lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 4

Intenté hacer lo que Mags me dijo, descansar. Lo único que conseguí hacer durante todo el trayecto hasta el Capitolio, fue dar vueltas sobre las sábanas finas, frescas y suaves de la cama, como si el vagón del tren no parara nunca de dar balanceos y mi cuerpo se moviera al unísono con él.

La cama era bastante ancha para que solo la ocupe una persona, era exagerada. Según mis cálculos, podría dormir en ella una familia de cuatro personas, contando con que dos de ellos fueran niños todavía en época de crecimiento. Es lo primero en lo que me fijé cuando abrí mi camarote, la gran cama cuadrada ubicada en el centro, pegada a la pared. Era más impresionante todavía con todos los cojines que le habían puesto para adornarla, grises y blancos y de formas circulares y rectangulares.

Al fondo se encontraba una ventana que ocupaba toda la pared, por donde podía ver el pasar de los árboles a gran velocidad, convirtiéndose en algo borroso para mis ojos. El follaje cambiaba a medida que nos acercábamos al Capitolio. Los de mi distrito eran verdes y, a medida que avanzábamos por los Distritos, su color fue distinto.

En el Distrito 3, el color era azul, pero no por ser su color natural, sino por el reflejo de la electricidad de sus numerosos aparatos tecnológicos; las hojas del distrito dos estaban espolvoreadas con una sustancia grisácea, procedente de la gran mina de grafito. En algunos momentos, podían verse pequeños pueblos dispersos alrededor de las montañas. El Distrito 1 era el único que había modificado algunas de los pétalos de las flores que coloreaban el terreno como un gran tapiz, solo para hacerlas parecer las piedras preciosas que trabajaban, representando así su industria.

Todo eso lo vi mientras estaba tumbado, pensando todavía en mi Distrito, en mi familia y en Annie. ¿Se habría ido mi padre de nuevo al mar, el único rincón del Distrito 4 donde puede estar tranquilo? ¿Se habría encerrado mi madre en casa y tirado toda la comida que seguro que ya habría hecho? ¿Y Annie? ¿Estaría paseando por las calles, sin rumbo y pensando en mí? Sea lo que sea y hagan lo que hagan, ellos están a salvo y eso es lo que importa ahora.

No pensé ni un solo segundo en mi llegada al Capitolio, en cómo me convertiría en una de las veinticuatro personas más vistas y alabadas por sus habitantes, en cuanto tocase las calles de la capital de la nación. Solo quería y necesitaba otorgar a mis seres queridos, todo el tiempo que podía en mis pensamientos, antes de que no pudiera pensar en otra cosa que no fuera en los demás Tributos y en técnicas para intentar vencerles.

-Finnick-. La voz de Mags sonó detrás de la puerta. –Sal de ahí, en pocos minutos estaremos en el Capitolio.

No le dí respuesta alguna ni me moví de mi sitio. Esperé hasta saber que Mags se retiraba hasta el vagón comedor, escuchando sus pequeños pasos y el sonido metálico de algo abriéndose. Todo estaba en silencio cuando me levanté y salí, sin ordenar ninguno de los cojines que había tirado al suelo cuando tuve la oportunidad. Si estuviera aquí mi madre, me hubiera dicho que nunca, jamás, se deja algo de valor en el suelo, como si fuera basura.

Me encontré a Maximian y a mi compañera de Distrito, mirando por la ventana. Mags estaba sentada en el mismo sillón –ahora tapizado en un color amarillo oscuro- observando a la nada, esperando a que el tren se detenga de una vez.

Podía oír ya el bullicio de la gente del Capitolio, que se reunían todos los años por estos días, para recibir entre aplausos, saludos y vitoreos a los Tributos de Los Juegos de este año. Estaban eufóricos, algunos silbando y riendo fuerte, y podía ver un mar de manos saludando, a través de la ventana. El tren se detuvo en ese momento.

Maximian se colocó la americana, que había resultado meneada y descolocada después de que Kelly le zarandeara por la emoción de estar ya en El Capitolio. Mags seguía sentada, ahora podía ver que tenía otro vaso de zumo, esta vez de naranja, al que le daba pequeños sorbos ininterrumpidamente.

Yo esperé de pie, sin acercarme demasiado a la ventana. Ahora podía ver también algunos de los tocados extravagantes que se ponían las mujeres del Capitolio. Eran de colores vivos, verde limón, cobalto, agua marina y algunos mezclaban varios colores para obtener algo muy llamativo.

Mags se levantó cuando terminó con el zumo. Maximian se dio cuenta de ello, por lo que cogió a una Kelly entusiasmada, por el brazo y la acercó a mí, quedándose fija a mi lado.

