lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 13

Maximian me despertó por la mañana. Su voz todavía sonaba distante cuando me llamó, como si parte de mí siguiera durmiendo, pero era capaz de entender lo que decía. Me ordenó que, cuando me vistiera y estuviera preparado, me reuniese con los demás en el comedor para empezar a crear el horario que debíamos seguir en estos días. Una vez tenida la sesión privada con los Vigilantes, no era necesario asistir más a los Entrenamientos, pero eso no quería decir que los Tributos podíamos tener algún tiempo libre. Todavía teníamos que hacer unas cuantas cosas antes de enfrentarnos al número final, donde corres y matas por la supervivencia.

Pensé en ese momento en la Arena. Ningún tributo sabía qué es lo que los Vigilantes nos tenían preparado hasta que no lo veíamos con nuestros ojos. En todos los Juegos que ha habido hasta ahora, solo cinco de ellos han sido difíciles para que nuestro cuerpo se acostumbre a sus condiciones. La Arena es otro elemento fundamental para los tributos. Si era un terreno que conocías, suponía otra ventaja pero si era al contario, mejor no moverse desde un inicio. ¿Será la de este año una Arena fácil de manejar? ¿Pondrán los Vigilantes un terreno acuático? Es lo que más me gustaría, pero sabía que los Vigilantes no iban a permitir que los Juegos fueran tan sencillos para dos tributos. Eso no sería divertido y enseguida estarían en el punto de mira.

Cuando llego al comedor, Mags, Kelly y Maximian ya habían empezado a comer. Una chica Avox me retira la silla con elegancia y yo me siento, agradeciendo su gesto con una mueca. Maximian me había dicho que los Avox solo estaban aquí para servir, no para escuchar palabras que puedan distraerles de sus labores. Hoy el desayuno es variado y yo cojo algo que nunca antes he tenido la oportunidad de probar, ya que en mis Distrito no se venden por ninguna parte. Es una torta redonda y fina de maíz que se suele rellenar con chocolate o con distintas piezas de frutas recubiertas con una generosa capa de nata.

-¿Qué son?- Pregunto a Maximian

-Crepes, un alimento que lleva existiendo desde antes de que toso sucumbiera-

Me serví un par de crepes más, cuyo interior era una explosión de sabores en mi boca. Kelly también se había decidido a probarlas pero ella no las degustaba como yo, prefería las tortitas de mantequilla.

-Finnick, Mags quiere empezar contigo- me informa Maximian apuntándome con el cuchillo.

-Espero que no te importe, Kelly-

-No, claro que no. Quería empezar con Maximian-

Mags y yo nos habíamos unido bastante. No sé si por necesidad mutua o porque era yo el único que requería de algo que me mantuviera de pie en este lugar, algo a lo que sujetarme. Me daba la impresión de que a Kelly le sucedía lo mismo con Maximian, ya que era el único que la entendía y la aguantaba cuando ésta se cabreaba.

-Durante unas horas, estaremos practicando un diálogo. Te enseñaré aquello que puedes decir y lo que tendrías que evitar-

-Luego, yo te enseñaré a comportante, como debes moverte y los gestos que debes hacer. Aunque se te da bien el conquistar a gente, te falta retocar algunos detalles- Termina Maximian.

Maximian le hizo ver a Kelly que la mejor idea sería que trabajasen en su habitación, donde nadie podía interrumpir la práctica y habría privacidad, algo que sabía que le gustaba demasiado. Mags y yo nos fuimos al salón, sin preocuparnos que algún Avox que pasase por allí pudiera oírnos.

-Habla de cómo te sientes en el Capitolio, de tu triunfal llegada y de tu primera visión de los habitantes. Sé amable, dedícale algunas palabras, incluso intenta hablar con parte del público. La audiencia querrá saber más de ti, no les prives de eso. Deja que sean ellos los que te manejen a su antojo. Si ellos quieren algo, tú se lo das.-

-¿Caesar dejará que haga eso?-

-Caesar hará lo que sea con tal de ayudar, querido-

Es cierto que Caesar siempre tiende a ayudar a los tributos. Hubo un año en el que la chica del Distrito 3 sacó una mala puntuación en la sesión privada con los Vigilantes pero, gracias al empeño de Caesar por hacerla ver diferente a lo que había demostrado –contó que, muchas veces, los tributos engañan a los Vigilantes para parecer débiles cuando era todo lo contrario-, consiguió Patrocinadores que creían esa teoría.

-¿Y si no hace las preguntas adecuadas?-

-Las hará. Caesar siempre ha seguido un único patrón de preguntas. Quizás haya alguna que tengas que improvisar en el momento, pero no supondrá ningún problema-

Pasamos las horas hablando entre nosotros, como si ya me encontrase delante de mi entrevistador y de todos aquellos ojos que necesitaban saber más de los que se iban a convertir en la atracción principal. Mags me realizaba las preguntas y yo contestaba de modo que pensaba que era el correcto. Más de una vez, ella me corregía y me obligaba a decir de nuevo la frase o daba otro sentido a las palabras para que sonaran más educadas sin cambiar el contenido.

