpo de adolescente. Es posible que para vosotros, él sea alguien fuerte, decidido, inteligente y mortal. Pero no es realmente así porque yo lo he visto. Su vida ha sido un cuento de hadas, con buena gente dispuesta a ayudar a su familia por todas partes y echa de menos todo eso, por eso sé que no está preparado, porque no quiere defraudar ni cambiar su esencia. Da igual las armas que pueda manejar si no es capaz de usarlas de verdad. Por dentro es una persona inmadura, incapaz de deleitarnos y pasar por lo que la Arena requiere. Estoy segura que no durará demasiado, morirá de los primeros porque se quedará inmóvil cuando vea la muerte cerca de él-

Las pantallas de todo Panem mostraban ahora mi rostro. Kelly había movido ficha justo como Mags y yo habíamos imaginado, de la mejor manera para dejarme como una persona fácil de aniquilar delante de mis posibles Patrocinadores. Kelly era bastante previsible, sabíamos lo que iba a hacer desde el momento en que supo cómo me sentía en realidad y la entrevista era la mejor oportunidad que tendría para intentar cambiar de opinión a los que iban a gastar su dinero en mí. Lo que ella no sabía es que esto formaba parte de mi estrategia.

-Vaya, eso es… interesante-Kelly estaba ahora triunfante, creyendo que eso sería perjudicial para mí. -¿Y tú? ¿Serás capaz de pasar por encima de los demás para ser la ganadora?-

Kelly mira a Caesar fijamente y luego contesta:

-Completamente capaz-

El zumbido suena entonces en ese momento y Caesar se despide de Kelly con un abrazo. Por detrás, una voz me ordena que me levante y que me dirija despacio hasta el centro. Durante el trayecto me cruzo con Kelly, quien me mira y se ríe maliciosamente.

Cuando entro a la visión de todos, el mundo parece haber levantado. Por un momento pienso en que el sonido de los aplausos se puede escuchar hasta el Distrito 12 y mi nombre empieza a llegar hasta los oídos de aquellos quienes más me odian. La audiencia reacciona bien a pesar de haber escuchado momentos antes algo que tendría que haberlos echado hacia atrás. Me encantaría ver ahora la cara de Kelly, pero no me voy a dar aún esa satisfacción.

-Creo que, ahora mismo, muchas mujeres me estarán matando en sus mentes por estar tan cerca de ti y por estar estrechándote la mano- me dice Caesar nada más llegar a mí.

-Lo dudo. Te respetan mucho y no creo que quieran deshacerse de uno de los mejores entrevistadores que podría haber. Además, no provoco esa clase de reacciones-Le devuelvo el saludo y ambos nos sentamos en las sillas. Éstas son del tipo de las que giran si quieres hacerlo y son bastantes confortables.

-¿Estás seguro? Muchos hombres están desesperados porque solo hablan de un tal Finnick. Levantas pasiones muchacho-

-¡Oh! ¿De veras? Vaya, eso es halagador señoras- sonreí sensualmente. Todas las mujeres rieron tontamente y algunas se llevaron las manos a su pecho con una cara roja.

-Diez puntos. ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando viste ese número?-

-Fue, y con perdón, ¿qué tipo de ingredientes tiene el ponche que toman los Vigilantes?- todos rieron, incluidos los mencionados. –Luego me dije: “Bueno, quizás he hecho algo que les ha llamado la atención”-

-Si te han dado un diez, créeme, les has gustado- Caesar mira a los vigilantes y éstos asienten. Después, vuelve a centrarse en mí.

-Desde que llegaste, mucha gente apuesta por ti y estoy seguro de que todavía lo siguen haciendo. Pero hay algo que acaba de comentar tu compañera que podría preocuparnos, una debilidad en tu interior por tus recuerdos. ¿Qué piensas sobre eso?- Bingo. Es justo la pregunta que esperábamos tanto Mags como yo.

-Dime Caesar, ¿qué clase de persona sería si no echase de menos todo aquello en lo que he vivido durante catorce años? –Él hace una mueca a modo de petición para que no me detenga. Descruzo las piernas y me siento más inclinado hacia delante. -Poneros por un momento en mi situación. Si os encontrarais lejos de vuestro hogar, ¿no pensaríais en él día y noche? Si existiera la posibilidad de no volver a pisar su tierra, notar su aire sobre tu piel, ¿no le lloraríais? –Observé como Caesar afirmaba disimuladamente a la vez que miraba a su público. -No creo que eso me haga débil, todos y cada uno de nosotros echamos de menos algo en esta vida y, antes de morir, seguro que haríamos cualquier cosa por recuperarlo de nuevo. Por eso voy a salir allí mañana y no rendirme, porque no puedo darles la espalda. Necesito volver cueste lo que me cueste y pasaré por lo que tenga que pasar-

-¿Qué es lo que más echas de menos?-

La primera imagen que se me viene a la cabeza es ella, Annie correteando por la arena llamándome para que la siguiera.

