lunes, 22 de abril de 2013

Los Juegos de Finnick, Capítulo 9

Unos golpes en la puerta me despiertan. La luz que pasa a través del pequeño espacio que dejan las persianas por debajo se refleja en la pared, creando un mosaico de colores claros. Me quedo mirando fijamente hacia allí y me extraño, ya que no puede verse nada del exterior. Busco con la mano la familiar lamparita que ha sido parte de mi familia desde antes de que la gran ola llegara pero, en su lugar, encuentro un objeto ovalado y frío. Es entonces cuando recuerdo que estoy en la habitación del Centro de Entrenamiento, en El Capitolio. No en casa.

-¿Finnick?- Una voz suave y familiar me llama desde la otra parte de la puerta. Mags.

Me levanto rápidamente de la cama, tropezando un poco con una de las sábanas que había acabado por los suelos a causa de mi constante movimiento. No había podido dormir bien toda la noche, me desvelaba cada hora a causa de las constantes pesadillas que venían cuando cerraba los ojos -sangre y muerte- y luego me costaba conciliar de nuevo el sueño. Por eso es por lo que me he despertado desorientado, sin saber donde estaba.

Cuando abro la puerta, me encuentro a Mags con la mano levantada dispuesta a llamar de nuevo. La baja rápidamente cuando me ve. Su pelo blanco está hoy suelto y llevaba un ropaje que no le favorecía mucho pero que tampoco le quedaba mal, propio de El Capitolio pero sin ser tan llamativo y extravagante, como si hubiera sido creado expresamente para ella.

-¿Te he despertado?- Habla, todavía más bajo de lo normal.

-No- miento.

Mags pasa por debajo de mi brazo y se adentra en la habitación. Después de la cena de anoche, los dos habíamos acordado de quedar por la mañana para empezar a preparar la estrategia que debería de llevar a partir de ahora. En pocas horas, empezaría mi primer entrenamiento, algo que tendría que hacer, también, en los próximos días hasta que llegue el comienzo de Los Juegos del Hambre.

Esto tenía lugar en la parte más baja del Centro de Entrenamiento y allí estaríamos todos los Tributos. Es cierto que en el Desfile tienes la primera toma de contacto, donde los ves por primera vez y empiezas a hacerte una idea de tus rivales en la Arena, pero ahora es cuando realmente empiezas a conocerlos, saber cómo trabajan y cuáles son sus especialidades.

Por supuesto, Kelly no estaba con nosotros. Ella ya había dejado claro, en el tren que nos conducía hasta El Capitolio, que, aquello que tenga que decir Mags, no le iba a servir de nada, ya que sabía qué hacer en todo momento.

Además, Kelly jamás hubiera permitido que yo entrenase con ella. Era una profesional, alguien con sus propias técnicas, buenas o malas, todavía no lo sé y ella no dejaría que alguien las viera. Eso sería arriesgado, porque le permitirías a un rival buscar el punto flaco de todo eso y, si tiene suerte, poder encontrar como vencerlo. Y Kelly no eran de esas personas que te daban esa clase de ventajas.

Es por eso que mi mentora no había perdido el tiempo en insistir en que ella escuchara, al menos, un par de cosas y se había propuesto centrarse en mí, en alguien que apreciaría todo lo que pueda dar y que utilizaría sus conocimientos para seguir vivo.

Cuando alcé la persiana para dar claridad a la habitación, me di cuenta de que el sol estaba saliendo por el horizonte, acompañado de un cielo anaranjado y cian. Había poco movimiento por la ciudad, tan solo algunos coches pasaban. Pero cuando no lo hacían, las calles parecían vacías y sin vida, como si la guerra entre El Capitolio y el Distrito 13 siguiera en pie.

-En el entrenamiento, quiero que te centres en los tributos de los Distritos 1 y 2. Kelly no me interesa, podría sonsacarle alguna cosa sin problema- Mags se había sentado en una de las sillas que se encontraba cerca de una pequeña mesa circular de cristal.

-¿Qué hago cuando Kelly les diga a los demás que no soy tan fuerte como piensan?- Estoy seguro de que, después de lo de anoche, Kelly hablaría con sus compañeros Profesionales y me haría ver como un rival débil, nada que ver con lo que yo había mostrado hasta ahora.

-Deja que lo haga, que te haga ver una presa fácil. Ellos se relajarán y se confiarán más, pensando que ya no eres un digno rival.-Iba a decir algo, pero Mags me cortó. –Sigue mostrando todo lo que tienes, como si no pasara nada. Su pensamiento de superioridad les llevará al error-.

