lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 6

Mi estilista daba vueltas a mí alrededor, con una aguja en la boca, buscando detalles en el traje que hayan podido estropearse durante el camino hasta la gran sala circular. Para ella era importante la perfección y el estar impecable, no podía fallar delante de todos los habitantes del Capitolio.

-¡Eso sería imperdonable!- Le había contestado a Maximian después de que éste le pidiera que nos dejase tal y como estábamos. Había cogido un gran enfado, reprochándole que ellos jamás se meten en el trabajo de un escolta, por lo que los escoltas no se deberían de meter en sus asuntos. Al final, Maximian acabó mirándonos en silencio.

Ella se agachó una vez para darle unos últimos puntos a los bajos de los pantalones, ya que no se quedaban doblados como debía ser para que no se arrastraran por el suelo y así, no se estropee la tela.

No sé cuánto tiempo estuve metido en la habitación probándome los distintos trajes que había llevado, a mí me parecieron siglos. Cuando dábamos con uno que le entusiasmaba, después de unos retoques –desconozco cuántos habrá hecho en este día- no le parecía el adecuado, así que me tenía que probar otro. Así estuvimos hasta que dimos con el que llevo puesto: unos pantalones anchos azules que, a medida que ascendía el color, se iba degradando en un verde marino, representando el mar del Distrito 4 y una especie de capa, hecha de las numerosas plantas acuáticas de mi Distrito, entrelazadas unas con otras y formando hileras, como trenzas, que luego se unían con más. El torso me lo habían bronceado más con pintura, cogiendo un color caramelo propio de los que están demasiado tiempo bajo el sol.

Pero, a pesar de todo, la verdadera batalla se encontraba entre la estilista y mi pelo. Había llevado consigo un mejunje transparente que no paraba de untarlo con mi revoltijo.

-No consigo que se quede como quiero que lo haga. ¡Debería parecer la puesta del sol, no un churro!- Me decía mientras me aplicaba más capas. –No entiendo como podéis vivir en un sitio con tanta humedad. ¡Mira lo que pasa!-

Después de ponerme el traje final, ella había dicho que el color de mi pelo era fantástico para representar una puesta de sol, por eso quería dejarme los mechones de la parte más alta algo más elevados, como si fueran los rayos que dejaba aquella estrella por todo el planeta. Pero por más que se esforzara en hacer eso, no lo conseguía. Mi pelo volvía a su estado natural cuando pasaba un tiempo después de la aplicación, hasta el punto en que ahora parecía un nido de pájaros, con ese embrollo de  pequeñas ramas.

Al menos, yo no era el único de la sala con problemas en el traje. Kelly había aparecido con algo similar a lo que yo tenía puesto –nuestros estilistas se habían puesto de acuerdo para que fuéramos idénticos- solo que ella llevaba una falda hasta las rodillas en lugar de pantalones y una especie de parte de arriba de bañador, cubriendo solamente su pecho y compuesto también de plantas acuáticas. La piel bronceada le quedaba extraña en comparación con su tono pálido. Es algo que los Profesionales también tenían, ya que se entrenaban en un lugar cerrado y nunca al aire libre, donde cualquiera podría observar sus técnicas y hacerlos algo más vulnerables.

Su pelo, al menos, se había quedado igual, negro como la tinta, pero con un mechón plateado y recogido hacia atrás. Supe en seguida que ella era la luna, el anochecer en la costa.

-No me he sentido más ridícula en toda mi vida- se quejaba Kelly.

-Shh… calla, calla- le contesta su estilista. Ella también estaba dando vueltas a su alrededor, pero llevaba laca en lugar de fijador.

La sala donde nos encontrábamos era amplia y alta. Las paredes eran de un blanco reluciente, como si nunca se hubieran ensuciado desde que estaban allí. Al fondo había una gran puerta doble de hierro oscuro, la que conducía al exterior y por la que tendríamos que pasar cuando llegase la hora del Desfile. Por ahora, estaba cerrada con dos hierros colocados horizontalmente, pero pronto serían retirados.