-Ahora bajaremos del tren. Habrá gente que querrá algún gesto por vuestra parte. A partir de aquí comienza la carrera para conseguir patrocinadores. Comportaros y sed amables-. Maximian parecía más nervioso de lo habitual. Podría imaginarme su temor a que cometiésemos algún error.

Tener Patrocinadores era algo clave para los Juegos. Son los que se gastan el dinero para ayudarte, enviándote, por ejemplo, comida cuando el terreno no es muy apto para los animales y te mueres de hambre, o algo que puedas utilizar, como armas, cuerdas o cualquier otra cosa que te de ventaja sobre los demás Tributos. Los Patrocinadores son vitales, una pieza muy importante de Los Juegos, son ellos los que te guían hacia la victoria o los que te sentencian a morir.

Y, para cumplir mí promesa de volver a casa, tengo que ganarme a esa gente, porque Los Juegos no solo se tratan de la Arena y de matar a los demás Tributos; Los Juegos empiezan desde que pisas por primera vez el Capitolio.

-Al principio puede parecer algo agobiante-. Decía ahora Mags. –Ellos intentarán acercarse todo lo posible a vosotros. Dejadlos, será rápido. No nos entretendremos mucho, tenemos que llevaros ante vuestros estilistas, que os prepararán para El Desfile de Tributos de esta noche-.

-Iba a hablar con ellos de todas formas-. Contesta Kelly.

Como Profesional, sabe tan bien como yo que, ganar Patrocinadores, es fundamental y parece que ya tenía un plan hecho desde hace tiempo, seguro dicho por la gente que le ayuda a entrenarse en el Distrito.

-Así me gusta-. Maximian parecía estar muy orgulloso de Kelly.

Él ya ha tenido la oportunidad de ser el escolta de muchos Tributos que han resultado ganadores de Los Juegos del Hambre. Es importante para ellos que causemos buena impresión, ya que eso supondría conseguir unos buenos patrocinadores, pudiendo ganar así. Cuando esto sucedía, el escolta es el que acompaña luego al Tributo por el Tour de la Victoria, lo que le hace salir en programas de la televisión de Panem y realizar numerosas encuestas. Gracias a ello, podrían ser promovidos a un Distrito de mayor rango.

Es cierto que el Distrito 4 es uno de los más ricos, pero ser escolta del Distrito 1 o 2 era un nivel diferente, ya que ellos te proporcionaban una riqueza mayor de la que podría proveer el Distrito 4. Él nunca ha cambiado de Distrito y nunca sabré si alguna vez se planteó ese cambio. ¿Qué era lo que le encadenaba a mi Distrito y rechazar una vida más cómoda? Tampoco lo sabré nunca.

Maximian y Mags caminaban delante de nosotros. Empezaba a estar algo nervioso, es como cuando vas por primera vez a la escuela y no sabes qué es lo que te espera. Pero esto era más como un examen de nivel, si suspendías, estabas condenado.

En cuanto se abrieron las puertas del vagón, la multitud de gente gritó más alto, sin temer a que luego perdieran su voz. Aplaudían y saludaban, algunos incluso empezaron a extender la mano para tocarnos. Éramos los nuevos héroes de Panem y todo el mundo quería tenernos cerca.

El flash proveniente de una cámara me dejó ciego momentáneamente. A partir de ahora, serías la portada de todo periódico de Panem y saldrías mencionado multitud de veces por televisión. Nos estábamos dando a conocer.

-¡Finnick!-. Oí mi nombre entre la mitad del gentío. Me sorprendí, pero eso significaba que ya había gente que se había fijado en mí. Solo pensaba en conseguir Patrocinadores rápidamente, por eso respondí con una sonrisa abierta.

Enseguida recibí el agradecimiento de mi saludo, con mujeres cantando mi nombre acordemente. Todas ellas llevaban esos tocados llamativos y sus vestidos eran desiguales por algunas partes, de un color igual o que combinaba con el de los aderezos y de una tela que jamás había visto entre la gente más rica de mi Distrito, solo era alcanzable para los habitantes del Capitolio.

Decidí empezar el juego ahora. Saludaba y sonreía a todos los que podía y llegaba, como si fuera lo único que me quedaba por hacer en la vida. Hablaban entre ellos y aplaudían cada vez más, contentos y conformes. Poco a poco mi nombre llegó a bocas de más habitantes y yo me marqué mi primer objetivo de Los Juegos: vencer a mi compañera y a un Tributo en algo que le haría mucho daño y me daría a mí un enorme impulso, ganando gran cantidad de Patrocinadores aquí.

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