-De acuerdo-.

Arrimé la otra silla hasta donde estaba ella y nuestro plan empezó a cobrar vida. Primero acordamos que debería de empezar por el puesto de nudos, ya que es lo que mejor conoce y podría ir mirando a los demás de vez en cuando. Si empezaba a aburrirme, tenía permiso para coger algunas armas, lanzarlas y manejarlas, sin llamar mucho la atención.

Ya se podía ver el sol entero cuando Mags había empezado a enseñarme algunos nudos nuevos, para luego hacerlos yo y perfeccionarlos allí, los suficientes como para pasar gran parte del día en ese puesto y sin que nadie pueda molestarme. Sus manos se movían ágilmente creándolos, notándose con ello todos los años que ha estado haciéndolos. Me recordaba a mi padre, cuando empezaba la mañana de pesca entrelazando gruesas cuerdas con el blanco hilo, tensándolo y creando así fuertes redes, imposibles de romper por la corriente del agua o por los grandes peces. Siempre me ha fascinado la rapidez y la precisión con la que actuaba y lo mismo me estaba sucediendo con Mags. Lo único que podía hacer era mirar, atendiendo a todos los detalles que Mags me señalaba con cuidado.

-Aunque te enseñe cosas, aprende otras- me anunciaba, sin parar de mover los dedos, retorciendo con ellos el material que metía por huecos y luego apretaba. –Habrá buenos entrenadores dispuestos a instruirte para hacer trampas más fácilmente. No cambies de puesto o de actividad hasta que no lo tengas dominado. Tampoco olvides la tarea central.- Justo en ese momento, termina también el nudo. Perfecto.

Con todo lo que me había mostrado, había llegado a la conclusión de que era capaz de crear cualquier nudo, por muy difícil que resultara, sin casi ningún esfuerzo. Lo mismo ocurría con los anzuelos, que los hacía de cualquier cosa. Era algo asombroso de ver y eso me hacía ver que no podía haber tenido una mentora mejor. Si conseguía ganar los juegos, gran parte de eso sería gracias a su ayuda y a su apoyo, porque tener un buen mentor también es una gran ventaja.

-Creo que, por ahora, basta con eso- Mags se había levantado y volvía a poner la silla en su sitio. –Prepárate, porque pronto tendrás que bajar. Maximian te estará esperando en el comedor. Ya me contarás cuando regreses- Me aprieta la mano cariñosamente y, luego, abandona la habitación, dejándome de pie en mitad de ésta, con un mareo de instrucciones por la mente.

Me ducho rápidamente mientras sigo pensando en todo lo que Mags me ha dicho, intentando que no se me escape ningún detalle u olvide algo más importante. Cuanto más cerca está la hora de bajar, más nervioso me pongo, como si volviera a hace dos días, cuando estaba en la Plaza del Marine, antes de escuchar el nombre del tributo femenino. Lo desconocido es lo que me hace tener miedo y, aunque ya he podido ver a los demás tributos, realmente no sé qué es lo que me voy a encontrar allí abajo.

Maximian y Kelly ya están esperándome en el comedor cuando llego. Mi compañera lleva un traje distinto al mío, mucho más ceñido y de color oliva. El que había aparecido encima de la mesa de cristal de mi habitación –imaginé que un Avox había entrado cuando me estaba lavando y lo había colocado allí- era oscuro y, lo único de color que tenía, eran unas bandas blancas alrededor de los hombros.

-¿Listo?- me pregunta Maximian. Asiento.

Los tres cogemos el ascensor que nos llevará junto a nuestros rivales. Kelly está a mi lado, mirando al suelo y con cara de pocos amigos. Me pregunto si es la cara que siempre pone cuando está concentrada. Maximian tampoco dice nada, pero él tiene la vista hacia el techo del ascensor.

En poco más de un minuto, las puertas se abren, dando paso a una enorme sala, rodeada con soportes de metal blanco sujetando diversas armas, unas más pequeñas que otras y de distintas formas. Por el centro, hay varias pistas de obstáculos, parecidas a las que realizas, al menos, una vez en tu vida en una de las clases que das por obligación en el colegio.

En uno de los laterales, hay una sala abierta, donde ya están reunidos algunos Vigilantes, hombres y mujeres vestidos con los colores que más les gustan, sentados en sillas de madera y rodeados de mesas alargadas con tapetes blancos, llenas de fuentes de comida.