En el centro de todo aquello estábamos todos los Tributos. Observé detenidamente a todos los que podía ver desde donde me encontraba. Los estilistas no paraban también de moverse, haciendo igual que los nuestros. Algunos se habían juntado y hablaban sobre sus trajes de este año, presumiendo de lo que habían conseguido hacer esta vez.

Dejé pronto de concentrarme en aquellas personas con extraños ropajes y cabellos coloridos y me fijé en los Tributos, en lo que realmente importaba. Era la primera vez que estábamos cara a cara y no quería perderme ningún detalle. Busqué entre la multitud a los que realmente había que temer, los profesionales del Distrito 1 y 2.

A los primeros que vi fueron a los Tributos del Distrito 3. Los reconocí enseguida cuando vi encima de sus cabezas un círculo de luz. Sus trajes eran brillantes y modernos, parecidos a los instrumentos que utilizan cada día en ese Distrito. Ellos no hacían mucho caso a lo que sucedía a su alrededor, solo estaban concentrados en lo que iba a suceder dentro de poco.

Después de observar a más tributos –los del Distrito 5 eran los más próximos a nosotros. El chico tenía el pelo rojo y la chica era rubia. Sus trajes parecían máquinas eléctricas, con muchos botones rojos. Ambos estaban nerviosos, o al menos, eso parecía después de mover repetidamente los brazos para quitarse tensión de encima; más al fondo pude ver a los del Distrito 7, ambos de aspecto parecido y todo su traje de color verde y marrón- di, casi al lado de la gran puerta, con los Tributos que llevaban sus trajes con algunas joyas engarzadas. El Distrito 1.

El chico era bastante alto y musculoso. Sus ojos de color marrón mostraban dureza. Se podía notar, con tan solo verle, la vida de entrenamientos que había llevado. Sabía que los Profesionales de los Distritos 1 y 2 serían oponentes fuertes y complicados. Pero no me daban miedo, ellos tenían las mimas posibilidades de ganar que yo y, si todo había salido bien y como pensaba, ya tenía cierta ventaja sobre ellos.

Él se percató enseguida de mí. Había pensado como yo y no se contuvo en mirar a todos aquellos que participarían en los Juegos, seguro pensando que serían rivales fáciles de asesinar. Pero cuando me miró, estaba intranquilo, como si supiera ya que le iba a dar demasiados problemas. Sabía cómo había actuado con la gente de El Capitolio y eso le preocupaba. Me había adelantado también a él y eso no le agradaba en absoluto. Pensé que, en cuanto comenzaran los Juegos, yo sería su primer objetivo y que, seguramente, ya habría pensado en alguna técnica para hacerse con el triunfo de su plan.

-Mira como te observa, imaginando que te está arrancando ya alguna extremidad- Kelly se había acercado a mí sin que yo lo notase, por lo que su habla me pilló desprevenido. Quizás tenía razón en eso, ella mejor que nadie conoce su tipo de pensamientos.

-No le tengo miedo- Contesté, imponiendo mi seguridad.

-Deberías. Somos muy crueles si queremos. Y él te odia, no se contendrá contigo una vez que te tenga atrapado en la Arena-. Notaba su alivio. Si yo era el objetivo del Distrito 1, ya no tenía que estar preocupándose tanto de ellos. Ahora solo tenía que mirar al Distrito 2.

-¿Y si resulta que soy yo el que los rodeo? ¿O si eres tú la que cae en sus manos?- Sus ojos me miraba sin pestañear.

-Ellos están interesados en ti. Llevas cavando tu propia tumba desde que llegaste, Odair. ¿En serio pensabas que no se iban a percatar de tu presencia? ¡Cualquiera lo haría si empiezas a llamar la atención!- Sonreía, triunfante por la conversación.

