No sé cuánto
tiempo pasa hasta que el primer tributo sale disparado de su círculo metálico
hacia la Cornucopia. La chica que estaba cerca del tributo que ha muerto sigue
tirada en el suelo, llorando y con las manos manchadas de rojo en ambas orejas.
Dejo de mirar aquella escena sangrienta, propia de las que les gusta a los
habitantes del Capitolio y a los Vigilantes. Los Juegos no podían haber
empezado mejor, han tenido su estreno triunfal. Estoy acostumbrado a ver como
la gente se mata mutuamente, incluso ha habido años en los que las muertes han
sido bastante terribles, pero se me revuelve el estómago solo con pensar que
para ellos es una diversión ver a una persona destrozada. Estar tan cerca de
todo esto te lo hace ver de manera muy diferente.
Me obligo a
apartar todo eso y soy el siguiente en correr hacia la Cornucopia. En cuanto me
alejo un poco del anillo metálico, los demás tributos empiezan a reaccionar y a
moverse. Unos pocos huyen de esta zona, intentando salir del hoyo que es este
terreno, tan rápido como les es posible; otros son más valientes e intentan
conseguir algunos objetos de los que hay esparcidos para que les pueda servir
de ayuda más adelante.
El sol está
más furioso que nunca, enviando sofocantes y cegadores rayos hacia todas
partes. Nunca he sentido esta presión por todo el cuerpo, algo que te hace
mover más costosamente y más lentamente, ni siquiera en los días de verano
donde el sol en el Distrito 4 estaba más próximo a nosotros. Esto era algo distinto
y antinatural y soy consciente de que se trata de algún truco de la mano de los
Vigilantes. Pronto empiezo a tener los labios secos y me cuesta tragar mi
propia saliva. El aire parece agujas afiladas cortándote todo el cuerpo a
medida que avanzas y el traje de batalla no tarda en empaparse de sudor. Doy
gracias de que el tejido te refresque un poco.
Las personas
que van por detrás de mí empiezan a respirar ruidosamente, intentando aspirar
todo lo que pueden. Pero el aire es dificultoso hasta para eso. Haw, el primer
tributo en salir de ahí, llega al interior de la Cornucopia teniéndose que
apoyar en su superficie para tranquilizarse y tomar algo del aire fresco que
viaja por la sombra. Pronto empieza a coleccionar armas -cuchillos, espadas,
arcos y flechas- y se hace con mochilas repletas de medicamentos y alimentos.
Cuando estoy
cerca de su posición y de la Cornucopia, me dirijo hacia uno de los
lados, justo a tiempo para escapar, por el momento, de la visión de Haw cuando
éste se gira y vuelve a recorrer el camino ya hecho, solo que ahora está
equipado y dispuesto para quitar vidas.
No falta
mucho para que los demás tributos profesionales puedan acceder también a todo
este botín que ha sido meticulosamente colocado para nosotros, por lo
que no me lo pienso más y agarro un par de lanzas y una mochila donde engancho
las dagas y las navajas. Rebusco unos segundos más, pero todo lo que hay son
objetos grandes y pesados, algo que me supondría un esfuerzo doble en esta
Arena.
Me alejo de
la Cornucopia y avanzo ahora hacia los brazos rocosos para escalarlos. En ese
momento, un nuevo cañón suena en el cielo despejado. Un tributo más ha muerto.
Pruebo rápidamente las suelas de los zapatos sabiendo que los tributos que
tenía detrás de mí ya han llegado para coger cosas. Los pinchos de las suelas
se clavan fácilmente en la dura superficie, así que sujeto con fuerza las
lanzas colocadas sobre uno de mis brazos, me coloco bien la mochila en la
espalda y empiezo a ascender.
Otros dos
cañones hacen acto de presencia y la primera imagen que se me viene a la cabeza
es a Haw degollando el cuello de varias personas, aún con mucha vida por
delante, con una risa de placer y satisfacción. Es en ese momento cuando me
acuerdo de mi futura aliada, Lesa, y me aterra un poco la idea de que ella sea
uno de esos tributos que ya han fallecido. He estado tan concentrado pensando
en aquello con lo que tenía que hacerme, que ni siquiera he mirado si estaba a
salvo o si necesitaba mi ayuda. Otro cañón más suena y eso me hace parar y
mirar hacia el baño de sangre.
Diversas
personas se mueven deprisa hacia la subida del terreno donde varias personas
están ya enganchadas intentando escapar de las fauces de la muerte. Otras están
tan inmóviles en el suelo, que sería imposibles despertarlas de su oscuro
letargo. Están muertos. No consigo reconocer a Lesa entre ellos, pero tampoco
lo hago con los que están huyendo. ¿Es posible que ya haya llegado arriba y
ahora esté corriendo para esconderse? ¿Y si yace sin vida pero no consigo
verla? Sea lo que sea, no puedo descender y buscarla por un lugar donde el
peligro te acecha por todas partes. Tengo que seguir mi camino pensando en que
Lesa está bien por el momento.
