domingo, 5 de mayo de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 18

Los dos tributos del distrito 5 fueron los primeros en abalanzarse sobre mí, él con la espada en alto y ella preparada para usar la gruesa cuerda que su compañero le había confiado para atarme y no pueda hacer nada mientras ellos realizan su trabajo de acabar con un tributo más. Dejé la mochila en el lugar donde se había quedado tras quitármela para sacar las cantimploras, me mantuve alzando la lanza y había sacado uno de los cuchillos para defenderme. La chica se había quedado más atrasada y mi verdadera batalla estaba con el chico.

Su primer movimiento fue una estocada a gran velocidad y que yo esquivé por poco con la ayuda de la lanza, escuchándose el chischás que producían las armas cuando chocaban con su duro metal. En el momento en el que me recomponía, me percaté de que la espada era más pesada de  lo que mi contrincante era capaz de soportar. Cuando se giraba lo hacía con lentitud y ya ha estado a punto de caerse cuando corría hacia mí. Al provenir del distrito 5, el distrito de la energía, no son profesionales y no están acostumbrados a usar este tipo de herramientas. Ellos se dedican a estudiar la tierra o analizar para que todo vaya bien, algo que no es belicoso. Al contrario que ellos, yo si he tenido la necesidad de usar armas, lo que significa que tengo ventaja.

Me agacho rápidamente para esquivar la fina y afilada hoja de la espada que ya venía hacía mi cuello, dispuesta a abrírmelo, y derribo a mi rival dándole un fuerte golpe en los tobillos con la lanza. Este cae con un golpe seco y jadeando, soltando enseguida la espada que cae a su lado. Pronto estoy encima de él, sujetando sus hombros con mis rodillas impidiéndole realizar cualquier movimiento. Su mano busca a tientas por la tierra el puñal de la espada, pero está lo suficientemente apartada para que no pueda hacerlo.

En ese momento, clava su mirada en mí y veo lo que realmente siente en su interior. Pánico, horror. Tiene miedo de acabar su vida aquí, de dejarlo todo atrás, de no volver a reír, querer a alguien, sentir que estás volando cuando cierras los ojos y extiendes los brazos, rindiéndote al aire, incluso pasar momentos malos, como la pérdida de alguien. Me tiene miedo a mí, a la persona que le va a quitar todo eso si no hace algo pronto y, tal y como estoy, no puede hacerlo. Mirándome a mí me doy cuenta de lo mucho que he cambiado en el tiempo que he estado en el Capitolio. Siempre que veía los Juegos en la televisión de casa me hacía la misma pregunta: ¿cómo es posible que alguien pueda perder su humanidad y mate a una persona solo porque alguien desea ver eso? Ahora que soy un tributo lo sé. Porque nos obligan a ser su espectáculo. Si no matas, ellos te matan de alguna forma porque los estás desobedeciendo. Ellos me han convertido justo en lo que más odia Annie, en un jugador profesional capaz de satisfacer a un gran público.

De repente, una gran fuerza me derriba hacia un lado, apartándome del chico del distrito 5 y obligándome a soltar la lanza. Ruedo sobre mi cuerpo agarrado a otro por la delgada pero abundante hierba que pinta la orilla del lago, chamuscada por las puntas a causa de la luz del sol. La chica del distrito 5 acaba encima de mí con un movimiento preciso, apretando sus dientes con tanta fuerza para no soltar la cuerda, que creo que se va a hacer una herida en el labio. Luego, cuando está segura de que me tiene más o menos como yo lo estaba encima de su compañero, agarra la cuerda.

-¡Lo tengo!- grita ella hacia su compañero.

Este parpadea un par de veces hasta que vuelve a reaccionar después de dar por hecha su muerte y coge con sus manos temblorosas la espada. Si no hago algo pronto, seré yo el que pierda todo eso. Si tengo que ver como Annie deja de estar conmigo por haber hecho lo que voy a hacer, no me importa con tal de volver a mi distrito y poderla ver de nuevo caminar y sonreír a lo lejos. Lo que quiero es acabar cuanto antes con todo esto. La chica que tengo encima de mí está tan nerviosa que comente el primer error, un error que la condena a ella. Aprovecho esa distracción cuando deja de sostenerme para agarrar el cuchillo y clavárselo hasta que la empuñadura toca su piel, girándolo luego cuando ya está dentro.

