jueves, 22 de agosto de 2013

Me falta inspiración...

Bien, todo muy genial. Yo muy ilusionada con que ya por fin iba a seguir publicando capítulo del fan fic y mi cerebro me ha dado al espalda. Por que no soy capaz de sacar ni una maldita frase decente. Ya había comenzado, pero no me hacía mucha gracia y he tenido que volver a empezar el capítulo desde 0 y, ahora , toca volver a pensar las cosas. Yo no sé si será por el verano o es que ya se me han muerto las neuronas de los golpes que me daba de pequeña, pero no hay manera.

Y, sinceramente, no hay cosa que me de más rabia que faltar a mi compromiso... Así que nada, se me ha ocurrido otra cosa ya que ni este Sábado ni Domingo voy ha publicar una caca (perdonad mi vocabulario, pero es que esto es frustrante D:)

Mi nueva idea es la siguiente: no publicar hasta que no tenga en fic acabado. Como estoy segura de que me falta poco para concluir Los Juegos de Finnick, ya empezaré a publicar un capítulo por día los restantes una vez que estén escritos.

Siento muchísimo toda la espera que está aguantando esa gente que lee mi fan fic, pero es que de verdad, me está costando muchísimo.

¡Ojalá me llegue la inspiración pronto y pueda ya ir publicando los nuevos capítulos!

martes, 9 de julio de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 19

Dos caras y un distrito se iluminaron únicamente en la oscura y caliente noche: Ybenna y Jery del Distrito 5. Desde que me alejé lo bastante como para no oír el movimiento del agua del lago, el choque con la húmeda tierra una y otra vez, una parte de mi mente no hacía más que reproducir la escena que había vivido anteriormente y llegó un momento en el que deseaba arrancar aquello fuera de mí, mandarlo tan lejos que no fuera capaz de encontrar el camino de regreso. Pero cuando estaba presente, podía oír de nuevo los gritos de esos tributos cuando estaban siendo arrastrados a la completa oscuridad de la muerte, como si estuvieran a mi lado y no pudiera salir de ese bucle de agonía. Vuelvo a sentir rabia por mi incapacidad de haber hecho más, salvarles de alguna forma y, aunque luego tengan que morir, que lo hubieran hecho conservando su persona y no transformados por el miedo. Pero lo que más me enfada es que el Capitolio obligó que ellos dejaran atrás todos sus sueños y esperanzas, experiencias y vidas… esta ciudad les ha robado todo eso solo para divertir a su población.

Paso mal la noche. El insoportable calor del terreno se junta con los sueños llenos de sangre. Partes del cuerpo de aquellos que han muerto se desparraman por todas partes, lo que hace más complicado que pueda dormir del tirón. Lo peor de todo es que, en ciertas ocasiones, la persona que muere dentro de mis sueños es Annie, solo que está en el mar en lugar de en el lago, cerca del muelle donde cuando éramos pequeños corríamos para saltar al agua y, por mucho que nade hacia delante y yo grite que se dé prisa, el muto calamar la atrapa por su cintura, haciendo una atadura perfecta y resistente para luego lanzarla por los aires una y otra vez cuando cierro los ojos.

Llega un momento en el que el sol está saliendo, los primeros rayos dan al horizonte un color con vida, un azul que se mezcla con un débil morado, nada que ver con la completa oscuridad de la noche y es entonces cuando dejo de intentar dormir. He llegado a la conclusión de que el sofocante calor no lo emana el sol, si no que forma parte de algún juguete de los Vigilantes, un juguete que se complementa al total ya que, ¿acaso no es la Arena el juguete principal y nosotros sus marionetas?

La garganta duele cuando trago, como si me acabara de meter en la boca un puñado de tierra que recorre mi garganta, rasgándome la piel a su paso. Busco la mochila que anoche recosté a mi lado, preparada por si tenía que sacar el cuchillo, moviendo solo el brazo. Luego la abro para sacar las cantimploras y me doy cuenta de que están calientes y supongo que el agua de su interior lo está también. A pesar de eso, abro una de ellas y bebo hasta que al menos tengo una pequeña reserva para continuar mi caminata y búsqueda. Si Ybenna y Jery decían la verdad cuando hablaron de la división de tributos al inicio de los Juegos, Lesa debería de estar cerca y será cuestión de tiempo encontrarla. Solo espero hacerlo hoy y que no esté en mala forma.

El problema de esta Arena es el calor extremo que hace cuando el sol está en lo más alto del cielo y que cada día se hace mucho más insoportable. Quizás alguno de los profesionales tengan también un suministro de agua o minerales, pero dudo mucho que Lesa tenga uno, su distrito no es uno en el que la gente quiere gastarse su dinero, los patrocinadores saben de sobra que sería malgastarlo porque el tributo no dudaría mucho. Y eso es lo que más me preocupa cuando estoy despierto, ¿podría Lesa estar casi muerta a causa de la deshidratación? Puedo luchar con personas, ya lo he demostrado, por lo que también puedo defenderla si es necesario, pero no puedo erradicar el calor y sus consecuencias.

Pensando en ello me pongo rápidamente de pie y me doy cuenta de que, con una cantimplora vacía por haberla utilizado anoche mientras caminaba a un lugar más resguardado y la cantidad justa que tiene su compañera, me veré obligado a ir de nuevo hacia el lugar de mis pesadillas. Sin embargo, algo dentro de mí me dice que todavía puedo continuar un trecho más, antes que tener que volver a reponer mi suministro de agua, por lo que pongo la mochila sobre mi espalda y, llevando el tridente en mi mano, empiezo a caminar en el sentido opuesto al lago.

Durante toda la mañana voy caminando entre los árboles más altos para que me den sombra y me protejan un poco del calor. Pienso de nuevo en los Vigilantes, en si de momento han quedado satisfechos con mi pelea o ya están preparando un nuevo plan porque la gente ansía más. Me sorprendo al darme cuenta de que me es igual lo que hagan en estos momentos, porque si están a punto de lanzarme otra prueba, la tengo que superar si quiero ganar y dejar de estar en su posesión.

A mediodía, llego a un cambio de árboles y de paisaje, como si hubiera entrado en otra dimensión. Donde antes todo eran altos y gruesos troncos, ahora había tres o cuatro pequeños arbustos salpicados por el terreno. Delante de mí se alzaba un enorme muro de piedra, tan alto que era imposible escalarlo y atravesarlo por encima. La piedra, con líneas blancas procedentes de arriba y que se perdían nada más tocar el suelo, estaba cubierta por una fina capa de hiedra anaranjada, quemada por el sol. Miro hacia los lados, sabiendo que hacia delante no podía continuar y veo como a mi derecha se extiende un camino que acaba en el comienzo de un paisaje similar al que acabo de dejar atrás.

Estoy caminando hacía allí cuando me paro a observar mejor esos pequeños arbustos y me doy cuenta de que realmente no son eso. Me alegro y sonrío tímidamente cuando me doy cuenta de que son viñas, unas plantas leñosas que solo he podido ver en ilustraciones. Parece ser que mi estancia en el puesto de plantas comestibles durante el entrenamiento en el Capitolio va a servir de algo. Me agacho completamente en el suelo, quemándome un poco las manos, pero aguanto hasta que estoy lo suficientemente debajo de la planta para ver lo que he estado buscando. Cuando aparto dos hojas, sale a la luz el pequeño fruto negruzco que producen. Uvas. Jugosas uvas.

Y lo mejor de todo no es eso. Lo mejor es que puedo utilizar estas plantas para mi beneficio y sacar provecho de ellas en su totalidad.

Con un movimiento rápido, ya tengo el cuchillo en la mano y empiezo a cortar las ramas cuidadosamente. Los frutos que me llevo con ellas los deposito con los demás alimentos y no paro de cortar hasta que sé que tengo lo suficiente para crear una nueva arma. Si Mags me enseñó multitud de nudos, lo que más se quedó grabado en mi mente es que puedo hacerlos con cualquier cosa. Poco a poco empiezo a anudar las ramitas, juntándolas unas con otras hasta formar una red perfecta. Compruebo su resistencia poniéndome encima de ella y tirando hacia arriba y, cuando veo que ni siquiera un nudo se ha deshecho, estoy satisfecho con el trabajo que he hecho.

Hago lo mismo un par de veces, cortar, anudar y comprobar la resistencia, hasta que tengo tres redes. Abandono el lugar con las redes bajo mi brazo, sudando por el trabajo realizado a pleno sol, pero sigo avanzando hasta que llego de nuevo a la arboleda que me cubre totalmente. Me obligo a seguir un poco más, buscar el lugar correcto para ir preparando mi único pero con sentido plan que he tenido hasta ahora en los Juegos. Si tengo suerte, quizás los vigilantes encuentren en esto algo interesante que ver y dejen, por un momento, sus ganas de sangre apartadas. Si tengo suerte, este es el único entretenimiento que necesitan por ahora.