Éstos son los encargados de crear los Juegos del Hambre todos los años, diseñándolos y controlándolos. Tienen el poder de diseñar, incluso, alguna de las muertes de los Tributos. Su trabajo es entretener a los habitantes de El Capitolio y, si hacen unos juegos divertidos, su riqueza también aumentará. Somos sus piezas y ellos nos mueven como quieren.

Pero no pueden tomar sus propias decisiones. El Presidente Snow siempre tiene que dar el visto bueno, ya que si hacen algo que no gusta al Presidente, podrían perder su puesto o no acabar nada bien.

-Dadlo todo- Maximian parecía entusiasmado, pero aquella alegría se fue en cuanto las puertas del ascensor se cerraron.

No había muchos tributos cuando Kelly y yo nos colocamos en el centro formando un pequeño círculo alrededor de una mujer. Ella era alta y fuerte, diría que mucho más que los tributos Profesionales. Era de tez pálida, y su pelo castaño claro, estaba recogido en una alta cola de caballo. Sus ojos oscuros nos miraban a Kelly y a mí y, no me di cuenta de que sujetaba unas bandas cuadradas, hasta que no nos las ofreció.

-Poneros esto, Distrito 4-

La tela era suave y fresca. Su color es el mismo que el de mis tiras de los hombros y, en el reverso, había impreso un gran cuatro de negro. Esta era su forma de reconocernos, de saber quién es cada uno y a qué distrito pertenecemos. Es ahora cuando se fijan de verdad en nosotros y necesitan saber quiénes son los que más sobresalen. Me temo que esta vez no seré yo el centro de atención, no como lo fui en el Desfile. Porque no creo que, para los Vigilantes, sea divertido ver como una persona no hace más que hacer infinidad de nudos. Ellos buscan acción y tributos llenos de sed de sangre. Supongo que esto es lo que buscaba Mags, que los Vigilantes no se fijasen mucho en mí para darme más libertad. Si los Vigilantes están pendientes de los Distritos más fuertes, éstos tendrían que complacerles y mostrarían casi todo lo que tienen, dándome esa información que tanto tengo que buscar.

Poco a poco, el círculo fue haciéndose más grande. Allí estaban ya los Tributos del Distrito 3, los dos de la misma altura y sin apenas músculos, pero estoy seguro que de gran inteligencia; el Distrito 5, 6, 8 y 11, todos colocados por orden, igual que ayer en el Desfile. Los siguientes en llegar fueron los tributos de los Distritos 7 y 12. Me fijé en los del doce, demacrados y muy delgados. Su Distrito era el más pobre de todo Panem y los habitantes solían tener este aspecto tan triste, el propio de pasar hambre todos los días. Ellos solo han tenido un único ganador en toda la historia de Los Juegos del Hambre y creo que este año tampoco tendrán uno.

A los siete minutos de esperar, el ascensor dio paso al Distrito 9 y 10. La entrenadora también les entregó las bandas con su respectivo número de Distrito. Faltaban solo pocos minutos para empezar con el entrenamiento cuando aparecieron, por fin, los Distritos 1 y 2. Tanto los chicos como las chicas tenían los brazos descubiertos.

-Bienvenidos Tributos. Me llamo Lyla y seré vuestra entrenadora- Lyla nos mira fijamente a cada uno de nosotros, algo que me recordó al Presidente Snow. –En primer lugar, he de deciros que los entrenamientos comenzarán a las diez de la mañana. Asistiréis aquí durante tres días para prepararos y estar listos para el campo de batalla. ¿Lo habéis escuchado bien?-

-Sí- contestamos todos al unísono.

-Bien. Este gimnasio cuenta con todo aquello que necesitáis: espadas, hachas, dagas, arco y flecha o kunais, al igual que puestos específicos que pueden ser muy útiles en la arena, como el camuflaje, el puesto de nudos, el de plantas comestibles, para blandir espadas… Allí encontraréis a un instructor que os enseñarán cosas nuevas o a mejorar las que ya sabéis- Lyla señalaba cada puesto cada vez que decía su utilidad. –Para concluir, os recuerdo que no podéis pelear uno con el otro, no antes de los Juegos. Para ello se os proporcionará a un especialista en combate de cuerpo a cuerpo. ¿Alguna duda?- Ella lo pregunta en alto, para que todos nos enteremos, pero sé que eso va dirigido especialmente para los Tributos del Distrito 1 y 2. Nadie contesta, por lo que Lyla nos da el permiso para comenzar el entrenamiento.

Yo no pierdo ningún segundo y enseguida estoy moviéndome hacia el puesto de nudos. Allí me espera un hombre, de unos treinta años, con una sonrisa amplia, enseñándome sus perfectos dientes blancos.