Lo primero que se oye es un grito y luego cae a mi lado, soltando la cuerda y llevándose la mano hacia el hombro para quitarse el cuchillo. Al principio lo hace muy despacio pero luego opta por hacerlo todo rápido. Veo como la sangre mancha la hierba poco a poco y la piel de la chica pasa a un tono más pálido, como la piel de algunos de los habitantes del Distrito 12.

-¡Ybenna!- llama a su compañera el chico que mira horrorizado la escena.

-Acaba con él Jery, ¡deprisa!-

Él no se lo piensa demasiado y pronto está corriendo hacia mí. Me deslizo hasta llegar al cuchillo ensangrentado, la única arma que tengo por el momento. Veo como la lanza centellea con las últimas luces del sol que se funden con la oscuridad pero no puedo llegar hacia ella sin que el tributo del distrito 5 me alcance.

Justo en el momento en el que yo me preparo para su golpe, un ruido agudo procedente del lago nos hace detener. Primero nos miramos el uno al otro con extrañeza y, luego, desviamos nuestra mirada hacia allí. Ybenna tiene todavía la fuerza como para alzarse sobre sus codos y ver lo que está ocurriendo, uniéndose así a nuestras dudas sobre qué o quién ha sido el que ha emitido ese sonido. De nuevo, una especie de grito llega hasta nosotros y en el lago, que hasta hace unos momentos estaba tranquilo reflejando el cielo anaranjado, empieza a moverse unas ondas que se van agrandando a medida que avanzan.

A pesar de que la noche está más cerca, puedo ver como una gran mancha oscura se mueve con rapidez hasta nuestra posición. No tardo en darme cuenta lo que se nos avecina. Los Vigilantes tienen dos tareas: hacer unos juegos entretenidos y añadir extras a la Arena. Esos extras son conocidos como mutos, y uno se está acercando a nosotros.

-No puede ser- balbucea el chico.

-¿Qué sucede? ¡Acaba con él!- Pide la tributo que está tumbada herida.

-No, así no- Vuelve hablar como si no escuchara nada. Entonces y sin esperármelo, sale corriendo en dirección opuesta a nosotros, intentando llegar a los bosques, un lugar que lo proteja y esconda.

-¿Qué demonios está pasando?-

En ese momento, todo curre demasiado deprisa como para asimilarlo. Jery corre hacia lo que podría ser su salvación pero no llega muy lejos cuando un enorme tentáculo de multitud de ventosas color canela lo agarra por el vientre, creando sobre él una atadura que lo arrastra hasta el fondo del lago. Sus gritos se ahogan bajo el agua, la que se convierte por unos momentos en un tono rosado. Después de eso, un nuevo cañón suena.

-¡Jery!- Grita Ybenna con dificultad al decir la palabra. -¡Sácame de aquí, Odair! ¡YA!-

Miro hacia ella, quien tiene los ojos húmedos a punto de llorar por lo que acaba de presenciar y por pensar que ella puede ser la siguiente. Si hago lo que ella me dice, tendría que transportarla y eso podría ser mortal para los dos. Observo el lago y parece que vuelve a estar tranquilo, por lo que la dejo unos instantes allí tirada y voy a por mi arma, la lanza que todavía sigue abandonada en el suelo y la mochila, la que tiene las medicinas y los alimentos. Si consigo eso, podré curar su herida y dejarla ir por su propio pie hasta que me la vuelva a encontrar.

-Finnick, creo que esa cosa vuelve-

Paro al oír lo que me dice y me doy cuenta de que tiene razón. El ondeo en el agua vuelve a estar presente, pero ya no puedo ver bien la mancha oscura. Tengo que darme prisa. Corro todo lo que puedo hacia mis cosas y, cuando estoy a punto de coger la lanza plateada, escucho un grito de horror. Me giro y veo como Ybenna intenta desplazarse hacia atrás todo lo que su cuerpo la deja, huyendo del nuevo tentáculo que ha salido. Éste parece no tener fin y pronto está a unos pocos pasos de la chica.

Miro mis opciones y solo veo una: luchar. No puedo dejarla aquí y huir aunque sé que eso me conllevaría problemas en un futuro, pero dejarla morir así es incluso más cruel que matarla yo mismo. No lo pienso más y, con la lanza ya en la mano, corro para ayudarla. Por mitad del camino, el tentáculo agarra uno de sus pies y la levanta, haciendo que la sangre le gotee por el hombro. Ella grita desconsoladamente y cuando llego, clavo mi arma hacia el tentáculo que la está enganchando. El muto grita furioso, deshaciendo su agarre para dejarla caer en el agua.