Cuando doy con un árbol apto, estoy exhausto. Mi pelo se pega por la frente y la nuca y la ropa, mojada por el sudor, me molesta más de lo normal. Tengo que beber algo de agua para apagar un poco la sed repentina por el parón. Antes de ponerme a escalar el árbol, decido quitarme la camiseta y la arrojo en una bola cerca de las provisiones. Cojo una de las redes y la agarro fuertemente con los dientes mientras empiezo a subir.

En el Distrito 4 no estamos acostumbrados a escalar árboles, simplemente porque no hay muchos. Se trata más bien de una diversión para los niños del Distrito 7, el distrito de la madera. Desde luego, se me da mejor nada que escalar y prefiero antes el agua que la rugosa corteza de un árbol, pero la actividad no se me hace tan difícil. Recuerdo un momento de mi infancia, cuando un fuerte viento sopló en nuestro distrito y un vestido de seda se quedó atrapado en una rama desnuda de un árbol. Solo un niño se atrevió a ir a por él y me quedé fascinado por la manera que se movía mientras avanzaba. Finalmente llegó y cogió el vestido y, con la misma facilidad que subió, bajó. En una mañana temprano, fui a ese lugar y miré al mismo árbol para luego empezar a escalarlo. Me llevé unos cuantos rasguños, pero conseguí subir a la cima. Sin embargo, me había demorado mucho tiempo y mi madre me gritó cuando se dio cuenta de donde estaba. Pensé que nunca más iba a hacer lo mismo.

Cuando estoy en la segunda rama, me siento en ella, notando como baja un poco por el peso de mi cuerpo, y ato por una parte la red, tensándola de forma que haga un retroceso cuando sea necesario. Bajo más rápido de lo que he subido y escondo el resto de la red, la que toca el suelo, bajo hojas de los árboles de forma que, quien pase por aquí, no pueda ver a simple vista que hay algo escondido.

La tarde está casi acabada cuando las tres redes están colocadas estratégicamente. Todo mi cuerpo vibra por el esfuerzo realizado y siento como mis piernas y brazos están un poco entumecidos. Me felicito a mí mismo por todo, creo que nadie se esperaba algo así. ¿Eso significa que me he ganado una nueva tanda de patrocinadores? ¿Mags habrá visto esto? Estoy seguro de que, si así ha sido, está contenta de ver que me ha enseñado bien, bastante bien. ¿Cómo estará ahora el Distrito 4?

Recojo la mochila, la camiseta y el tridente y empiezo a moverme de nuevo. Tengo que alejarme lo suficiente como para no ser visto, pero no tanto para oír si las redes han funcionado. Bordeo la tanda de árboles que he utilizado y empiezo a buscar un nuevo sitio, solo que esta vez para poder tumbarme y descansar por ahora del largo día. Para mi pesar, acabo con toda el agua que me quedaba, lo que significa que tendré que volver al día siguiente hacia el lago si no encuentro algún arroyo o pequeña cascada. Por primera vez en el día, ir hacia el lago ya no es tan escalofriante como al principio, por el camino podría poner más redes y tendría el agua cerca si necesitara refrescarme.

Estoy girando un troco ancho cuando de repente soy golpeado por algo pesado. Eso me hace perder el equilibrio, sin apenas fuerzas para soportar el golpe, por lo que caigo de espaldas sobre el duro suelo y pierdo el tridente de la mano, girando sobre sí mismo algún metro. Me pongo rápidamente en alerta, buscando el cuchillo en mi pantorrilla, pero luego me doy cuenta de que se encuentra en la mochila, la cual está ahora debajo de mi espalda y la que es de casi imposible acceso. Busco desesperadamente algo que me ayude, alguna roca o palo, pero no hay nada a mí alrededor. Levanto la vista para ver un cuerpo encima de mí. Sus ropas, manchadas de tierra y sudor, están rasgadas por algunas partes. Me doy cuenta de que es una persona delgada y más baja que yo, diría incluso menos pesada que yo. Pero es el esfuerzo por el trabajo de todo el día el que me tiene en desventaja.

En ese momento en el que estoy intentando deshacerme de su agarre, el brazo de esa persona se mueve con un gran esfuerzo y veo como hay algo atrapado en su mano, un objeto centelleante plateado. No duda ni un instante para llevarlo hasta mi garganta y apretar lo suficiente como para que note las tres puntas, afiladas y delgadas, del objeto. Luego, apoya su otra mano en mi pecho para que le ayude a alzarse y es entonces cuando veo su rostro.

Y me relajo.

A pesar de que sus cabellos, largos hasta sus hombros, están hechos un lío y enredados, a pesar de tener la cara más delgada y con un corte en la mejilla con la sangre ya seca, a pesar de estar mucho más diferente a como la recuerdo de la última vez que la vi, la reconozco.

He encontrado a Lesa. O Lesa me ha encontrado.

Y, en ese momento en el que un gran peso en mi pecho se desvanece, ella se cae hacia un lado.

domingo, 5 de mayo de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 18

Los dos tributos del distrito 5 fueron los primeros en abalanzarse sobre mí, él con la espada en alto y ella preparada para usar la gruesa cuerda que su compañero le había confiado para atarme y no pueda hacer nada mientras ellos realizan su trabajo de acabar con un tributo más. Dejé la mochila en el lugar donde se había quedado tras quitármela para sacar las cantimploras, me mantuve alzando la lanza y había sacado uno de los cuchillos para defenderme. La chica se había quedado más atrasada y mi verdadera batalla estaba con el chico.

Su primer movimiento fue una estocada a gran velocidad y que yo esquivé por poco con la ayuda de la lanza, escuchándose el chischás que producían las armas cuando chocaban con su duro metal. En el momento en el que me recomponía, me percaté de que la espada era más pesada de  lo que mi contrincante era capaz de soportar. Cuando se giraba lo hacía con lentitud y ya ha estado a punto de caerse cuando corría hacia mí. Al provenir del distrito 5, el distrito de la energía, no son profesionales y no están acostumbrados a usar este tipo de herramientas. Ellos se dedican a estudiar la tierra o analizar para que todo vaya bien, algo que no es belicoso. Al contrario que ellos, yo si he tenido la necesidad de usar armas, lo que significa que tengo ventaja.

Me agacho rápidamente para esquivar la fina y afilada hoja de la espada que ya venía hacía mi cuello, dispuesta a abrírmelo, y derribo a mi rival dándole un fuerte golpe en los tobillos con la lanza. Este cae con un golpe seco y jadeando, soltando enseguida la espada que cae a su lado. Pronto estoy encima de él, sujetando sus hombros con mis rodillas impidiéndole realizar cualquier movimiento. Su mano busca a tientas por la tierra el puñal de la espada, pero está lo suficientemente apartada para que no pueda hacerlo.

En ese momento, clava su mirada en mí y veo lo que realmente siente en su interior. Pánico, horror. Tiene miedo de acabar su vida aquí, de dejarlo todo atrás, de no volver a reír, querer a alguien, sentir que estás volando cuando cierras los ojos y extiendes los brazos, rindiéndote al aire, incluso pasar momentos malos, como la pérdida de alguien. Me tiene miedo a mí, a la persona que le va a quitar todo eso si no hace algo pronto y, tal y como estoy, no puede hacerlo. Mirándome a mí me doy cuenta de lo mucho que he cambiado en el tiempo que he estado en el Capitolio. Siempre que veía los Juegos en la televisión de casa me hacía la misma pregunta: ¿cómo es posible que alguien pueda perder su humanidad y mate a una persona solo porque alguien desea ver eso? Ahora que soy un tributo lo sé. Porque nos obligan a ser su espectáculo. Si no matas, ellos te matan de alguna forma porque los estás desobedeciendo. Ellos me han convertido justo en lo que más odia Annie, en un jugador profesional capaz de satisfacer a un gran público.

De repente, una gran fuerza me derriba hacia un lado, apartándome del chico del distrito 5 y obligándome a soltar la lanza. Ruedo sobre mi cuerpo agarrado a otro por la delgada pero abundante hierba que pinta la orilla del lago, chamuscada por las puntas a causa de la luz del sol. La chica del distrito 5 acaba encima de mí con un movimiento preciso, apretando sus dientes con tanta fuerza para no soltar la cuerda, que creo que se va a hacer una herida en el labio. Luego, cuando está segura de que me tiene más o menos como yo lo estaba encima de su compañero, agarra la cuerda.

-¡Lo tengo!- grita ella hacia su compañero.

Este parpadea un par de veces hasta que vuelve a reaccionar después de dar por hecha su muerte y coge con sus manos temblorosas la espada. Si no hago algo pronto, seré yo el que pierda todo eso. Si tengo que ver como Annie deja de estar conmigo por haber hecho lo que voy a hacer, no me importa con tal de volver a mi distrito y poderla ver de nuevo caminar y sonreír a lo lejos. Lo que quiero es acabar cuanto antes con todo esto. La chica que tengo encima de mí está tan nerviosa que comente el primer error, un error que la condena a ella. Aprovecho esa distracción cuando deja de sostenerme para agarrar el cuchillo y clavárselo hasta que la empuñadura toca su piel, girándolo luego cuando ya está dentro.