-La atención sirve también para ganar adeptos-. Mags había creado un hueco entre Kelly y yo. – ¿Crees querida chiquilla que, teniendo de su parte a un buen grupo de Patrocinadores, éstos van a dejar que muera? Es posible que Finnick haya llamado su atención y les haya quitado algo de poder. Por supuesto, un Profesional no permite eso y Finnick será el objetivo de muchos. Pero ya sabes la importancia de los Patrocinadores, lo bastante bien como para no tener que decírtelo-

Mags había callado a Kelly, quien la miraba frustrada y con la mandíbula apretada. Maximian se había percatado de su tensión, por lo que agarró a Kelly por el brazo y la llevó de nuevo con sus estilistas. Yo me quedé pensando en las palabras de Kelly. ¿Y si era verdad lo de que había cavado mi propia tumba y asegurado mi muerte tratando de conseguir patrocinadores? ¿Es que había perdido toda oportunidad de regresar con mi familia solo por intentar conseguir algo que podría haberme llevado hasta ellos?

-No pongas esa cara querido- Mags me sujetaba la mano cariñosamente. –No dejaré que ellos se salgan con la suya. Aprenderás a evitarlos y estar siempre un paso por delante de ellos, yo te enseñaré muchas cosas que te ayudarán- La miré a los ojos, unos ojos azules y tranquilos. Me relajé con ella. –Eso está mucho mejor. Seguro que tu estilista se hubiera cabreado si sales con esa cara-. Ahora estaba riendo y yo sonreí un poco al imaginar esa escena.

-Finnick, es la hora-. Maximian me llamaba desde atrás. Allí ya se había desplazado una de las carrozas de forja que habían estado colocadas en fila en uno de los lados de la sala. Ésta era movida por dos caballos blancos, con la crin adornada con un material brillante. Kelly estaba ya montada encima, haciendo caso omiso a mi llegada.

-¡Ah! Tu pelo me llevará a la locura- Mi estilista untó otra capa de fijador. –Rezaré para que dure… ¡Cuidado con eso, Maximian!-Se acercó a él corriendo y alzando la voz. Maximian me había ayudado a subirme a la carroza y, después, cogió la capa de plantas con fuerza para poder llevarla detrás de mí. Mi estilista le golpeó la mano y él soltó su agarre. -¿Quieres también tu volverme loca? ¡Hay que tratarlo con cuidado, sino todo habrá sido en vano-.

-No debería de haberme levantado hoy-. Decía mientras se retiraba y se colocaba junto a Mags. Había empezado a sudar y se limpió la frente con un pañuelo cian.

-Perfectos-. Ambas estilitas miraban emocionadas, con los ojos brillantes ante su obra. –El consejo que os doy es que no os mováis demasiado. ¡Y menos tu cabeza Finnick! Eso debe durar como sea… ¡Ah! ¡Ya se está bajando!-. su brillo había desaparecido y había empezado a protestar.

-Pues yo lo veo exactamente igual a hace dos minutos-. Maximian había contestado.

Mi estilista giró la cabeza bruscamente, buscándolo y, cuando lo encontró, le echó una mirada fulminante. Él se limitó a mirar hacia otro lado, fuera del alcance de ella.

Un par de personas se habían acercado a la puerta y habían retirado los hierros horizontales. La puerta se abrió con un ruido de arrastre, que después quedó apagado con el griterío de la gente, gritando de felicidad después de haber pasado horas esperando. Los carruajes se colocaron por orden de Distritos, empezando por el primero de todos. Éste empezó a moverse y ya estaba atravesando la puerta. Los demás empezaron a seguirles.

-¡Este es vuestro momento! ¡Disfrutadlo!- Fue lo último que oí. Los caballos empezaron a relinchar y a pasear. El sonido de los habitantes era cada vez más claro y fuerte. Eché un vistazo hacia Mags, la cual me saludó y me dio confianza con sus ojos. La segunda parte del juego estaba a punto de comenzar.

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