Ella chapotea cuando tiene ocasión, pero su brazo herido no le ayuda demasiado. Cuando creo que el muto puede retirarse por unos momentos, vuelve a la carga sacando varios tentáculos hacia mi dirección, dispuesto a asestarme un golpe. Esquivo el primero de ellos arrojándome hacia un lado, pero en seguida tengo a otro justo encima. Para este, mantengo la lanza hacia arriba, por lo que su punta atraviesa la carne del animal. Emite otro grito más profundo y ensordecedor y es en ese instante cuando parte de su cuerpo sale a la superficie.

Ahora puedo ver perfectamente lo que los Vigilantes son capaces de crear. Sé que para hacer este tipo de animal se han basado en antiguas historias para dar miedo que normalmente se cuentan en mi distrito, el único que proporciona el hábitat correcto para este tipo de criaturas. Hay una que cuenta como uno de estos seres marinos hundía grandes navíos y se alimentaba de sus marineros, lo que le hacía ganarse el apodo del infierno del mar. Otras hablan de personas desaparecidas mientras paseaban por la orilla, quedando únicamente el rastro de su cuerpo siendo arrastrado por la arena. El cráneo de un enorme pulpo sobresale por encima de sus tentáculos que se mueven por todas partes. Su boca, una especie de pico con numerosos dientes, está en el centro de su viscoso cuerpo.

Estoy seguro de que, ahora mismo, estos Vigilantes están siendo vitoreados por los habitantes del Capitolio. Introducir este muto en los Juegos asegura entretenimiento y se estarán relamiendo los labios viendo que he sido yo, el tributo que procede de un distrito con mar y que ha conseguido bastantes seguidores, quien se ha encontrado con esta criatura. Ni en sus mejores pensamientos estaba la posibilidad de que esto les saliera tan bien.

Ybenna sigue nadando como puede hasta la orilla, pero el muto la agarra fácilmente en el agua y ataca nuevamente. Justo después de esquivar  dos de sus tentáculos, arrojo la lanza que sale disparada hacia su cabeza con todas mis fuerzas, esperando que con eso suelte a Ybenna. Pero cuando la lanza da en el punto que quería, la bestia chilla sin soltar a la chica del distrito 5. Ybenna grita con él, un sonido de miedo mezclado con el de la rabia y es entonces cuando un tercer tentáculo impacta sobre mi espalda, lo que me hace volar unos metros y caer rodando, dañándome el brazo que recibe el golpe. Al principio siento un tic eléctrico que recorre todo mi brazo, como si me lo estuvieran arañando. Luego se calma con un pequeño ardor.

Desde el suelo soy presente de cómo Ybenna es arrastrada hasta el fondo por ese muto. Quiero levantarme, pero el brazo sigue punzándome y un pequeño cuchillo no serviría de mucho. En poco tiempo, todo vuelve a estar callado y tranquilo, como si nada de esto hubiera pasado y se tratase de una pesadilla. Solo que ha sido real.  Me siento inútil e impotente al ver como los vigilantes se llevan otra vida delante de mis narices. 

Sé que el muto no volverá, los vigilantes no quieren eso porque matarme sería un fallo. Primero escucho mi acelerada respiración, luego las burbujas del agua y, en tercer lugar, un cañón.

Me quedo inmóvil tumbado hasta que las estrellas, brillantes como pequeños diamantes, aparecen tras el escondite de la luz. He perdido la única lanza que me quedaba, inundada también junto con los cuerpos de dos tributos asesinados brutalmente. Si esto para ellos es diversión, para mí es crueldad. Siento rabia, rabia por todo lo que nos hacen vivir. Si hubiera luchado un poco más, quizás ahora Ybenna y Jery estarían vivos pero, ¿para qué? ¿No es ese el final de los Juegos? ¿Morir o matar? Pues si eso es lo que han estado esperando de mí desde que esto comenzó, a partir de ahora se lo daré.