Maximian y Kelly aparecieron por el salón cuando estábamos dando los últimos retoques, haciéndome ver que la hora de intercambiar los papeles había llegado. Kelly se sentó de mala gana en el sofá y no supe si era por lo que había hecho con mi escolta o porque no le agradaba ver a Mags ni hablar con ella.

Maximian fue el que anduvo por delante de mí durante todo el camino hasta mi habitación. De vez en cuando me hablaba sobre lo sorprendido que se había quedado al ver como Kelly era capaz de hacer por un momento de una elegante mujer, algo que jamás hubiera imaginado que vería.

-Temía con Kelly. Pensaba que se iba a ver bastante robusta pero tiene una silueta de chica muy bien definida- Ambos giramos por la esquina del pasillo, con Maximian indicando el camino con su dedo. Por un momento pude oler su fragancia a jazmín- Guarda eso como un secreto- me ordenó emitiendo una disimulada risita.

Trabajar con Maximian era lo más fácil que había hecho hasta ahora. Lo único que tenía que hacer era andar recto, mirando siempre al frente y evitar que mi mirada caiga hasta el suelo. Los hombros tenían que estar un poco hacia atrás y los brazos se debían de mover paulatinamente. El escolta me regañaba cuando deshacía mi postura, volviéndome a colocar debidamente.

-Cuando mires al público, sonríeles, como si se tratasen de un conocido de toda la vida al que ves después de mucho tiempo. Hazte querer, saluda discretamente, así- Maximian alza únicamente dos dedos de la mano, el índice y el corazón. -¿Sabrás hacerlo?- pregunta después.

-Sí- Imito lo que Maximian acababa de hacer.

-Estupendo. Creo que no se me olvida nada… ¡Oh, sí! Eso que hiciste en el Desfile, repítelo. Se sienten atraídos por ese gesto-

-¿Este?- Guiño sensualmente, recordando que las mujeres que me miraron en ese instante se volvieron locas.

-Exactamente ese- Maximian se acerca a mi –Entre tú y yo, si fuera una mujer, ahora mismo estaría tirada en tus brazos, Finnick Odair-

Los dos reímos durante los pocos minutos que quedan para concluir. Mags era la persona que me mantenía de pie, pero Maximian era la que conseguía sacarme una sonrisa a pesar de estar en un lugar donde unas manos manchadas de sangre son la la gran diversión, una felicidad que no tardaría en esfumarse sabiendo donde estaría en cuarenta y ocho horas.

La mañana siguiente empieza igual de ajetreada. Mi estilista interrumpe en mi habitación con su equipo adornando cada superficie del lugar con productos cosméticos, champús, cremas, mascarillas, objetos que pronto estarían sobre mí. No podían faltar los distintos nuevos trajes que habían sido colocados con sumo cuidado sobre la fina seda de las mantas de la cama que, una vez allí y con las manos, empezaron a planchar para quitar las arrugas que se habían formado.

En esta noche tiene lugar la entrevista de Caesar, por lo que los estilistas de todos los Distritos tienen una nueva oportunidad para crear buena impresión de su duro trabajo enseñando grandes diseños, únicos para nosotros. Ha habido años en los que los estilistas se han portado bastante mal en mi opinión, haciendo que las chicas llevasen vestidos voluptuosos y recargados, con flores silvestres que rodeaban toda la cintura hasta recorrer la columna vertebral para luego agrandarse en el cuello, como si fuese una bufanda exagerada de piel genéticamente modificada. Los chicos siempre hemos tenido más suerte en ese aspecto, ya que poco podías sacar de unos pantalones y una chaqueta, quizás alguna joya que sirva para darle el toque que le era necesario para brillar.

-Casi no pude dormir ayer pensando solo en este momento. ¿Sabes lo que significa?- Mi estilista no paraba de dar vueltas por mi habitación para hablar con su equipo. –Hoy es otro día importante, necesito que esto salga perfecto-

-Lo hará, estoy seguro- Le respondo para tranquilizarla.

-Lo sé, no podía tener a un tributo mejor, por el que casi todos morirían por tener- Sus ojos brillaban llenos de alegría. –Por fin mi trabajo de todos estos años se ha visto recompensado. Por lo que me han dicho, los estilistas de los demás tributos te tienen en el punto de mira y se están tirando de los pelos, ¡eso les pasa por haber hablado demasiado todos estos años!-

Pasamos toda la mañana y tarde preparándome para la ocasión. El equipo de mi estilista me untaba ungüentos por todo el cuerpo, para hidratar la piel me habían dicho. Para las manos utilizaban un spray que vaporizaba un líquido transparente como el agua y, en pocos minutos, las diminutas cicatrices que se habían formado a causa de la recogida de las redes cuando pescaba, se habían difuminado tanto que ahora eran imposibles de visualizar.

Mi estilista no pensó mucho en el traje que iba a llevar esta noche convencida que, cualquiera de los que ha diseñado, brillarían solos gracias a mi inusual atractivo. De todos los que había encima de la cama, cogió el del medio.