Lo primero que se oye es un grito y luego cae a mi lado, soltando la cuerda y llevándose la mano hacia el hombro para quitarse el cuchillo. Al principio lo hace muy despacio pero luego opta por hacerlo todo rápido. Veo como la sangre mancha la hierba poco a poco y la piel de la chica pasa a un tono más pálido, como la piel de algunos de los habitantes del Distrito 12.

-¡Ybenna!- llama a su compañera el chico que mira horrorizado la escena.

-Acaba con él Jery, ¡deprisa!-

Él no se lo piensa demasiado y pronto está corriendo hacia mí. Me deslizo hasta llegar al cuchillo ensangrentado, la única arma que tengo por el momento. Veo como la lanza centellea con las últimas luces del sol que se funden con la oscuridad pero no puedo llegar hacia ella sin que el tributo del distrito 5 me alcance.

Justo en el momento en el que yo me preparo para su golpe, un ruido agudo procedente del lago nos hace detener. Primero nos miramos el uno al otro con extrañeza y, luego, desviamos nuestra mirada hacia allí. Ybenna tiene todavía la fuerza como para alzarse sobre sus codos y ver lo que está ocurriendo, uniéndose así a nuestras dudas sobre qué o quién ha sido el que ha emitido ese sonido. De nuevo, una especie de grito llega hasta nosotros y en el lago, que hasta hace unos momentos estaba tranquilo reflejando el cielo anaranjado, empieza a moverse unas ondas que se van agrandando a medida que avanzan.

A pesar de que la noche está más cerca, puedo ver como una gran mancha oscura se mueve con rapidez hasta nuestra posición. No tardo en darme cuenta lo que se nos avecina. Los Vigilantes tienen dos tareas: hacer unos juegos entretenidos y añadir extras a la Arena. Esos extras son conocidos como mutos, y uno se está acercando a nosotros.

-No puede ser- balbucea el chico.

-¿Qué sucede? ¡Acaba con él!- Pide la tributo que está tumbada herida.

-No, así no- Vuelve hablar como si no escuchara nada. Entonces y sin esperármelo, sale corriendo en dirección opuesta a nosotros, intentando llegar a los bosques, un lugar que lo proteja y esconda.

-¿Qué demonios está pasando?-

En ese momento, todo curre demasiado deprisa como para asimilarlo. Jery corre hacia lo que podría ser su salvación pero no llega muy lejos cuando un enorme tentáculo de multitud de ventosas color canela lo agarra por el vientre, creando sobre él una atadura que lo arrastra hasta el fondo del lago. Sus gritos se ahogan bajo el agua, la que se convierte por unos momentos en un tono rosado. Después de eso, un nuevo cañón suena.

-¡Jery!- Grita Ybenna con dificultad al decir la palabra. -¡Sácame de aquí, Odair! ¡YA!-

Miro hacia ella, quien tiene los ojos húmedos a punto de llorar por lo que acaba de presenciar y por pensar que ella puede ser la siguiente. Si hago lo que ella me dice, tendría que transportarla y eso podría ser mortal para los dos. Observo el lago y parece que vuelve a estar tranquilo, por lo que la dejo unos instantes allí tirada y voy a por mi arma, la lanza que todavía sigue abandonada en el suelo y la mochila, la que tiene las medicinas y los alimentos. Si consigo eso, podré curar su herida y dejarla ir por su propio pie hasta que me la vuelva a encontrar.

-Finnick, creo que esa cosa vuelve-

Paro al oír lo que me dice y me doy cuenta de que tiene razón. El ondeo en el agua vuelve a estar presente, pero ya no puedo ver bien la mancha oscura. Tengo que darme prisa. Corro todo lo que puedo hacia mis cosas y, cuando estoy a punto de coger la lanza plateada, escucho un grito de horror. Me giro y veo como Ybenna intenta desplazarse hacia atrás todo lo que su cuerpo la deja, huyendo del nuevo tentáculo que ha salido. Éste parece no tener fin y pronto está a unos pocos pasos de la chica.

Miro mis opciones y solo veo una: luchar. No puedo dejarla aquí y huir aunque sé que eso me conllevaría problemas en un futuro, pero dejarla morir así es incluso más cruel que matarla yo mismo. No lo pienso más y, con la lanza ya en la mano, corro para ayudarla. Por mitad del camino, el tentáculo agarra uno de sus pies y la levanta, haciendo que la sangre le gotee por el hombro. Ella grita desconsoladamente y cuando llego, clavo mi arma hacia el tentáculo que la está enganchando. El muto grita furioso, deshaciendo su agarre para dejarla caer en el agua.

Ella chapotea cuando tiene ocasión, pero su brazo herido no le ayuda demasiado. Cuando creo que el muto puede retirarse por unos momentos, vuelve a la carga sacando varios tentáculos hacia mi dirección, dispuesto a asestarme un golpe. Esquivo el primero de ellos arrojándome hacia un lado, pero en seguida tengo a otro justo encima. Para este, mantengo la lanza hacia arriba, por lo que su punta atraviesa la carne del animal. Emite otro grito más profundo y ensordecedor y es en ese instante cuando parte de su cuerpo sale a la superficie.

Ahora puedo ver perfectamente lo que los Vigilantes son capaces de crear. Sé que para hacer este tipo de animal se han basado en antiguas historias para dar miedo que normalmente se cuentan en mi distrito, el único que proporciona el hábitat correcto para este tipo de criaturas. Hay una que cuenta como uno de estos seres marinos hundía grandes navíos y se alimentaba de sus marineros, lo que le hacía ganarse el apodo del infierno del mar. Otras hablan de personas desaparecidas mientras paseaban por la orilla, quedando únicamente el rastro de su cuerpo siendo arrastrado por la arena. El cráneo de un enorme pulpo sobresale por encima de sus tentáculos que se mueven por todas partes. Su boca, una especie de pico con numerosos dientes, está en el centro de su viscoso cuerpo.

Estoy seguro de que, ahora mismo, estos Vigilantes están siendo vitoreados por los habitantes del Capitolio. Introducir este muto en los Juegos asegura entretenimiento y se estarán relamiendo los labios viendo que he sido yo, el tributo que procede de un distrito con mar y que ha conseguido bastantes seguidores, quien se ha encontrado con esta criatura. Ni en sus mejores pensamientos estaba la posibilidad de que esto les saliera tan bien.

Ybenna sigue nadando como puede hasta la orilla, pero el muto la agarra fácilmente en el agua y ataca nuevamente. Justo después de esquivar  dos de sus tentáculos, arrojo la lanza que sale disparada hacia su cabeza con todas mis fuerzas, esperando que con eso suelte a Ybenna. Pero cuando la lanza da en el punto que quería, la bestia chilla sin soltar a la chica del distrito 5. Ybenna grita con él, un sonido de miedo mezclado con el de la rabia y es entonces cuando un tercer tentáculo impacta sobre mi espalda, lo que me hace volar unos metros y caer rodando, dañándome el brazo que recibe el golpe. Al principio siento un tic eléctrico que recorre todo mi brazo, como si me lo estuvieran arañando. Luego se calma con un pequeño ardor.

Desde el suelo soy presente de cómo Ybenna es arrastrada hasta el fondo por ese muto. Quiero levantarme, pero el brazo sigue punzándome y un pequeño cuchillo no serviría de mucho. En poco tiempo, todo vuelve a estar callado y tranquilo, como si nada de esto hubiera pasado y se tratase de una pesadilla. Solo que ha sido real.  Me siento inútil e impotente al ver como los vigilantes se llevan otra vida delante de mis narices. 

Sé que el muto no volverá, los vigilantes no quieren eso porque matarme sería un fallo. Primero escucho mi acelerada respiración, luego las burbujas del agua y, en tercer lugar, un cañón.

Me quedo inmóvil tumbado hasta que las estrellas, brillantes como pequeños diamantes, aparecen tras el escondite de la luz. He perdido la única lanza que me quedaba, inundada también junto con los cuerpos de dos tributos asesinados brutalmente. Si esto para ellos es diversión, para mí es crueldad. Siento rabia, rabia por todo lo que nos hacen vivir. Si hubiera luchado un poco más, quizás ahora Ybenna y Jery estarían vivos pero, ¿para qué? ¿No es ese el final de los Juegos? ¿Morir o matar? Pues si eso es lo que han estado esperando de mí desde que esto comenzó, a partir de ahora se lo daré.