-Tenía la esperanza de que vinieras, conociendo bien a tu mentora- Me dice él cuando estoy lo suficientemente cerca.

-Lo primero que me dijo es que viniera hacia este puesto-

El instructor no habló más y se puso manos a la obra. Empezó por enseñarme nudos que eran demasiado fáciles de hacer para mí, algo que comprendía sabiendo de donde procedía. En un momento me preguntó si estaba familiarizado con los nudos y tuve que explicarle que mi padre siempre ha sido pescador y que he tenido que ir a ayudarle muchas mañanas, de ahí que supiera hacer los nudos básicos. Después de eso, los nudos se iban complicando pero no tardaba en hacerlos. Quería que me pusiera un reto de verdad, algo con lo que podría entretenerme y empezar a observar a los Profesionales. Tuve que esperar diez minutos para que el instructor lo hiciera. Ya había visto este nudo antes, esta mañana, cuando Mags me lo había mostrado, pero eran de esos que solo una mano experta podía concluirlo.

Sin embargo, tener un reto no era como yo esperaba. El instructor no me quitaba el ojo de encima, atento a todo movimiento que hacía, por lo que me era casi imposible estar mirando por la sala, ya que él se daría cuenta y no creo que me dejara hacerlo. Perdí mucho tiempo cuando la suerte se puso de mi parte. La tributo del Distrito 10 se había acercado hasta el puesto de nudos, dispuesta a aprender algunos trucos. El instructor estaba obligado a dejarme solo y empezó a explicarle cómo se hacía un nudo sencillo cuando supo que ella nunca había hecho anda de esto. Esta era mi oportunidad.

No me costó encontrar a los Profesionales. Estaban en grupo, sosteniendo las armas más mortíferas que jamás he visto, tratando de intimidar a los demás tributos. Con algunos lo consiguieron, apartados y mirándolos con miedo, viendo a la vez como su esperanza se iba volando. Conmigo no era así. ¿Sería porque, al proceder de un Distrito de Profesionales, estaba acostumbrado a ver eso? ¿O porque yo también me veía como ellos, mortífero y sabiendo que puedo ganar los Juegos? ¿Era eso lo que me hacía diferente a los demás Distritos, mi fuerza y gran confianza en mí mismo?  Eso me llevó a preguntarme, ¿era yo también temido, pero de otra manera? A Kelly le había provocado eso, pero ¿y los demás?

El tributo masculino del Distrito 2 era el que hacía el movimiento. Sujetaba una maza y la movía como si fuera una pluma, ligera. La estampaba con gran fuerza sobre los maniquíes de polietileno, lo que hacía que las cabezas salieran disparadas. Su risa inconfundible me hizo saber que Kelly se encontraba entre ellos. Ella sujetaba un par de kunais –instrumentos que solo había visto en ilustraciones de antiguos textos-, haciéndolos rodar por su dedo índice. Pero no tiró ninguno de ellos, porque me vio observándoles.

Ella se acercó al tributo masculino del Distrito 1 y le dijo algo al oído. Este se irguió y también dirigió su mirada hacia mí. Los demás le imitaron y, en seguida, tenía a una manada de leones mirando a una de sus posibles presas. Me sentí incómodo en ese momento, se suponía que no tenía que llamar mucho la atención, así que volví al nudo, el que ya tenía casi listo.

Me pasé los minutos hasta terminando con solo una pregunta en mente. ¿Qué le habrá dicho Kelly?

-Excelente, has tardado, pero con un poco más de práctica, te saldrá en el tiempo estimado. A ver este- El instructor estaba a punto de empezar otro cuando le interrumpí.

-Me gustaría probar otras cosas. Volveré luego- 


Me había estado concentrando tanto tiempo que no me di cuenta de que los Profesionales se habían movido. Desde donde me encontraba no los podía ver, así que me moví hasta la estructura que contenía largas lanzas de plata. No me contuve a tocar una, hacía tiempo que no lo hacía. Dejé de utilizarlas cuando empezamos a usar otras herramientas para capturar peces veloces.

-¡Eh, Odair!- Una voz de chico me hizo girar. Me encontré a Kelly y al tributo del Distrito 1 a su lado, mirándome. Los Vigilantes también estaban atentos, dejando a un lado lo que estaban haciendo –Es la primera vez que voy a hacer esto-. Los dos ríen.

-¿Qué?- Contesto, sin entender lo que quiere decir. 