-Desde que me despedí, siempre he echado de menos a una persona, alguien muy importante para mí- Me dí cuenta de que todo el mundo estaba pendiente de mí- He estado con ella desde que era pequeño, hemos reído juntos y hemos pasado momentos felices y, ahora que no está conmigo, me siento solo, vacío- Caesar me mira comprensivo. -No sé si me explico para los demás. Es como si me hubieran sentido obligado a arrancar una parte de mí y la hubiera tenido que dejar atrás solo para protegerla-

-Eso es algo increíble y bonito Finnick, créeme. ¿Ganarás por esa persona?-

Antes de contestar dirijo y recorro con la mirada todas las gradas.

-Ganaré por toda la gente que me apoya, por las personas que, desde un primer momento, creen en mí. Ganaré por ella, Caesar. Lo haré-

-No lo pongo en duda. Mucha suerte mañana, Finnick-

Con el zumbido acaba mi turno. El público explota de emoción, algunos incluso no quieren que me vaya, quieren que siga sentado, hablando y descubriendo cosas nuevas sobre mí. Me imagino al Distrito 4 satisfecho con mi actuación y estoy seguro de que algunos ya están celebrando que este año, uno de sus vecinos será el ganador de los Juegos.

Sin embargo, no podía quedarme más tiempo aunque quisiera, ya que el siguiente tributo estaba ya caminando hacia aquí y tenía que volver a mi asiento. Cuando lo hice no pude evitar ver la cara de Kelly, que parecía que no se había percatado de mí y tenía una mirada ausente y de rendición. Todo había salido como planeamos y eso era algo satisfactorio. Pero, a pesar de todo, no dejaba de pensar en que, aunque sepa ahora claramente que muchos invertirían todo su dinero en mí, no era el único que contaba con ese apoyo y en que es muy probable, que nada de esto me sirva de mucho y que podría estar muerto en unas horas.


NOTA: Durante la entrevista, Finnick recita un poema de amor a Annie. No soy lo que se puede decir una experta en crear poemas y, mucho menos, de amor. Por eso he pensado que, si queréis, podéis crear vosotros alguno y me lo dejáis en Twiiter como DM o algo. Si os parece bien, publicaré en el blog los que mas me hayan gustado como material extra o algo de eso. ¡Espero que os animéis! :D

Los Juegos de Finnick, Capítulo 13

Maximian me despertó por la mañana. Su voz todavía sonaba distante cuando me llamó, como si parte de mí siguiera durmiendo, pero era capaz de entender lo que decía. Me ordenó que, cuando me vistiera y estuviera preparado, me reuniese con los demás en el comedor para empezar a crear el horario que debíamos seguir en estos días. Una vez tenida la sesión privada con los Vigilantes, no era necesario asistir más a los Entrenamientos, pero eso no quería decir que los Tributos podíamos tener algún tiempo libre. Todavía teníamos que hacer unas cuantas cosas antes de enfrentarnos al número final, donde corres y matas por la supervivencia.

Pensé en ese momento en la Arena. Ningún tributo sabía qué es lo que los Vigilantes nos tenían preparado hasta que no lo veíamos con nuestros ojos. En todos los Juegos que ha habido hasta ahora, solo cinco de ellos han sido difíciles para que nuestro cuerpo se acostumbre a sus condiciones. La Arena es otro elemento fundamental para los tributos. Si era un terreno que conocías, suponía otra ventaja pero si era al contario, mejor no moverse desde un inicio. ¿Será la de este año una Arena fácil de manejar? ¿Pondrán los Vigilantes un terreno acuático? Es lo que más me gustaría, pero sabía que los Vigilantes no iban a permitir que los Juegos fueran tan sencillos para dos tributos. Eso no sería divertido y enseguida estarían en el punto de mira.