Me estoy levantando poco a poco, aguantando la presión dolorosa del brazo, cuando un tercer paracaídas llega hasta mí. La seda plateada resplandece el suelo cuando la luna se refleja en ella y me quedo con la boca abierta de ver que no se trata de comida, ni agua ni medicinas. En la historia de los Juegos del Hambre, pocos han sido los tributos que han recibido un arma por parte de sus patrocinadores. Conseguir una es de por sí cara y, cuando sujeto el regalo, comprendo que está ha sido bastante cara, solo al alcance de unos pocos bastante adinerados. Con ella viene una nota de Mags, algo que me anima en este triste y agotador día:

La fuerza escondida en la unidad brotará en la victoria”

Entre mis manos hay un tridente, pero no uno de esos que utilizaba de pequeño. Mi padre me regaló uno por mi octavo cumpleaños, de madera y bien tallado, y que siempre llevaba conmigo cuando íbamos a pescar peces más grandes. Este tridente es alto, más que yo, y  ligero, perfecto para lanzarlo e ir en dirección recta. El color es metálico y las tres puntas del final, la del centro más larga que las que se encuentran en los extremos, están bastante afiladas. Es frío al tacto, pero pronto se adecua a mi calor corporal. Un tridente es el arma perfecta para alguien como yo, y ellos lo han sabido desde que me han visto enfrentarme a este muto. Teniendo esto a mi lado, primero encontraré a Lesa y, luego, finalizaré estos Juegos consiguiendo la corona.


NOTA: La frase que utilizo para la nota "La fuerza escondida en la unidad brotará en la victoria" es anónima y no creada por mí. Con ello quiero darle el significado de que, usando el tridente, ganará los Juegos.

viernes, 3 de mayo de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 17

Once tributos muertos en el primer día durante el baño de sangre en la Cornucopia: la imagen del tributo masculino del distrito seis fue la siguiente en flotar en el aire, luego le siguieron la representante del distrito 7, la chica del 8,  la chica del distrito 9, el tributo masculino del distrito 10, el chico que se sentaba junto a Lesa en la hora de la comida durante los entrenamientos y solo miraba a sus rivales en la Arena y, por último, tres tributos de los dos distritos más pobres, la representante del 11 y el distrito 12. Once tributos arrancados brutalmente de las manos de sus seres queridos que ahora lloran su pérdida. Entre ellos está mi compañera de Distrito, Kelly.

¿Es por eso por lo que nunca llegó a mí cuando ya estaba tirado en el suelo esperando la llegada de los Tributos Profesionales? Me la imagino intentando llegar hasta mí para terminar rodeada de cuatro brutales asesinos, defendiéndose con el cuchillo que había conseguido pero sin ningún resultado. Ha acabado muerta. ¿La han matado por mí, por intentar acabar conmigo? ¿No era ese, al fin y al cabo, su plan? ¿Matarme? Han acabado con su vida por adelantarse, yo era su plato final, no el primero. Todo eso, todas esas muertes son a causa del siniestro juego del Capitolio y, aunque sé que yo no he hecho nada, me siento culpable por todas esas vidas perdidas.

Dejo que todo eso sea un poco sustituido por el alivio de pensar en Lesa. No está entre las primeras muertes y eso es, por ahora, lo más importante. Todavía puedo encontrarla en cualquier sitio y convertirla en mi aliada hasta que tenga que cumplir mí promesa. Eso no quiere decir que está fuera de peligro, si alguien la encuentra antes que yo, podría morir si no es capaz de defenderse. Desconozco también si está herida, porque los Vigilantes solo muestran los rostros de los fallecidos. En cuanto salga el sol, iré a buscarla.

Me paso toda la noche durmiendo a intervalos de treinta minutos, preocupado y en alerta por si algún tributo se acerca sigilosamente por la oscuridad y me remata. A pesar de que la luna está en lo alto, la densidad del follaje apenas deja que su claridad llegue hasta la tierra. Estudio de vez en cuando el terreno donde me encuentro, encontrando aberturas anchas por las que podrían caber fácilmente dos tributos a la vez. Llego a la conclusión de que, si sigo aquí parado, podría ser una presa de fácil acceso por lo que me tengo que ir en cuanto pueda. Llega un momento de la noche en el que la brisa es más fresca, agradable y soportable, parecida a la de mí Distrito.

Acabo estando despierto antes de la salida del sol a causa de la falta de agua. La pierna ya ha dejado de estar sin sensibilidad y, cuando me miro la herida, me quedo asombrado con la rapidez y facilidad con la que actúa el medicamento que me han dado. De ella solo queda ahora una cicatriz rosada que no duele ni nada. Me levanto cuidadosamente, aún teniendo miedo de que pueda ocurrir algo, pero no tardo en estar caminando e, incluso, me atrevo a correr de árbol a árbol. Está como nunca y eso me vuelve a aumentar las posibilidades de ganar estos Juegos.

Antes de partir para buscar un lugar más seguro y, si tengo suerte, a Lesa, desato dos cuchillos y una navaja de la mochila. Siempre es mejor tener las armas lo más cerca posible que puedas de la mano y enganchados en la mochila podrían no ceder. Me coloco la mochila de nuevo en la espalda, donde en su interior se encuentra ya la medicina. Camino en la dirección opuesta a la que entré, utilizando la lanza para apartar ramas y finas lianas de los árboles. A medida que avanzo, el paisaje es cada vez más estrecho y agobiante. El sol ha salido más temprano de lo normal y vuelvo estar empapado de sudor y más sediento que nunca. De repente, un nuevo cañón suena en el cielo pero no detengo mi caminata para pensar en quién puede ser el nuevo tributo que acaba de dejar este mundo.

Llevo recorrido un buen trecho teniéndome que parar para descansar más de lo habitual cuando un nuevo paracaídas aparece flotando con el aire. Éste se engancha entre los ramales de uno de los árboles, pero no me cuesta sacarlo de allí utilizando la lanza.

Sin ninguna nota por parte de mi mentora, me apresuro en abrirlo y allí me encuentro dos cantimploras del mismo tamaño que mis manos. Son de plata y están decoradas con un relieve de ondas y remolinos, lo que me hace pensar que es un artilugio caro. Cojo una con delicadeza y noto su peso. Están llenas y creo saber de qué. Desenrosco con rapidez y agilidad el tapón y vierto su interior sobre mi boca. Enseguida noto como el agua fresca recorre y baja por mi garganta, obsequiando a todo mi cuerpo con un frescor que ya daba por muerto. Mis labios vuelven a estar húmedos y pronto acabo con la primera cantimplora. Miro la segunda con dudas pero no me dejo caer en la tentación de abrirla y acabar con algo que es posible que me tenga que durar durante un par de días más. Acabo por guardar la cantimplora en lo más fondo de la mochila, donde no la pueda ver a simple vista y continuo andando.

Ahora que estoy hidratado tengo más energía, lo que es algo bastante bueno. ¿Quién iba a pensar que desde un principio tendría a tantos patrocinadores detrás de mí? ¿Quién más habrá recibido algo? No creo que sea el único tributo, Haw tenía bastantes seguidores y los profesionales de los primeros distritos tienen todos los años patrocinadores que gastan su dinero en hacerlos ganar.

No dejo de estar atento y en alerta por si alguien sale de repente de su escondite y me atrapa, pero está siendo bastante tranquilo. Eso a la vez me incomoda, porque sé que a Los Vigilantes no les gusta eso. Ellos desean acción en cualquier rincón y, si es cierto lo que pienso de que se han fijado bastante en mí, no permitirán que continúe mucho tiempo sin hacer algo. Además, todos mis seguidores están esperando a verme luchando o matando a alguien y ellos lo saben. Los patrocinadores pueden salvarte la vida pero también te la pueden complicar en unos Juegos.

Llegando casi a la caída de la tarde es cuando paro bruscamente. Un montón de hojas verdes se apilan cerca de unas ramitas chamuscadas de las que sale un olor a carne asada. Sin pensarlo, desenfundo uno de los cuchillos y sostengo la lanza de forma amenazadora. Alguien ha estado recientemente aquí y podría seguir estándolo. Avanzo sigilosamente hasta donde ha estado el campamento base y lo miro más de cerca. El aire a su alrededor está todavía algo cálido, pero parece que hace unas horas que se ha ido. Como quiero estar bien seguro, busco entre la maleza por si alguien está escondido. Lesa podría estar aquí.

En uno de esos momentos de búsqueda doy con algo que ya he visto antes. Un grupo de hojas verdes y brillantes con forma de un casi círculo nacen de la tierra. De su centro salen diminutas flores que algunas veces son blancas y, en otras, rosa pálido. Su nombre es Lechuga de Minero y hay bastantes por mi distrito. Mi madre las suele comprar recién recolectadas en el mercado para añadirla en las ensaladas, lo que le da a esta una textura crujiente y jugosa. He oído que también se pueden cocinar como las espinacas. Es una planta comestible y, si están por esa zona, solo significa una cosa: cerca hay agua.