Me estoy levantando poco a poco, aguantando la presión dolorosa del brazo, cuando un tercer paracaídas llega hasta mí. La seda plateada resplandece el suelo cuando la luna se refleja en ella y me quedo con la boca abierta de ver que no se trata de comida, ni agua ni medicinas. En la historia de los Juegos del Hambre, pocos han sido los tributos que han recibido un arma por parte de sus patrocinadores. Conseguir una es de por sí cara y, cuando sujeto el regalo, comprendo que está ha sido bastante cara, solo al alcance de unos pocos bastante adinerados. Con ella viene una nota de Mags, algo que me anima en este triste y agotador día:

La fuerza escondida en la unidad brotará en la victoria”

Entre mis manos hay un tridente, pero no uno de esos que utilizaba de pequeño. Mi padre me regaló uno por mi octavo cumpleaños, de madera y bien tallado, y que siempre llevaba conmigo cuando íbamos a pescar peces más grandes. Este tridente es alto, más que yo, y  ligero, perfecto para lanzarlo e ir en dirección recta. El color es metálico y las tres puntas del final, la del centro más larga que las que se encuentran en los extremos, están bastante afiladas. Es frío al tacto, pero pronto se adecua a mi calor corporal. Un tridente es el arma perfecta para alguien como yo, y ellos lo han sabido desde que me han visto enfrentarme a este muto. Teniendo esto a mi lado, primero encontraré a Lesa y, luego, finalizaré estos Juegos consiguiendo la corona.


NOTA: La frase que utilizo para la nota "La fuerza escondida en la unidad brotará en la victoria" es anónima y no creada por mí. Con ello quiero darle el significado de que, usando el tridente, ganará los Juegos.

viernes, 3 de mayo de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 17

Once tributos muertos en el primer día durante el baño de sangre en la Cornucopia: la imagen del tributo masculino del distrito seis fue la siguiente en flotar en el aire, luego le siguieron la representante del distrito 7, la chica del 8,  la chica del distrito 9, el tributo masculino del distrito 10, el chico que se sentaba junto a Lesa en la hora de la comida durante los entrenamientos y solo miraba a sus rivales en la Arena y, por último, tres tributos de los dos distritos más pobres, la representante del 11 y el distrito 12. Once tributos arrancados brutalmente de las manos de sus seres queridos que ahora lloran su pérdida. Entre ellos está mi compañera de Distrito, Kelly.

¿Es por eso por lo que nunca llegó a mí cuando ya estaba tirado en el suelo esperando la llegada de los Tributos Profesionales? Me la imagino intentando llegar hasta mí para terminar rodeada de cuatro brutales asesinos, defendiéndose con el cuchillo que había conseguido pero sin ningún resultado. Ha acabado muerta. ¿La han matado por mí, por intentar acabar conmigo? ¿No era ese, al fin y al cabo, su plan? ¿Matarme? Han acabado con su vida por adelantarse, yo era su plato final, no el primero. Todo eso, todas esas muertes son a causa del siniestro juego del Capitolio y, aunque sé que yo no he hecho nada, me siento culpable por todas esas vidas perdidas.

Dejo que todo eso sea un poco sustituido por el alivio de pensar en Lesa. No está entre las primeras muertes y eso es, por ahora, lo más importante. Todavía puedo encontrarla en cualquier sitio y convertirla en mi aliada hasta que tenga que cumplir mí promesa. Eso no quiere decir que está fuera de peligro, si alguien la encuentra antes que yo, podría morir si no es capaz de defenderse. Desconozco también si está herida, porque los Vigilantes solo muestran los rostros de los fallecidos. En cuanto salga el sol, iré a buscarla.

Me paso toda la noche durmiendo a intervalos de treinta minutos, preocupado y en alerta por si algún tributo se acerca sigilosamente por la oscuridad y me remata. A pesar de que la luna está en lo alto, la densidad del follaje apenas deja que su claridad llegue hasta la tierra. Estudio de vez en cuando el terreno donde me encuentro, encontrando aberturas anchas por las que podrían caber fácilmente dos tributos a la vez. Llego a la conclusión de que, si sigo aquí parado, podría ser una presa de fácil acceso por lo que me tengo que ir en cuanto pueda. Llega un momento de la noche en el que la brisa es más fresca, agradable y soportable, parecida a la de mí Distrito.