-Este será el perfecto para ti- me había dicho.

Después de que terminasen de añadir algo de polvos en mi cara para realzar un poco más los pómulos, me indicaron que me viera por primera vez en el espejo y les hiciese saber qué me parecía. Cuando lo hice, me trasladé hasta la habitación de mis padres, a aquella mañana donde mi madre me había llevado para prepararme para la Cosecha, apartados de todo el mundo que se movía a nuestro alrededor. La camisa blanca se ceñía por todo mi torso, pero las mangas caían por la parte de las muñecas. Los pantalones eran cómodos y mi estilita había añadido, por la parte de abajo una exactitud del bordado de la camiseta de mi padre, la que había llevado puesta hasta mi llegada al Capitolio, acompañado por líneas rectas de color naranja de las que salen otras más pequeñas hacia todas las direcciones. Supe enseguida que era un coral, o el intento de crear uno. Todo se conjuntaba con la hebilla del cinturón, una de las conchas más extrañas que había visto hasta ahora.

-¿Qué te parece?- Mi estilista tenía las manos juntas sobre su boca.

-Agradezco el detalle del bordado. Es increíble-Le hago saber, recorriendo con mis dedos la formas de las olas.

-¡Os lo dije!- dice, recriminando un poco a su equipo. –Sabía que ese detalle te iba a encantar, llevar contigo un pedazo de tu hogar. ¡Te dará más confianza!-

Me sentí más relajado, a pesar de los nervios que había cogido viendo como todas las personas que estaban conmigo no paraban de moverse y de comentar lo que esperaban de mí. Por una parte temía defraudarlos, es algo que no me perdonarían y no sería tampoco beneficioso para mí. Sé lo que es trabajar duramente para poder tener una recompensa final y no estaba dispuesto a echarlo todo por tierra. Tenía que sobresalir por ellos.

-Espero que seas ingenioso allí arriba- pregunta mi estilista conteniendo un chillido de felicidad, antes de salir de la habitación.

-Tanto que los eclipsaré- digo, encogiendo los hombros.

Cuando salgo del pasillo junto con el equipo de estilistas, una ola de cámaras y flashes me dejan ciego momentáneamente. Mientras me dirijo hasta el ascensor, el que nos llevará hasta la salida del Centro de Entrenamiento, me formulan una clase de preguntas que no puedo contestar, casi todas relacionadas con mi puntuación en la sesión privada con los Vigilantes. Mags ya me advirtió que otra gente trataría de conseguir alguna exclusiva pero que, lo que sucede entre los Vigilantes, se queda allí.

El ambiente se queda tranquilo cuando las puertas del ascensor se cierran. Echo un vistazo a mi compañera, quién estaba irreconocible. Una buena capa de maquillaje se había asentado en su cara, formando unos ojos más grandes a causa de las distintas sombras que habían utilizado. Un color rosado la hace parecer más pequeña y menos peligrosa de lo que es y su vestido, tan largo que hasta le tapa los pies, también combina colores para dejarles claro a la gente de donde procede.

-Recuerda, querido. Haz que esta noche sueñen contigo- Me anima Mags antes de tener que irse.

Cuando salimos, los tributos de los demás distritos están empezando a colocarse para formar una fila. En esta ocasión, las chicas van por delante de los chicos, por lo que ellas se colocan las primeras en cada distrito. El escenario se ha instalado en el Círculo de la Ciudad, justo enfrente del Centro de Entrenamiento, y está rodeado por unas gradas altas ocupadas ya por el público, algunos de los cuales usan más de dos sillas para albergar a más gente. Es un momento que nadie está dispuesto a perderse.

Sobre el escenario hay instaladas 24 sillas formando un arco y, en el centro, dos más, una para Caesar, el entrevistador, y otra para nosotros, cuando llegue el turno de cada uno. Allí nos someteremos a tres minutos de miradas, comentarios y nervios por parte de nuestros estilistas, mentores y escoltas.

En pocos minutos empezaremos a desfilar por el escenario hasta llegar a nuestros asientos. Empiezo a notar como la mayoría de los tributos me miran, algunos miedosos y otros interesados e intrigados, como si ellos también quisieran saber más sobre mí. No es algo que me sorprenda, cuanto más sepas de tu oponente más oportunidades tienes para poder derrotarle y es algo que yo también haría sin pensármelo.

Una música empieza a sonar y el público aplaude, encantado de que el programa empiece. Caesar entabla una conversación con los presentes, como hace todos los años y, en un momento, escucho a la gente decir mi nombre. Me centro algo más en las conversaciones y me doy cuenta de que no solo hacen eso, me están pidiendo, ansiosos e impacientes por volver a verme. Por un momento pienso sobre qué serían capaces de dar o hacer para tenerme cerca.

Cuando nos indican que podemos empezar a subir el escenario, yo lo hago energéticamente. Las luces de algunos focos se posan encima de mí, lo que provoca algo de emoción. Me doy cuenta de que las cámaras me enfocan por un instante, a modo de presentación y de un primer vistazo. En ese instante, sé que mi gran momento estaba a punto de empezar.

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