Corto algunos tallos con el cuchillo y las guardo dentro de una de las bolsas transparentes vacías que tengo.  En poco tiempo tengo las suficientes como para aguantar, al menos, unos tres o cuatro días y si las voy racionando con los trozos de cecina restantes, podría aguantar más días con una alimentación decente. Camino zigzagueando por el terreno hasta oír, por primera vez en bastantes días, una corriente de agua. Cuando salgo de la arboleda, lo primero que veo es un gran lago de agua cristalina bastante tranquila. El sol todavía está en el horizonte, aunque el color del cielo está pasando cada vez a estar más oscuro. Más bosque se alza en el otro extremo del lago y, a lo lejos, está flanqueado por grandes montañas tan oscuras como el enorme vacío.

Me acerco hasta la orilla del agua y saco de la mochila la cantimplora vacía. Sumergiéndola completamente, la relleno hasta rebosar y es ahora cuando abro la otra y me la echo por encima de todo el cuerpo. Mi piel se relaja después de horas sufriendo los agresivos rayos solares. Cuando está vacía, la vuelvo a rellenar. Estoy guardando las dos cantimploras cuando oigo el crujido de una ramita cerca de mí. De forma instintiva me doy la vuelta para ver como dos tributos me están mirando.

-Te lo dije. Ese paracaídas no era para nosotros y ¡bingo! hemos encontrado a un peso pesado- La chica de ojos oscuros y pelo castaño es la primera en adelantarse. Yo le respondo alzando la lanza, lo que la hace parar por el momento. El chico no se ha movido de su sitio, pero es el que tiene las armas de los dos: una espada y una cuerda.

Recuerdo sus entrevistas, la primera vez donde supe de su existencia. En los entrenamientos no han sobresalido apenas, por lo que no les hice mucho caso. Son los representantes del Distrito 5.

-Al ser del mismo distrito decidimos crear una alianza. Si somos dos, somos algo más fuertes contra tributos solitarios, como tú. Y, si quedamos de últimas, este año el ganador sería del distrito 5- El chico del cinco es ahora el que me habla, pero no bajo la guardia.

-Nos estábamos yendo lejos de esta zona cuando vimos el paracaídas. Dimos media vuelta esperando encontrar al distrito seis u ocho, pero has sido tú, Finnick Odair del distrito 4 y eso es mejor aún-

Sin bajar la lanza, contesto.

-¿Porqué os habéis arriesgado? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de a mí, encontráis a los profesionales, una alianza más numerosa y mortal?-

-Sabemos que los profesionales no están por esta zona. Después de matar a tu compañera de distrito con sangre fría, recogieron todas las cosas que podían transportar y pusieron rumbo hacia el otro extremo. Evitamos en todo momento ir hacia allí pensando que todos los profesionales, incluido tú, os acomodaríais en una zona más abierta-

Así que se confirma que Kelly fue asesinada por los miembros de su alianza. Si ellos lo sabían, quizás también saben cómo murió y si alguno de los restantes está herido. Pero, en lugar de preguntar por eso, pregunto por algo más prioritario.

-¿Quieres decir que los que no sois profesionales estáis en esta zona?-

-Solo vimos a dos tributos correr hacia aquí: lo que queda del distrito 7 y del 10-

Eso era lo que buscaba saber. Lesa está en alguna parte de este enorme terreno, fuera del alcance de su temida muerte. Contando con que solo 4 personas más corrieron me mi misma dirección, la muerte de esta mañana podría haber sido en la zona de los profesionales. Estoy casi seguro de que Lesa sigue viva.

-En fin, creo que se acabó la conversación. Si estuviéramos en otro lugar, créeme que podríamos llegar a ser grandes amigos. Pero esto es cuestión de vida o muerte. No te lo tomes a mal, si quiero ganar, los demás deben morir. Tú debes morir- Dice el chico mientras desenvaina la espada y le pasa a su compañera la cuerda.

Si mis patrocinadores y Vigilantes se estaban cansando de esperar para ver como actuaba, ahora tienen una oportunidad para verme. Aquí tienen un doble espectáculo que nadie querría perderse. Aquí empieza mi primera batalla en la que vivo o muero y no pienso hacer lo segundo. Ha llegado la hora de matar.

jueves, 25 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 16

No sé cuánto tiempo pasa hasta que el primer tributo sale disparado de su círculo metálico hacia la Cornucopia. La chica que estaba cerca del tributo que ha muerto sigue tirada en el suelo, llorando y con las manos manchadas de rojo en ambas orejas. Dejo de mirar aquella escena sangrienta, propia de las que les gusta a los habitantes del Capitolio y a los Vigilantes. Los Juegos no podían haber empezado mejor, han tenido su estreno triunfal. Estoy acostumbrado a ver como la gente se mata mutuamente, incluso ha habido años en los que las muertes han sido bastante terribles, pero se me revuelve el estómago solo con pensar que para ellos es una diversión ver a una persona destrozada. Estar tan cerca de todo esto te lo hace ver de manera muy diferente.

Me obligo a apartar todo eso y soy el siguiente en correr hacia la Cornucopia. En cuanto me alejo un poco del anillo metálico, los demás tributos empiezan a reaccionar y a moverse. Unos pocos huyen de esta zona, intentando salir del hoyo que es este terreno, tan rápido como les es posible; otros son más valientes e intentan conseguir algunos objetos de los que hay esparcidos para que les pueda servir de ayuda más adelante.

El sol está más furioso que nunca, enviando sofocantes y cegadores rayos hacia todas partes. Nunca he sentido esta presión por todo el cuerpo, algo que te hace mover más costosamente y más lentamente, ni siquiera en los días de verano donde el sol en el Distrito 4 estaba más próximo a nosotros. Esto era algo distinto y antinatural y soy consciente de que se trata de algún truco de la mano de los Vigilantes. Pronto empiezo a tener los labios secos y me cuesta tragar mi propia saliva. El aire parece agujas afiladas cortándote todo el cuerpo a medida que avanzas y el traje de batalla no tarda en empaparse de sudor. Doy gracias de que el tejido te refresque un poco.

Las personas que van por detrás de mí empiezan a respirar ruidosamente, intentando aspirar todo lo que pueden. Pero el aire es dificultoso hasta para eso. Haw, el primer tributo en salir de ahí, llega al interior de la Cornucopia teniéndose que apoyar en su superficie para tranquilizarse y tomar algo del aire fresco que viaja por la sombra. Pronto empieza a coleccionar armas -cuchillos, espadas, arcos y flechas- y se hace con mochilas repletas de medicamentos y alimentos.

Cuando estoy cerca de su posición y de la Cornucopia, me dirijo hacia uno de los lados, justo a tiempo para escapar, por el momento, de la visión de Haw cuando éste se gira y vuelve a recorrer el camino ya hecho, solo que ahora está equipado y dispuesto para quitar vidas.

No falta mucho para que los demás tributos profesionales puedan acceder también a todo este botín que ha sido meticulosamente colocado para nosotros, por lo que no me lo pienso más y agarro un par de lanzas y una mochila donde engancho las dagas y las navajas. Rebusco unos segundos más, pero todo lo que hay son objetos grandes y pesados, algo que me supondría un esfuerzo doble en esta Arena.

Me alejo de la Cornucopia y avanzo ahora hacia los brazos rocosos para escalarlos. En ese momento, un nuevo cañón suena en el cielo despejado. Un tributo más ha muerto. Pruebo rápidamente las suelas de los zapatos sabiendo que los tributos que tenía detrás de mí ya han llegado para coger cosas. Los pinchos de las suelas se clavan fácilmente en la dura superficie, así que sujeto con fuerza las lanzas colocadas sobre uno de mis brazos, me coloco bien la mochila en la espalda y empiezo a ascender. 

Otros dos cañones hacen acto de presencia y la primera imagen que se me viene a la cabeza es a Haw degollando el cuello de varias personas, aún con mucha vida por delante, con una risa de placer y satisfacción. Es en ese momento cuando me acuerdo de mi futura aliada, Lesa, y me aterra un poco la idea de que ella sea uno de esos tributos que ya han fallecido. He estado tan concentrado pensando en aquello con lo que tenía que hacerme, que ni siquiera he mirado si estaba a salvo o si necesitaba mi ayuda. Otro cañón más suena y eso me hace parar y mirar hacia el baño de sangre.

Diversas personas se mueven deprisa hacia la subida del terreno donde varias personas están ya enganchadas intentando escapar de las fauces de la muerte. Otras están tan inmóviles en el suelo, que sería imposibles despertarlas de su oscuro letargo. Están muertos. No consigo reconocer a Lesa entre ellos, pero tampoco lo hago con los que están huyendo. ¿Es posible que ya haya llegado arriba y ahora esté corriendo para esconderse? ¿Y si yace sin vida pero no consigo verla? Sea lo que sea, no puedo descender y buscarla por un lugar donde el peligro te acecha por todas partes. Tengo que seguir mi camino pensando en que Lesa está bien por el momento.