Acabo estando despierto antes de la salida del sol a causa de la falta de agua. La pierna ya ha dejado de estar sin sensibilidad y, cuando me miro la herida, me quedo asombrado con la rapidez y facilidad con la que actúa el medicamento que me han dado. De ella solo queda ahora una cicatriz rosada que no duele ni nada. Me levanto cuidadosamente, aún teniendo miedo de que pueda ocurrir algo, pero no tardo en estar caminando e, incluso, me atrevo a correr de árbol a árbol. Está como nunca y eso me vuelve a aumentar las posibilidades de ganar estos Juegos.

Antes de partir para buscar un lugar más seguro y, si tengo suerte, a Lesa, desato dos cuchillos y una navaja de la mochila. Siempre es mejor tener las armas lo más cerca posible que puedas de la mano y enganchados en la mochila podrían no ceder. Me coloco la mochila de nuevo en la espalda, donde en su interior se encuentra ya la medicina. Camino en la dirección opuesta a la que entré, utilizando la lanza para apartar ramas y finas lianas de los árboles. A medida que avanzo, el paisaje es cada vez más estrecho y agobiante. El sol ha salido más temprano de lo normal y vuelvo estar empapado de sudor y más sediento que nunca. De repente, un nuevo cañón suena en el cielo pero no detengo mi caminata para pensar en quién puede ser el nuevo tributo que acaba de dejar este mundo.

Llevo recorrido un buen trecho teniéndome que parar para descansar más de lo habitual cuando un nuevo paracaídas aparece flotando con el aire. Éste se engancha entre los ramales de uno de los árboles, pero no me cuesta sacarlo de allí utilizando la lanza.

Sin ninguna nota por parte de mi mentora, me apresuro en abrirlo y allí me encuentro dos cantimploras del mismo tamaño que mis manos. Son de plata y están decoradas con un relieve de ondas y remolinos, lo que me hace pensar que es un artilugio caro. Cojo una con delicadeza y noto su peso. Están llenas y creo saber de qué. Desenrosco con rapidez y agilidad el tapón y vierto su interior sobre mi boca. Enseguida noto como el agua fresca recorre y baja por mi garganta, obsequiando a todo mi cuerpo con un frescor que ya daba por muerto. Mis labios vuelven a estar húmedos y pronto acabo con la primera cantimplora. Miro la segunda con dudas pero no me dejo caer en la tentación de abrirla y acabar con algo que es posible que me tenga que durar durante un par de días más. Acabo por guardar la cantimplora en lo más fondo de la mochila, donde no la pueda ver a simple vista y continuo andando.

Ahora que estoy hidratado tengo más energía, lo que es algo bastante bueno. ¿Quién iba a pensar que desde un principio tendría a tantos patrocinadores detrás de mí? ¿Quién más habrá recibido algo? No creo que sea el único tributo, Haw tenía bastantes seguidores y los profesionales de los primeros distritos tienen todos los años patrocinadores que gastan su dinero en hacerlos ganar.

No dejo de estar atento y en alerta por si alguien sale de repente de su escondite y me atrapa, pero está siendo bastante tranquilo. Eso a la vez me incomoda, porque sé que a Los Vigilantes no les gusta eso. Ellos desean acción en cualquier rincón y, si es cierto lo que pienso de que se han fijado bastante en mí, no permitirán que continúe mucho tiempo sin hacer algo. Además, todos mis seguidores están esperando a verme luchando o matando a alguien y ellos lo saben. Los patrocinadores pueden salvarte la vida pero también te la pueden complicar en unos Juegos.

Llegando casi a la caída de la tarde es cuando paro bruscamente. Un montón de hojas verdes se apilan cerca de unas ramitas chamuscadas de las que sale un olor a carne asada. Sin pensarlo, desenfundo uno de los cuchillos y sostengo la lanza de forma amenazadora. Alguien ha estado recientemente aquí y podría seguir estándolo. Avanzo sigilosamente hasta donde ha estado el campamento base y lo miro más de cerca. El aire a su alrededor está todavía algo cálido, pero parece que hace unas horas que se ha ido. Como quiero estar bien seguro, busco entre la maleza por si alguien está escondido. Lesa podría estar aquí.

En uno de esos momentos de búsqueda doy con algo que ya he visto antes. Un grupo de hojas verdes y brillantes con forma de un casi círculo nacen de la tierra. De su centro salen diminutas flores que algunas veces son blancas y, en otras, rosa pálido. Su nombre es Lechuga de Minero y hay bastantes por mi distrito. Mi madre las suele comprar recién recolectadas en el mercado para añadirla en las ensaladas, lo que le da a esta una textura crujiente y jugosa. He oído que también se pueden cocinar como las espinacas. Es una planta comestible y, si están por esa zona, solo significa una cosa: cerca hay agua.