Cuando llego al comedor, Mags, Kelly y Maximian ya habían empezado a comer. Una chica Avox me retira la silla con elegancia y yo me siento, agradeciendo su gesto con una mueca. Maximian me había dicho que los Avox solo estaban aquí para servir, no para escuchar palabras que puedan distraerles de sus labores. Hoy el desayuno es variado y yo cojo algo que nunca antes he tenido la oportunidad de probar, ya que en mis Distrito no se venden por ninguna parte. Es una torta redonda y fina de maíz que se suele rellenar con chocolate o con distintas piezas de frutas recubiertas con una generosa capa de nata.

-¿Qué son?- Pregunto a Maximian

-Crepes, un alimento que lleva existiendo desde antes de que toso sucumbiera-

Me serví un par de crepes más, cuyo interior era una explosión de sabores en mi boca. Kelly también se había decidido a probarlas pero ella no las degustaba como yo, prefería las tortitas de mantequilla.

-Finnick, Mags quiere empezar contigo- me informa Maximian apuntándome con el cuchillo.

-Espero que no te importe, Kelly-

-No, claro que no. Quería empezar con Maximian-

Mags y yo nos habíamos unido bastante. No sé si por necesidad mutua o porque era yo el único que requería de algo que me mantuviera de pie en este lugar, algo a lo que sujetarme. Me daba la impresión de que a Kelly le sucedía lo mismo con Maximian, ya que era el único que la entendía y la aguantaba cuando ésta se cabreaba.

-Durante unas horas, estaremos practicando un diálogo. Te enseñaré aquello que puedes decir y lo que tendrías que evitar-

-Luego, yo te enseñaré a comportante, como debes moverte y los gestos que debes hacer. Aunque se te da bien el conquistar a gente, te falta retocar algunos detalles- Termina Maximian.

Maximian le hizo ver a Kelly que la mejor idea sería que trabajasen en su habitación, donde nadie podía interrumpir la práctica y habría privacidad, algo que sabía que le gustaba demasiado. Mags y yo nos fuimos al salón, sin preocuparnos que algún Avox que pasase por allí pudiera oírnos.

-Habla de cómo te sientes en el Capitolio, de tu triunfal llegada y de tu primera visión de los habitantes. Sé amable, dedícale algunas palabras, incluso intenta hablar con parte del público. La audiencia querrá saber más de ti, no les prives de eso. Deja que sean ellos los que te manejen a su antojo. Si ellos quieren algo, tú se lo das.-

-¿Caesar dejará que haga eso?-

-Caesar hará lo que sea con tal de ayudar, querido-

Es cierto que Caesar siempre tiende a ayudar a los tributos. Hubo un año en el que la chica del Distrito 3 sacó una mala puntuación en la sesión privada con los Vigilantes pero, gracias al empeño de Caesar por hacerla ver diferente a lo que había demostrado –contó que, muchas veces, los tributos engañan a los Vigilantes para parecer débiles cuando era todo lo contrario-, consiguió Patrocinadores que creían esa teoría.

-¿Y si no hace las preguntas adecuadas?-

-Las hará. Caesar siempre ha seguido un único patrón de preguntas. Quizás haya alguna que tengas que improvisar en el momento, pero no supondrá ningún problema-

Pasamos las horas hablando entre nosotros, como si ya me encontrase delante de mi entrevistador y de todos aquellos ojos que necesitaban saber más de los que se iban a convertir en la atracción principal. Mags me realizaba las preguntas y yo contestaba de modo que pensaba que era el correcto. Más de una vez, ella me corregía y me obligaba a decir de nuevo la frase o daba otro sentido a las palabras para que sonaran más educadas sin cambiar el contenido.

Maximian y Kelly aparecieron por el salón cuando estábamos dando los últimos retoques, haciéndome ver que la hora de intercambiar los papeles había llegado. Kelly se sentó de mala gana en el sofá y no supe si era por lo que había hecho con mi escolta o porque no le agradaba ver a Mags ni hablar con ella.

Maximian fue el que anduvo por delante de mí durante todo el camino hasta mi habitación. De vez en cuando me hablaba sobre lo sorprendido que se había quedado al ver como Kelly era capaz de hacer por un momento de una elegante mujer, algo que jamás hubiera imaginado que vería.

-Temía con Kelly. Pensaba que se iba a ver bastante robusta pero tiene una silueta de chica muy bien definida- Ambos giramos por la esquina del pasillo, con Maximian indicando el camino con su dedo. Por un momento pude oler su fragancia a jazmín- Guarda eso como un secreto- me ordenó emitiendo una disimulada risita.

Trabajar con Maximian era lo más fácil que había hecho hasta ahora. Lo único que tenía que hacer era andar recto, mirando siempre al frente y evitar que mi mirada caiga hasta el suelo. Los hombros tenían que estar un poco hacia atrás y los brazos se debían de mover paulatinamente. El escolta me regañaba cuando deshacía mi postura, volviéndome a colocar debidamente.