Más cañones
suenan y cada vez quedan menos tributos. He dejado de contarlos porque sé que
son los suficientes como para mantener a los espectadores delante de los
televisores sin pestañear para no perderse ningún detalle, un sonido que
aplauden cada vez que lo escuchan porque es lo que han estado esperando todo el
año.
En el baño
de sangre siempre muere la mayoría de nosotros ya que deseamos hacernos con las
armas más valiosas. Además, Los Vigilantes siempre coloca lo más codiciado cerca
de la Cornucopia, por lo que la batalla, al igual que el disfrute y el
entretenimiento, está asegurada.
-¡Odair!-
Estoy a solo
unos metros de salir de aquel agujero cuando una voz que reconozco en seguida
por haber pasado todos mis días aquí cerca de ella, grita mi nombre. De
repente, un dolor punzante en el muslo me hace gruñir y noto como un líquido me
baja por la pierna. Sangre. Me giro y me percato de que Kelly está abajo,
mirándome y moviendo entre sus manos algo redondo y puntiagudo, un objeto que
mueve airosamente para lanzármelo de nuevo. Sin embargo, consigo moverme con
dolor lo suficientemente rápido para que solo me roce la mejilla izquierda.
Recuerdo el
momento donde me dijo que ella no acabaría conmigo. ¿Dónde queda ahora esa
dignidad con la que quería volver, si ganaba estos Juegos, a nuestra casa porque
ella no habría tenido que matarme? Esas palabras formarían parte de un plan
donde la principal actividad era hacer que me confiase y me concentrara en
otras personas. Lo que más me molesta de esto es que, por culpa de esa idiotez,
ahora mismo podría estar muerto. Por culpa de eso, habría dejado para siempre
vacíos esos brazos que me esperan. Por suerte, Kelly no es tan buena como lo
pensaba con las armas a distancia y solo estoy herido, aunque todavía estoy en
un serio peligro.
Más cañones
suenan en el día caluroso y veo ahora como un grupo de cuatro personas se
dirigen hacia aquí. Todo mi cuerpo se pone en tensión y en alerta cuando veo
que los otros tributos profesionales van a por mí y se lo estoy dejando
demasiado fácil.
Kelly ha
gastado su munición, por lo que aprovecho para sacarme el pequeño instrumento
que tengo clavado en el muslo. Intento no gritar pero se me escapa una mueca de
dolor cuando lo hago. Algunas gotas de sangre pintan la arena, transformándola
en un marrón más oscuro.
-¿Le has
herido?- Pregunta Dante, el tributo masculino del Distrito 2 cuando ve mi
pernera ensangrentada.
-Déjame
esto- Ella se acerca al chico y le extrae un cuchillo amenazador. Me doy cuenta
de que Kelly esta realmente agotada pero no duda en subir para
alcanzarme con la intención de rematarme.
-¿A dónde
vas?- Le responde.
Con un gran
esfuerzo, escalo los últimos metros que me quedan utilizando las manos y los
pies a la vez. De vez en cuando la pierna herida a cedido y he tenido que
arrastrarla hasta que he podido volver a utilizarla. Cuando llego a la cima, me
veo obligado a tumbarme bajo los potentes rayos del sol. Me inclino sobre
mis codos y veo una herida limpia pero profunda. En un movimiento rápido, me
descuelgo la mochila y la abro buscando algo que pueda
detener momentáneamente la hemorragia, pero lo único que hay dentro
son trozos de panes, bolsas con cecina, una cantimplora llena de agua y un cuenco
de madera. Nada de vendas o ungüentos para heridas y el agua solo
serviría para que la sangre fluya más.
Se acabó,
todo lo que he conseguido no servirá para nada porque pronto los tributos
profesionales me rodearán y empezarán a jugar conmigo hasta la muerte porque
tampoco puedo alejarme de aquí lo suficientemente rápido para que no me
alcancen. Mags, me tendrás que perdonar porque no podré volver a comer
deliciosos azucarillos contigo; Lesa, tu porque no podré cumplir tu petición de
mantenerte como eres hasta el final; Papá, mamá, vosotros por no volver a
vuestro lado; Annie, no creo que jamás lo hagas por abandonarte y por no sentir
de nuevo en mis brazos el consuelo cuando más lo necesitas, pero inténtalo, por
mí. Me muerdo el labio y tapo mis ojos con el antebrazo, esperando así el
momento en el que empiece a sufrir.
Ese momento,
sin embargo, nunca llega. He pasado bastante tiempo pensando en todo lo que
había tenido la oportunidad de sentir y vivir en catorce años, lo suficiente como
para que los tributos profesionales estén aquí conmigo, pero nunca he llegado a
escuchar ningún paso acercándose y tampoco ninguna voz discutiendo sobre las
cosas que harían con mi cuerpo. Estoy solo y es en ese momento cuando
vuelven conmigo las fuerzas.
No puedo
rendirme tan fácilmente y no puedo terminar así. ¿Dónde se ha escondido ese Finnick valiente, fuerte y seguro de sí mismo? No puedo despedirme y abandonarlo todo, tengo mucho que perder y no quiero hacerlo solo por una herida en la pierna que casi no me deja
andar. Tengo que seguir y, si tengo que sentir un enorme dolor, lo siento con
tal de no defraudar a todos aquellos que confían en mí.