Más cañones suenan y cada vez quedan menos tributos. He dejado de contarlos porque sé que son los suficientes como para mantener a los espectadores delante de los televisores sin pestañear para no perderse ningún detalle, un sonido que aplauden cada vez que lo escuchan porque es lo que han estado esperando todo el año.

En el baño de sangre siempre muere la mayoría de nosotros ya que deseamos hacernos con las armas más valiosas. Además, Los Vigilantes siempre coloca lo más codiciado cerca de la Cornucopia, por lo que la batalla, al igual que el disfrute y el entretenimiento, está asegurada.

 -¡Odair!-

Estoy a solo unos metros de salir de aquel agujero cuando una voz que reconozco en seguida por haber pasado todos mis días aquí cerca de ella, grita mi nombre. De repente, un dolor punzante en el muslo me hace gruñir y noto como un líquido me baja por la pierna. Sangre. Me giro y me percato de que Kelly está abajo, mirándome y moviendo entre sus manos algo redondo y puntiagudo, un objeto que mueve airosamente para lanzármelo de nuevo. Sin embargo, consigo moverme con dolor lo suficientemente rápido para que solo me roce la mejilla izquierda.

Recuerdo el momento donde me dijo que ella no acabaría conmigo. ¿Dónde queda ahora esa dignidad con la que quería volver, si ganaba estos Juegos, a nuestra casa porque ella no habría tenido que matarme? Esas palabras formarían parte de un plan donde la principal actividad era hacer que me confiase y me concentrara en otras personas. Lo que más me molesta de esto es que, por culpa de esa idiotez, ahora mismo podría estar muerto. Por culpa de eso, habría dejado para siempre vacíos esos brazos que me esperan. Por suerte, Kelly no es tan buena como lo pensaba con las armas a distancia y solo estoy herido, aunque todavía estoy en un serio peligro.

Más cañones suenan en el día caluroso y veo ahora como un grupo de cuatro personas se dirigen hacia aquí. Todo mi cuerpo se pone en tensión y en alerta cuando veo que los otros tributos profesionales van a por mí y se lo estoy dejando demasiado fácil.

Kelly ha gastado su munición, por lo que aprovecho para sacarme el pequeño instrumento que tengo clavado en el muslo. Intento no gritar pero se me escapa una mueca de dolor cuando lo hago. Algunas gotas de sangre pintan la arena, transformándola en un marrón más oscuro.

-¿Le has herido?- Pregunta Dante, el tributo masculino del Distrito 2 cuando ve mi pernera ensangrentada.

-Déjame esto- Ella se acerca al chico y le extrae un cuchillo amenazador. Me doy cuenta de que Kelly esta realmente agotada pero no duda en subir para alcanzarme con la intención de rematarme.

-¿A dónde vas?- Le responde.

Con un gran esfuerzo, escalo los últimos metros que me quedan utilizando las manos y los pies a la vez. De vez en cuando la pierna herida a cedido y he tenido que arrastrarla hasta que he podido volver a utilizarla. Cuando llego a la cima, me veo obligado a  tumbarme bajo los potentes rayos del sol. Me inclino sobre mis codos y veo una herida limpia pero profunda. En un movimiento rápido, me descuelgo la mochila y la abro buscando algo que pueda detener momentáneamente la hemorragia, pero lo único que hay dentro son trozos de panes, bolsas con cecina, una cantimplora llena de agua y un cuenco de madera. Nada de vendas o ungüentos para heridas y el agua solo serviría para que la sangre fluya más.

Se acabó, todo lo que he conseguido no servirá para nada porque pronto los tributos profesionales me rodearán y empezarán a jugar conmigo hasta la muerte porque tampoco puedo alejarme de aquí lo suficientemente rápido para que no me alcancen. Mags, me tendrás que perdonar porque no podré volver a comer deliciosos azucarillos contigo; Lesa, tu porque no podré cumplir tu petición de mantenerte como eres hasta el final; Papá, mamá, vosotros por no volver a vuestro lado; Annie, no creo que jamás lo hagas por abandonarte y por no sentir de nuevo en mis brazos el consuelo cuando más lo necesitas, pero inténtalo, por mí. Me muerdo el labio y tapo mis ojos con el antebrazo, esperando así el momento en el que empiece a sufrir.

Ese momento, sin embargo, nunca llega. He pasado bastante tiempo pensando en todo lo que había tenido la oportunidad de sentir y vivir en catorce años, lo suficiente como para que los tributos profesionales estén aquí conmigo, pero nunca he llegado a escuchar ningún paso acercándose y tampoco ninguna voz discutiendo sobre las cosas que harían con mi cuerpo. Estoy solo y es en ese momento cuando vuelven conmigo las fuerzas.

No puedo rendirme tan fácilmente y no puedo terminar así. ¿Dónde se ha escondido ese Finnick valiente, fuerte y seguro de sí mismo? No puedo despedirme y abandonarlo todo, tengo mucho que perder y no quiero hacerlo solo por una herida en la pierna que casi no me deja andar. Tengo que seguir y, si tengo que sentir un enorme dolor, lo siento con tal de no defraudar a todos aquellos que confían en mí.

-Este año el Distrito 4 tendrá un ganador- repito las palabras que me dije a mí mismo antes de abandonar mi Distrito, solo que ahora lo hago en voz alta para que lo oigan todos.

Me vuelvo a inclinar pero ahora me siento y me quito lentamente la parte de arriba del traje. La piel de mi espalda y torso arden cuando están al descubierto, pero no me importa. Cojo uno de los cuchillos que todavía siguen enganchados en la correa de la mochila y rasgo la camiseta por la mitad. Con uno de los trozos, voy liándome la herida y termino en un nudo fuerte. La otra mitad la utilizo para cubrirme un poco la cabeza. Llego hasta una de las lanzas y la utilizo como apoyo para levantarme. Un pinchazo me recorre todo el muslo pero no me dejo caer al suelo.

Miro a mi alrededor y siento un alivio cuando me doy cuenta de que no toda la Arena es un terreno calcáreo. Un anillo verde, que se expande hasta donde no puedo ver, lo abraza y allí dentro veo nuevas oportunidades. Empiezo a andar con la ayuda de la lanza hacia el bosque de árboles con follaje abundante donde me resguardarían un poco del sol.

Es casi de noche cuando toco el primer árbol. Hace horas que la última gota de agua ha pasado por mi garganta y tengo los labios agrietados. Tenía la esperanza de que refrescara un poco al caer la noche, pero sigue haciendo casi la misma temperatura que ha habido durante todo el día. Camino un par de kilómetros más y me asiento en un cuadrado rodeado por altos árboles y lleno de plantas cerca de ellos, de las cuales solo reconozco algunas comestibles gracias al puesto que había en la sala de entrenamiento. Dejo la mochila apoyada en la corteza de uno de ellos y dejo caer la lanza. Desato los cuchillos y las navajas y corto con una de ellas el vendaje provisional que me he creado. Por suerte, la herida ha dejado de sangrar, pero sigue estando bastante fea. Si no consigo algo rápidamente podría coger alguna infección y, contra eso, no podría luchar.

No quiero moverme, así que cojo de la mochila una bolsa de cecina y empiezo a comérmelas una por una. He tenido una buena idea en hartarme de comer esta mañana porque he tenido que gastar demasiada energía en el camino hasta aquí. Enseguida me arrepiento de haberme comido ese alimento porque necesito agua y sé que todavía por esta zona no hay señales de ella. Estoy guardando la bolsa de plástico vacía cuando un sonido muy diferente a los que se han estado escuchando durante la primera ronda trae consigo  un paracaídas de seda de plata. Éste cae justamente a mi lado y observo una pequeña caja con una nota pegada en ella. No tardo en coger ese pequeño regalo y abro la nota.

"Sigue avanzando"

Cuando lo abro, lo primero que siento es gratitud. Un bote de cristal con un líquido blanco y unas bolsas de vendas es el contenido del primer regalo que los patrocinadores me han hecho. Con esto podré seguir mi camino sin tener que soportar un calambre constante en el cuerpo. He conseguido lo más importante, un grupo que estaría dispuesto a matar con tal de darme todo loq ue me haga falta, un grupo que me quiere ver como el ganador de estos Juegos. Me están dando oportunidades para no decaer y para que ellos puedan seguir viendo más de mí.


      Abro el frasco y, en seguida, un olor dulzón invade mis orificios nasales. Meto solo un dedo para impregnarlo de aquella sustancia y me lo voy esparciendo por toda la herida. Al principio noto un escozor, pero luego se me queda dormida esa parte y ya no siento nada. Me aplico una segunda capa para estar totalmente seguro de que lo hago bien y, posteriormente, desenrollo un poco de venda y corto la necesaria para tapar bien la herida.