-Cuando mires al público, sonríeles, como si se tratasen de un conocido de toda la vida al que ves después de mucho tiempo. Hazte querer, saluda discretamente, así- Maximian alza únicamente dos dedos de la mano, el índice y el corazón. -¿Sabrás hacerlo?- pregunta después.

-Sí- Imito lo que Maximian acababa de hacer.

-Estupendo. Creo que no se me olvida nada… ¡Oh, sí! Eso que hiciste en el Desfile, repítelo. Se sienten atraídos por ese gesto-

-¿Este?- Guiño sensualmente, recordando que las mujeres que me miraron en ese instante se volvieron locas.

-Exactamente ese- Maximian se acerca a mi –Entre tú y yo, si fuera una mujer, ahora mismo estaría tirada en tus brazos, Finnick Odair-

Los dos reímos durante los pocos minutos que quedan para concluir. Mags era la persona que me mantenía de pie, pero Maximian era la que conseguía sacarme una sonrisa a pesar de estar en un lugar donde unas manos manchadas de sangre son la la gran diversión, una felicidad que no tardaría en esfumarse sabiendo donde estaría en cuarenta y ocho horas.

La mañana siguiente empieza igual de ajetreada. Mi estilista interrumpe en mi habitación con su equipo adornando cada superficie del lugar con productos cosméticos, champús, cremas, mascarillas, objetos que pronto estarían sobre mí. No podían faltar los distintos nuevos trajes que habían sido colocados con sumo cuidado sobre la fina seda de las mantas de la cama que, una vez allí y con las manos, empezaron a planchar para quitar las arrugas que se habían formado.

En esta noche tiene lugar la entrevista de Caesar, por lo que los estilistas de todos los Distritos tienen una nueva oportunidad para crear buena impresión de su duro trabajo enseñando grandes diseños, únicos para nosotros. Ha habido años en los que los estilistas se han portado bastante mal en mi opinión, haciendo que las chicas llevasen vestidos voluptuosos y recargados, con flores silvestres que rodeaban toda la cintura hasta recorrer la columna vertebral para luego agrandarse en el cuello, como si fuese una bufanda exagerada de piel genéticamente modificada. Los chicos siempre hemos tenido más suerte en ese aspecto, ya que poco podías sacar de unos pantalones y una chaqueta, quizás alguna joya que sirva para darle el toque que le era necesario para brillar.

-Casi no pude dormir ayer pensando solo en este momento. ¿Sabes lo que significa?- Mi estilista no paraba de dar vueltas por mi habitación para hablar con su equipo. –Hoy es otro día importante, necesito que esto salga perfecto-

-Lo hará, estoy seguro- Le respondo para tranquilizarla.

-Lo sé, no podía tener a un tributo mejor, por el que casi todos morirían por tener- Sus ojos brillaban llenos de alegría. –Por fin mi trabajo de todos estos años se ha visto recompensado. Por lo que me han dicho, los estilistas de los demás tributos te tienen en el punto de mira y se están tirando de los pelos, ¡eso les pasa por haber hablado demasiado todos estos años!-

Pasamos toda la mañana y tarde preparándome para la ocasión. El equipo de mi estilista me untaba ungüentos por todo el cuerpo, para hidratar la piel me habían dicho. Para las manos utilizaban un spray que vaporizaba un líquido transparente como el agua y, en pocos minutos, las diminutas cicatrices que se habían formado a causa de la recogida de las redes cuando pescaba, se habían difuminado tanto que ahora eran imposibles de visualizar.

Mi estilista no pensó mucho en el traje que iba a llevar esta noche convencida que, cualquiera de los que ha diseñado, brillarían solos gracias a mi inusual atractivo. De todos los que había encima de la cama, cogió el del medio.

-Este será el perfecto para ti- me había dicho.

Después de que terminasen de añadir algo de polvos en mi cara para realzar un poco más los pómulos, me indicaron que me viera por primera vez en el espejo y les hiciese saber qué me parecía. Cuando lo hice, me trasladé hasta la habitación de mis padres, a aquella mañana donde mi madre me había llevado para prepararme para la Cosecha, apartados de todo el mundo que se movía a nuestro alrededor. La camisa blanca se ceñía por todo mi torso, pero las mangas caían por la parte de las muñecas. Los pantalones eran cómodos y mi estilita había añadido, por la parte de abajo una exactitud del bordado de la camiseta de mi padre, la que había llevado puesta hasta mi llegada al Capitolio, acompañado por líneas rectas de color naranja de las que salen otras más pequeñas hacia todas las direcciones. Supe enseguida que era un coral, o el intento de crear uno. Todo se conjuntaba con la hebilla del cinturón, una de las conchas más extrañas que había visto hasta ahora.