-Este año el
Distrito 4 tendrá un ganador- repito las palabras que me dije a mí mismo antes
de abandonar mi Distrito, solo que ahora lo hago en voz alta para que lo oigan
todos.
Me vuelvo a
inclinar pero ahora me siento y me quito lentamente la parte de arriba del
traje. La piel de mi espalda y torso arden cuando están al descubierto, pero no
me importa. Cojo uno de los cuchillos que todavía siguen enganchados en la correa
de la mochila y rasgo la camiseta por la mitad. Con uno de los trozos, voy
liándome la herida y termino en un nudo fuerte. La otra mitad la utilizo para
cubrirme un poco la cabeza. Llego hasta una de las lanzas y la utilizo como
apoyo para levantarme. Un pinchazo me recorre todo el muslo pero no me dejo
caer al suelo.
Miro a mi
alrededor y siento un alivio cuando me doy cuenta de que no toda la Arena es un
terreno calcáreo. Un anillo verde, que se expande hasta donde no puedo ver, lo
abraza y allí dentro veo nuevas oportunidades. Empiezo a andar con la ayuda de
la lanza hacia el bosque de árboles con follaje abundante donde me
resguardarían un poco del sol.
Es casi de
noche cuando toco el primer árbol. Hace horas que la última gota de agua ha
pasado por mi garganta y tengo los labios agrietados. Tenía la esperanza de que
refrescara un poco al caer la noche, pero sigue haciendo casi la misma
temperatura que ha habido durante todo el día. Camino un par de kilómetros más
y me asiento en un cuadrado rodeado por altos árboles y lleno de plantas cerca
de ellos, de las cuales solo reconozco algunas comestibles gracias al puesto
que había en la sala de entrenamiento. Dejo la mochila apoyada en la corteza de
uno de ellos y dejo caer la lanza. Desato los cuchillos y las navajas y corto
con una de ellas el vendaje provisional que me he creado. Por suerte, la herida
ha dejado de sangrar, pero sigue estando bastante fea. Si no consigo algo
rápidamente podría coger alguna infección y, contra eso, no podría luchar.
No quiero
moverme, así que cojo de la mochila una bolsa de cecina y empiezo
a comérmelas una por una. He tenido una buena idea en hartarme de
comer esta mañana porque he tenido que gastar demasiada energía en el camino hasta
aquí. Enseguida me arrepiento de haberme comido ese alimento porque necesito
agua y sé que todavía por esta zona no hay señales de ella. Estoy guardando la
bolsa de plástico vacía cuando un sonido muy diferente a los que se han estado
escuchando durante la primera ronda trae consigo un paracaídas de seda de
plata. Éste cae justamente a mi lado y observo una pequeña caja con una nota
pegada en ella. No tardo en coger ese pequeño regalo y abro la nota.
"Sigue
avanzando"
Cuando lo
abro, lo primero que siento es gratitud. Un bote de cristal con un líquido
blanco y unas bolsas de vendas es el contenido del primer regalo que los
patrocinadores me han hecho. Con esto podré seguir mi camino sin tener que
soportar un calambre constante en el cuerpo. He conseguido lo más importante, un grupo que estaría dispuesto a matar con tal de darme todo loq ue me haga falta, un grupo que me quiere ver como el ganador de estos Juegos. Me están dando oportunidades para
no decaer y para que ellos puedan seguir viendo más de mí.
Abro el frasco y, en seguida, un olor dulzón invade mis orificios nasales. Meto
solo un dedo para impregnarlo de aquella sustancia y me lo voy esparciendo por
toda la herida. Al principio noto un escozor, pero luego se me queda dormida
esa parte y ya no siento nada. Me aplico una segunda capa para estar totalmente
seguro de que lo hago bien y, posteriormente, desenrollo un poco de venda y
corto la necesaria para tapar bien la herida.
Estoy guardando mis nuevos recursos cuando aparece en el cielo estrellado el
símbolo de Panem acompañado por el himno. Es la hora de conocer a los tributos
que han fallecido en la primera batalla. Como pensaba, tanto los tributos
profesionales del Distrito 1 y 2 siguen vivos. El primer número que aparece es
el 3, y veo las dos caras de representantes de este año para ese Distrito: el
chico que había dicho en la entrevista que sus padres se dedicaban a la
programación y la chica que se puso demasiado nerviosa. Cuando veo el siguiente
número de Distrito me quedo sin habla y casi sin respiración por apagar el
movimiento de mi pecho abruptamente. Me quedo fijo mirando el retrato de la
chica con el pelo negro azabache que se alza en la oscuridad.
Kelly ha muerto.
2 comentarios :
Te he estado leyendo y me gusta mucho^^ buen capitulo
¡Te sigo!
¡Muchas gracias Laura! Eres la primera persona que comenta y no sabía muy bien si le estaba gustando a alguien XDDD
También te sigo :)
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