    Estoy guardando mis nuevos recursos cuando aparece en el cielo estrellado el símbolo de Panem acompañado por el himno. Es la hora de conocer a los tributos que han fallecido en la primera batalla. Como pensaba, tanto los tributos profesionales del Distrito 1 y 2 siguen vivos. El primer número que aparece es el 3, y veo las dos caras de representantes de este año para ese Distrito: el chico que había dicho en la entrevista que sus padres se dedicaban a la programación y la chica que se puso demasiado nerviosa. Cuando veo el siguiente número de Distrito me quedo sin habla y casi sin respiración por apagar el movimiento de mi pecho abruptamente. Me quedo fijo mirando el retrato de la chica con el pelo negro azabache que se alza en la oscuridad.


    Kelly ha muerto.

lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 15

Aquella noche no hacía más que darle vueltas a mis palabras dichas en mi entrevista. Las repetí una y otra vez dentro de mi cabeza hasta estar seguro de que no me había dejado nada por detrás. Luego, pasé a pensar de nuevo en la Arena. Me imaginé ya allí, delante de la Cornucopia que se alza todos los años en el centro rodeado de un anillo metálico con todos los Tributos. Lo primero que haría es intentar agarrar algunos de los objetos que los Vigilantes dejan dispersos por todo el terreno, objetos que, si tienes suerte, pueden llegar a servirte mucho en un combate o para aguantar una dura noche.

Me quedé tumbado en la cama mirando hacia el techo un buen rato. Estoy seguro de que los Profesionales irán directamente hasta el interior de la Cornucopia a por las armas, comida, vendajes… para cargarse con todo lo que puedan y empezar a matar. Aprovecharé esa distracción y ese periodo de tiempo que me dejan para acercarme sin ser muy visto. Luego tendría que estar pendiente de los Tributos e ir yo a por algunas armas, aunque se trate de una de las dagas más pequeñas que pudieran existir. Si quiero seguir vivo, tengo que tener algo con lo que defenderme de los ataques.

En un momento después de cerrar varias veces los ojos, miré el despertador. Hacía horas que las entrevistas habían acabado y que todo el mundo se había ido a dormir aunque, como siempre, quedaba caminando por la calle el que se había pasado bebiendo hasta altas horas de la noche. Cuando mi mente volvía a estar en marcha pensando en los acontecimientos de mañana, me levantaba y daba un paseo por mi habitación intentando estar en calma y despejar la cabeza de cualquier cosa. Sin embargo, no aguanté mucho más cuando lo único que hacía era ir de la cama hasta la puerta, por lo que salí de allí.

A pesar de la hora que era, las luces estaban todavía encendidas pero no había ni rastro de ningún Avox. Caminé silenciosamente por la estancia, no queriendo despertar a nadie de su profundo sueño, y me dirigí hasta el salón. Como era de esperar, tampoco había algún Avox y eso me hacía estar incómodo. Me había acostumbrado a verlos moviéndose por todas partes que no tenerlos cerca de mí me resultaba extraño.

Me siento en el sofá y enciendo aquel aparato colgado en la pared con un mando táctil que se vuelve azul cuando pongo mi dedo sobre él. Tal y como me imaginaba, la programación es la repetición de las entrevistas y veo como Caesar está hablando con el chico del distrito seis. Mi padre se ha quedado siempre despierto en estas noches para descubrir puntos débiles de los tributos de otros años. Analizaba en silencio su discurso, su reacción a la multitud y se percataba sobre si tenía algún movimiento como tic nervioso.

Cuando ya lo tenía todo visto, eliminaba dentro de su cabeza a los que creía más débiles y no aguantarían el primer asalto. Nunca he sabido como lo hace pero casi siempre acertaba en sus predicciones y mucha gente ha venido a casa para preguntarle el nombre de aquél tributo que él consideraba ganador para apostar ilegalmente. ¿Habría visto algo en mí que yo no soy capaz de verme? ¿Esta vez diría mi nombre como posible vencedor? De repente me imagino a mi padre sentado en el sofá de nuestra casa, con los ojos rojos a causa del sueño mirando justamente lo mismo que yo. Pienso entonces en lo increíble que me parece que estemos tan lejos pero a la vez tan cerca.

El sueño todavía no aparece y me quedo viendo la entrevista de Lesa. Si sigo así de despierto, todo lo que me había costado conseguir podría irse a pique por quedarme dormido en la Arena, una forma estúpida de morir y perder. Sería entonces cuando se le tenga que dar la razón a Kelly sobre que no aguantaría demasiado, pero no a causa de mi miedo por ver como una jauría salvaje y furiosa se abalanzan sobre mí para arrancarme el corazón.

Veo en la televisión a una chica más menuda de lo que es en realidad a causa de su vestimenta. No entiendo qué clase de idea tenían en mente sus estilistas cuando comenzaron a crear el vestido pero, si querían hacerla ver adorable e infantil para dar lástima, lo habían conseguido. Mags me había aconsejado que formar una alianza es el mejor planteamiento pero, ¿y si matan a Lesa antes de hacerle la propuesta? Sé que soy yo el que tiene ahora mismo su vida en mis manos pero, si es rodeada en un inicio por dos tributos profesionales dispuestos a quitarla del camino, no podría protegerla. ¿O sí? Con uno de ellos podría perfectamente ¿y con dos? ¿Y si son más? Solo espero que Lesa huya lo más lejos posible y se esconda nada más escuchar el gong que da comienzo a los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre. Luego seré yo el que la busque sin temor de tropezarme con alguien por el camino y, si es lista y piensa en lo mismo que yo, la encontraré viva y acurrucada bajo algo que pueda ocultarla.

-¿Todavía despierto, querido?- Me había quedado tan absorto viendo a mi futura aliada que no me había percatado de que mi mentora vagaba por nuestro piso del Centro de Entrenamiento. Vestía una bata blanca que le llegaba hasta un poco más debajo de sus pequeñas rodillas y en sus pies calzaba unas zapatillas de algodón blanco con una suela de goma.

-He intentado cerrar los ojos y caer en el sueño, pero me es imposible- Suspiro.

-¿Te preocupa algo?-Pregunta Mags sentándose a mi lado.

Preocupación. Es un sentimiento que tuve cuando me despedí de mis padres y de Annie en el Edificio de Justicia del Distrito 4 el día en el que fui elegido como representante de mi distrito para los Juegos de este año en La Cosecha. Me preocupaba que se encerrasen en ellos mismos y se convirtieran en maniquíes con alma. Eso no era lo que me preocupaba ahora porque estoy seguro de que han vuelto a cobrar vida y siguen como siempre los he recordado sabiendo que les he dado un poco de luz. Esta preocupación que no me dejaba concebir el sueño me tenía como protagonista.

-¿Y si Kelly estaba en lo cierto? ¿Y si me quedo petrificado en la Arena sin poder reaccionar? Es posible que no pueda soportar la presión y…-

-Finnick, me has brindado la oportunidad de conocerte como persona. Eres fuerte, impulsivo, soñador, siempre vas a por lo que te propones y mejor que nadie se interponga en tu camino. Creí que ya habíamos hablado sobre eso y que lo tenías asumido. No te preocupes porque estoy segura de que no te vas a dejar matar tan fácilmente.

>> Cuando yo participé en los Juegos del Hambre hace bastantes años, mi inquietud se debía a varias preguntas. ¿Por qué la sociedad que ha nacido después de otra eliminada, que conoce el mundo muerto que antes existía a causa de guerras, pobreza y asesinatos, permite algo como esto como entretenimiento? ¿Es que no somos capaces de aprender ni aún teniendo libros con los hechos escritos? Teníamos una buena vida y creíamos en la posibilidad de vivir por fin en paz, pero todo volvió a su origen por otra guerra. ¿Por qué?-

-Porque volvimos a ser sometidos y el ser humano busca, por naturaleza, la libertad- contesto aunque no fuera una pregunta dirigida para mí.

-Sí, ahora conozco la respuesta pero las cuestiones no pararon hasta que no me dí cuenta de eso. Por eso me enfrenté y gané, para que la sociedad encerrada en una jaula tuviera a alguien que había conocido esa sensación y se la pudiera prestar-

No me puedo imaginar a una pequeña Mags en un mundo diferente al que vivimos ahora y tampoco el sufrimiento que tuvo que pasar cuando era consciente de que todo lo que había conocido y querido estaba siendo sumergido en agua. He leído numerosas cosas en el colegio sobre todo lo que existía antes, pero no todo el mundo podía acceder a ellas. Había grandes diferencias sociales, algo que se ha heredado y que se puede ver si comparamos la pobreza que vive en el Distrito 12 con el lujo y la elegancia que tiene el Distrito 1. Es un nivel totalmente inalcanzable para una persona que vive en el Distrito 12 y, ya te podrías pasar toda una vida trabajando, que no llegarías a conseguir ni el tres por ciento de la riqueza.