-Te prometo que, cuando esté visitando el Distrito 4 en el Tour de la Victoria, yo mismo le contaré a Annie, con todo detalle, como te maté-. 


Lo que siento al oír eso es difícil de describir, pero se resume en ira. Me quedo quieto, apretando tan fuerte los puños que podría hasta hacerme sangre. Mi mandíbula se tensa y mis ojos arden al imaginarme a ese chico cerca de Annie, hablándole, haciéndole daño con sus palabras e, incluso, tocándola.
 Miro a Kelly con odio, la única aquí, a parte de mí, que podría decir el nombre de Annie, el nombre de la persona que más quiero. Un nombre que no debería de pronunciarse porque ella no pertenece a este mundo, donde todo es muerte por diversión. Entonces comprendo que esto es el comienzo de la jugada de Kelly y es la respuesta a mi pregunta que hasta hace poco rondaba por mi cabeza. La respuesta es Annie, de ella estaban hablando. La única persona que puede acceder a mí y volverme vulnerable, mi debilidad, porque por ella lo daría todo.

Pero ahora y desde que soy un participante de los Juegos no era eso, era mi fuerza, el pensar en volver a verla es lo que me hacía seguir con todo esto y Kelly había empezado el juego mal. Si ella pensaba que me iba a ver como anoche al oír su nombre, se había equivocado.


-Sí, seguro que a Annie le gustará eso-

-No pronuncies su nombre con tu asquerosa boca- La voz me salía con fuerza.

-¿Cómo has dicho?- Él también se había puesto más serio.

Me acerco con rapidez hacia él y, sin darme tiempo a reaccionar, mis manos se colocan en sus hombros y lo empujo con gran fuerza. Su cuerpo da un par de pasos hacia atrás y vuelve a acercarse a mí, con la misma rapidez que había tenido yo. Su brazo se estira, intentando cogerme por la camiseta, pero lo aparto de un golpe. Oigo como gruñe, también enfadado y con ganas de pelear.

Entonces, lo único que se me ocurre para defenderme es utilizar lo que más tengo a mano, lo que hasta hace poco había tocado, haciéndome retroceder a esos momentos en las que la utilizaba. Yo mismo me había dicho que no volvería a utilizar una de esas. Jamás hubiera imaginado que me equivocaría y, menos, que sería en esta situación. 

Cojo la lanza de en medio, que se desprende del soporte con facilidad y, con un movimiento veloz, la tengo apuntando hacia el tributo del Distrito 1, con la punta de la lanza rozando su grueso cuello, justo por encima de la nuez. Él se queda inmovilizado al momento, analizando con intranquilidad la situación. Noto como una gota de sudor baja por su frente. Eso me dice que tiene un poco de miedo, mi reacción no la esperaba. Incluso Kelly está preocupada, temerosa.

 Por el rabillo del ojo veo como unos Agentes de la Paz y Lyla se acercan corriendo hacia nosotros.

-¡Retira lo que has dicho!- Grito con fiereza. -¡Retíralo!- Insisto cuando no obtengo lo que quiero.

Unas manos me quitan la lanza y me sujetan por ambos brazos, al igual que mi rival. Él intenta quitárselos de encima, para venir hacia mí. Yo no me resisto, pero los Agentes de la Paz no dejan de apretar sus manos, por si cambio de opinión.

-¡Ya basta!- Lyla nos grita primero a los dos. -¡Basta!- Ahora solo habla con mi oponente.

-Estás muerto Odair, ¿me oyes? ¡Muerto!- Esto lo tiene que decir gritando porque los Agentes de la Paz se lo están llevando lejos de mí.

No es hasta que me relajo del todo cuando los Agentes de la Paz me dejan suelto, pero no se marchan. No sé cómo he podido llegar hasta esta situación, cuando todo lo que tenía que hacer era observar, actuando como si fuera un fantasma. Ahora tenía miedo, ese que te entra cuando te das cuenta de que has hecho algo que no estaba permitido, pelearse con otro tributo. ¿Qué consecuencias tendría eso? Quizás si Mags habla con ellos, podría resolver algo... ¡Mags! ¿Cómo le diría y sentaría esto? Observo a los Vigilantes, todavía mirando hacia abajo. ¡Cuán equivocado había estado al principio! 

He sido justamente lo que ellos más deseaban, una persona diferente, llena de furia y que daba miedo a los rivales más fuertes, convirtiéndome en lo que más desean, alguien que tendría que luchar contra todo y como fuese para impedir que, lo que me había prometido el tributo del Distrito 1, no se cumpliera. Yo soy ahora el espectáculo principal.

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