Corto algunos tallos con el cuchillo y las guardo dentro de una de las bolsas transparentes vacías que tengo.  En poco tiempo tengo las suficientes como para aguantar, al menos, unos tres o cuatro días y si las voy racionando con los trozos de cecina restantes, podría aguantar más días con una alimentación decente. Camino zigzagueando por el terreno hasta oír, por primera vez en bastantes días, una corriente de agua. Cuando salgo de la arboleda, lo primero que veo es un gran lago de agua cristalina bastante tranquila. El sol todavía está en el horizonte, aunque el color del cielo está pasando cada vez a estar más oscuro. Más bosque se alza en el otro extremo del lago y, a lo lejos, está flanqueado por grandes montañas tan oscuras como el enorme vacío.

Me acerco hasta la orilla del agua y saco de la mochila la cantimplora vacía. Sumergiéndola completamente, la relleno hasta rebosar y es ahora cuando abro la otra y me la echo por encima de todo el cuerpo. Mi piel se relaja después de horas sufriendo los agresivos rayos solares. Cuando está vacía, la vuelvo a rellenar. Estoy guardando las dos cantimploras cuando oigo el crujido de una ramita cerca de mí. De forma instintiva me doy la vuelta para ver como dos tributos me están mirando.

-Te lo dije. Ese paracaídas no era para nosotros y ¡bingo! hemos encontrado a un peso pesado- La chica de ojos oscuros y pelo castaño es la primera en adelantarse. Yo le respondo alzando la lanza, lo que la hace parar por el momento. El chico no se ha movido de su sitio, pero es el que tiene las armas de los dos: una espada y una cuerda.

Recuerdo sus entrevistas, la primera vez donde supe de su existencia. En los entrenamientos no han sobresalido apenas, por lo que no les hice mucho caso. Son los representantes del Distrito 5.

-Al ser del mismo distrito decidimos crear una alianza. Si somos dos, somos algo más fuertes contra tributos solitarios, como tú. Y, si quedamos de últimas, este año el ganador sería del distrito 5- El chico del cinco es ahora el que me habla, pero no bajo la guardia.

-Nos estábamos yendo lejos de esta zona cuando vimos el paracaídas. Dimos media vuelta esperando encontrar al distrito seis u ocho, pero has sido tú, Finnick Odair del distrito 4 y eso es mejor aún-

Sin bajar la lanza, contesto.

-¿Porqué os habéis arriesgado? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de a mí, encontráis a los profesionales, una alianza más numerosa y mortal?-

-Sabemos que los profesionales no están por esta zona. Después de matar a tu compañera de distrito con sangre fría, recogieron todas las cosas que podían transportar y pusieron rumbo hacia el otro extremo. Evitamos en todo momento ir hacia allí pensando que todos los profesionales, incluido tú, os acomodaríais en una zona más abierta-

Así que se confirma que Kelly fue asesinada por los miembros de su alianza. Si ellos lo sabían, quizás también saben cómo murió y si alguno de los restantes está herido. Pero, en lugar de preguntar por eso, pregunto por algo más prioritario.

-¿Quieres decir que los que no sois profesionales estáis en esta zona?-

-Solo vimos a dos tributos correr hacia aquí: lo que queda del distrito 7 y del 10-

Eso era lo que buscaba saber. Lesa está en alguna parte de este enorme terreno, fuera del alcance de su temida muerte. Contando con que solo 4 personas más corrieron me mi misma dirección, la muerte de esta mañana podría haber sido en la zona de los profesionales. Estoy casi seguro de que Lesa sigue viva.

-En fin, creo que se acabó la conversación. Si estuviéramos en otro lugar, créeme que podríamos llegar a ser grandes amigos. Pero esto es cuestión de vida o muerte. No te lo tomes a mal, si quiero ganar, los demás deben morir. Tú debes morir- Dice el chico mientras desenvaina la espada y le pasa a su compañera la cuerda.

Si mis patrocinadores y Vigilantes se estaban cansando de esperar para ver como actuaba, ahora tienen una oportunidad para verme. Aquí tienen un doble espectáculo que nadie querría perderse. Aquí empieza mi primera batalla en la que vivo o muero y no pienso hacer lo segundo. Ha llegado la hora de matar.