-El morir temprano en la Arena es una preocupación menor. Por supuesto que quiero luchar pero lo que más me dolería sería incumplir las promesas que ya he hecho. No lo puedo consentir-

-Te diré algo que quizás ya sepas. Tienes mucha gente a tu alrededor, más de la que te puedes imaginar. No solamente habitantes del Capitolio sino también tu Distrito, nuestro Distrito. Si no eres capaz de moverte, ellos te darán el empujón necesario para que des ese paso y, si sigues agarrando sus manos, llegarás lejos. Cumplirás esas promesas y otras más porque vivirás para seguir haciéndolas-

Me imaginé de nuevo en la Arena, de pie sobre el cilindro metálico esperando a que la cuenta atrás termine. Pero allí no estamos solamente los veinticuatro tributos, hay un gran número de personas a mí alrededor, mis padres detrás de mí vigilando mi espalda, Annie juntando su mano con la mía para darme más fuerza, los demás pescadores cargados con lanzas y redes, la gente del Capitolio con su dinero… No solo se enfrentarán a mí sino también a todos los que me apoyan y contra eso es imposible vencer. Esa inquietud interior que he tenido toda la noche se apaga de un soplido y es entonces cuando me doy cuenta de cuánto me calma la compañía de Mags.

-Tienes razón Mags. No estoy solo en esto-

-No querido. No lo estás-

De la televisión sale el himno del Capitolio y veo como todos nosotros estamos de pie escuchándolo. Después de eso, la repetición del programa termina. Cuando llego de nuevo a mi habitación después de despedirme de Mags, mi cuerpo empieza a ser víctima de las altas horas de la noche. Por eso, nada más tumbarme en la cama, puedo dormir las horas que quedan y descansar un poco antes de los Juegos.

Me despiertan cuando todavía está saliendo el sol por el horizonte para prepararme. Los Juegos empiezan por la mañana, dentro de unas pocas horas, y todos los tributos tenemos que estar listos para partir hacia la Arena. Aquí es donde tengo que dejar a aquellas dos personas que me han estado acompañando todos estos días y que se han convertido en una parte importante de mí, Mags y Maximian. Me entra algo por dentro cuando me doy cuenta de que tengo que volver a dejar algo perteneciente a mi Distrito atrás.

Maximian nos abraza a Kelly y a mí y sus últimas palabras son un deseo por volver a ver de nuevo, al menos, a uno de nosotros y que, si no conseguimos sobrevivir, que nuestra muerte no sea tan bruta como en años anteriores. Quiero decirle que si los tributos profesionales encuentran alguna forma para someterme, jugarán con mi cuerpo como festín y moriré únicamente de dolor, pero no lo hago. Mags es rápida y solo nos dice que hará todo lo posible por encontrar buenos patrocinadores que nos ayude a los dos.

Después de eso, solo mi estilista me acompaña al tejado, donde ya nos está esperando uno de esos aerodeslizadores del Capitolio que nos llevará directamente a la sala de lanzamiento, un lugar donde terminaremos de prepararnos.

El fuerte aire que produce aquél transporte volador me despeina y tengo que cerrar un poco los ojos para refugiarlos. Mi estilista me obliga a ir delante y, nada más tocar la escalerilla de subida, me quedo paralizado de la cabeza a los pies. Una vez arriba, la escalera no deja de sujetarme hasta que un hombre con una bata blanca, me inyecta un dispositivo de rastreo, para que los Vigilantes no me pierdan de vista en la Arena.

Mi estilista aparece por detrás de mí y una chica Avox –a la que ya había visto por nuestro piso- nos acompaña hasta otro cuarto donde está la comida. Como sé que me vendrá bien alimentarme –es posible que no pruebe bocado en todo lo que queda de día- como hasta casi reventar.

Después de un largo tiempo pasando por encima de varios edificios y adentrarnos en lugares en los que solo el Capitolio tiene permitido pasar, llegamos a la Arena. Mi estilista me acompaña por varios túneles altos y blancos, con lámparas colgantes del techo, una vez dentro de las catacumbas y entramos en una sala con un gran número cuatro en la entrada. Dos Agentes de la Paz se colocan delante de ella para vigilar la también salida. Me sorprende eso de que pongan tanta seguridad en un lugar del que no podrías salir ni aunque te dejasen las puertas abiertas de par en par.

Mi estilista recoge un único traje que se encuentra colgado de una percha. Es un conjunto de camisa y pantalón blancos, de dos telas cada uno. Por debajo se encuentra un tejido liso y fino y, sobre este, otro de redecilla.

-Los trajes son transpirables. Estos pequeños agujeros te ayudarán a soportar mejor el calor- informa señalándolos.

Bien. Ya voy conociendo algo de la Arena. Descarto la idea de paisajes fríos como montañas nevadas, ríos de hielo o nubes grises con aire gélido. Este año nos someteremos a altas temperaturas.

-Las zapatillas son un poco más de lo mismo- Acepto el calzado que mi estilista tiene en sus manos y, lo primero que noto es el frío de la suela. Les doy la vuelta y veo suelas de metal con pequeños salientes puntiagudos, ideales para pisar suelos duros.

-No han dejado nada más, así que…- Ella baja la cabeza para que no pueda ver sus ojos tristes por la despedida.

-Hasta aquí has llegado. Gracias por todo-

-Oh, pequeño- Me abraza inesperadamente. Tardo en reaccionar pero rodeo su espalda con mis brazos. –Ha sido todo un placer. Jamás me lo he pasado tan bien, he vuelto a ser una niña que se conformaba con las muñecas cuando quería trabajar en algo. Debería de existir más gente como tú-

Nos quedamos así hasta que me llaman para que me coloque en una placa de metal que hay en el centro.

-Yo también estaré apoyándote, Finnick Odair- me dice y es lo único que sale de su boca antes de que me rodeé un cilindro de cristal.

De repente, ese cilindro empieza a elevarme y, cuando estoy llegando casi al límite, la placa metálica me hace entrar al campo de batalla y a la visión de todo el mundo. Lo primero que hago es escuchar el espacio donde me encuentro, pero me desanimo un poco cuando no escucho ningún fluir del agua. No hay o, al menos, no está cerca de aquí. Como pensaba, los Vigilantes no me lo iban a dejar todo hecho. Ellos necesitan verme actuar de nuevo. Lo que puedo ver de la Arena es como pequeñas formaciones de piedra se abren sobre nosotros. El suelo es calcáreo, de un color más próximo al naranja que del marrón. 

Todos los tributos estamos ya al aire libre, el cuál es bastante pesado. Un enorme sol nos cae encima, achicharrando la parte superior de nuestras cabezas y las primeras gotas de sudor no tardan en aparecer. Los tributos profesionales están dispersos, un par de ellos a cada lado. Encuentro a Kelly a tan solo tres cilindros a mi izquierda de distancia.

Infinidad de cosas se reparten por el suelo, algunas más útiles que otras, como por ejemplo alguna sombrilla para refugiarte de la luz quemadora, protectores o unos  prismáticos. Me fijo en el interior de la Cornucopia y consigo distinguir cuchillos y lanzas. Tengo que hacerme con ellos como sea.

Claudius Templesmith, el presentador de los Juegos, habla con una voz firme y clara:

-Damas y caballeros, ya pueden empezar los Sexagésimo Quintos Juegos del Hambre-

Lo que le continúa es un número, sesenta, al que cada vez se le va restando un número. Cincuenta y cinco segundos para que tenga que empezar a correr. Si no consigo llegar a la Cornucopia para las armas y medicinas que en un futuro podría tener que utilizar, quizás algo de lo que hay en el suelo me pueda ayudar o proteger para obtener lo que quiero. Treinta y cinco segundos. Ahora mismo todo el mundo está pendiente de nosotros. La batalla en la Cornucopia siempre ha sido la más sanguinaria  y mortal, por lo que es un entretenimiento asegurado. Quince segundos. Miro hacia arriba y sé enseguida que será complicado escalar la roca para salir de este hoyo del suelo intentando esquivar a la vez el peligro. Espero que no sea todo igual allí arriba. Cinco segundos. Vuelvo a mirar al frente, a las armas y cierro las manos en puños. Tres, dos… ¡boom!

Una explosión a varios cilindros nos deja momentáneamente paralizados. A pesar de que el tiempo de espera para salir de las placas de metal ha llegado a su fin, nadie se mueve todavía. Una gran humareda de polvo nos tapa y pronto oigo el grito de una chica y el sonido de un cañón en el cielo. Cuando el polvo se dispersa, veo la escena. El cilindro está totalmente ensangrentado y lo único que queda de ese tributo es un trozo de su cuerpo. Siempre hemos sabido que los cilindros están rodeados de minas que explotan si alguien se adelanta en la salida.

        Solo pienso en una cosa: alguien se ha quitado la vida.