-¿Qué te parece?- Mi estilista tenía las manos juntas sobre su boca.

-Agradezco el detalle del bordado. Es increíble-Le hago saber, recorriendo con mis dedos la formas de las olas.

-¡Os lo dije!- dice, recriminando un poco a su equipo. –Sabía que ese detalle te iba a encantar, llevar contigo un pedazo de tu hogar. ¡Te dará más confianza!-

Me sentí más relajado, a pesar de los nervios que había cogido viendo como todas las personas que estaban conmigo no paraban de moverse y de comentar lo que esperaban de mí. Por una parte temía defraudarlos, es algo que no me perdonarían y no sería tampoco beneficioso para mí. Sé lo que es trabajar duramente para poder tener una recompensa final y no estaba dispuesto a echarlo todo por tierra. Tenía que sobresalir por ellos.

-Espero que seas ingenioso allí arriba- pregunta mi estilista conteniendo un chillido de felicidad, antes de salir de la habitación.

-Tanto que los eclipsaré- digo, encogiendo los hombros.

Cuando salgo del pasillo junto con el equipo de estilistas, una ola de cámaras y flashes me dejan ciego momentáneamente. Mientras me dirijo hasta el ascensor, el que nos llevará hasta la salida del Centro de Entrenamiento, me formulan una clase de preguntas que no puedo contestar, casi todas relacionadas con mi puntuación en la sesión privada con los Vigilantes. Mags ya me advirtió que otra gente trataría de conseguir alguna exclusiva pero que, lo que sucede entre los Vigilantes, se queda allí.

El ambiente se queda tranquilo cuando las puertas del ascensor se cierran. Echo un vistazo a mi compañera, quién estaba irreconocible. Una buena capa de maquillaje se había asentado en su cara, formando unos ojos más grandes a causa de las distintas sombras que habían utilizado. Un color rosado la hace parecer más pequeña y menos peligrosa de lo que es y su vestido, tan largo que hasta le tapa los pies, también combina colores para dejarles claro a la gente de donde procede.

-Recuerda, querido. Haz que esta noche sueñen contigo- Me anima Mags antes de tener que irse.

Cuando salimos, los tributos de los demás distritos están empezando a colocarse para formar una fila. En esta ocasión, las chicas van por delante de los chicos, por lo que ellas se colocan las primeras en cada distrito. El escenario se ha instalado en el Círculo de la Ciudad, justo enfrente del Centro de Entrenamiento, y está rodeado por unas gradas altas ocupadas ya por el público, algunos de los cuales usan más de dos sillas para albergar a más gente. Es un momento que nadie está dispuesto a perderse.

Sobre el escenario hay instaladas 24 sillas formando un arco y, en el centro, dos más, una para Caesar, el entrevistador, y otra para nosotros, cuando llegue el turno de cada uno. Allí nos someteremos a tres minutos de miradas, comentarios y nervios por parte de nuestros estilistas, mentores y escoltas.

En pocos minutos empezaremos a desfilar por el escenario hasta llegar a nuestros asientos. Empiezo a notar como la mayoría de los tributos me miran, algunos miedosos y otros interesados e intrigados, como si ellos también quisieran saber más sobre mí. No es algo que me sorprenda, cuanto más sepas de tu oponente más oportunidades tienes para poder derrotarle y es algo que yo también haría sin pensármelo.

Una música empieza a sonar y el público aplaude, encantado de que el programa empiece. Caesar entabla una conversación con los presentes, como hace todos los años y, en un momento, escucho a la gente decir mi nombre. Me centro algo más en las conversaciones y me doy cuenta de que no solo hacen eso, me están pidiendo, ansiosos e impacientes por volver a verme. Por un momento pienso sobre qué serían capaces de dar o hacer para tenerme cerca.

Cuando nos indican que podemos empezar a subir el escenario, yo lo hago energéticamente. Las luces de algunos focos se posan encima de mí, lo que provoca algo de emoción. Me doy cuenta de que las cámaras me enfocan por un instante, a modo de presentación y de un primer vistazo. En ese instante, sé que mi gran momento estaba a punto de empezar.