Los dos
tributos del distrito 5 fueron los primeros en abalanzarse sobre mí, él con la
espada en alto y ella preparada para usar la gruesa cuerda que su compañero le había confiado para atarme y no
pueda hacer nada mientras ellos realizan su trabajo de acabar con un tributo
más. Dejé la mochila en el lugar donde se había quedado tras quitármela para sacar las cantimploras, me mantuve alzando la lanza y había sacado uno
de los cuchillos para defenderme. La chica se había quedado más atrasada y mi
verdadera batalla estaba con el chico.
Su primer
movimiento fue una estocada a gran velocidad y que yo esquivé por poco con la
ayuda de la lanza, escuchándose el chischás que producían las armas cuando chocaban con su duro metal. En el momento en el que me recomponía, me percaté de que la espada era más
pesada de lo que mi contrincante era
capaz de soportar. Cuando se giraba lo hacía con lentitud y ya ha estado a
punto de caerse cuando corría hacia mí. Al provenir del distrito 5, el distrito
de la energía, no son profesionales y no están acostumbrados a usar este tipo
de herramientas. Ellos se dedican a estudiar la tierra o analizar para que todo
vaya bien, algo que no es belicoso. Al contrario que ellos, yo si he tenido la
necesidad de usar armas, lo que significa que tengo ventaja.
Me agacho
rápidamente para esquivar la fina y afilada hoja de la espada que ya venía
hacía mi cuello, dispuesta a abrírmelo, y derribo a mi rival dándole un fuerte
golpe en los tobillos con la lanza. Este cae con un golpe seco y jadeando,
soltando enseguida la espada que cae a su lado. Pronto estoy encima de él,
sujetando sus hombros con mis rodillas impidiéndole realizar cualquier
movimiento. Su mano busca a tientas por la tierra el puñal de la espada, pero
está lo suficientemente apartada para que no pueda hacerlo.
En ese momento,
clava su mirada en mí y veo lo que realmente siente en su interior. Pánico, horror.
Tiene miedo de acabar su vida aquí, de dejarlo todo atrás, de no volver a reír,
querer a alguien, sentir que estás volando cuando cierras los ojos y extiendes
los brazos, rindiéndote al aire, incluso pasar momentos malos, como la pérdida
de alguien. Me tiene miedo a mí, a la persona que le va a quitar todo eso si no
hace algo pronto y, tal y como estoy, no puede hacerlo. Mirándome a mí me doy
cuenta de lo mucho que he cambiado en el tiempo que he estado en el Capitolio. Siempre
que veía los Juegos en la televisión de casa me hacía la misma pregunta: ¿cómo
es posible que alguien pueda perder su humanidad y mate a una persona solo
porque alguien desea ver eso? Ahora que soy un tributo lo sé. Porque nos
obligan a ser su espectáculo. Si no matas, ellos te matan de alguna forma
porque los estás desobedeciendo. Ellos me han convertido justo en lo que más
odia Annie, en un jugador profesional capaz de satisfacer a un gran público.
De repente, una
gran fuerza me derriba hacia un lado, apartándome del chico del distrito 5 y
obligándome a soltar la lanza. Ruedo sobre mi cuerpo agarrado a otro por la
delgada pero abundante hierba que pinta la orilla del lago, chamuscada por las puntas a causa de la luz del sol. La chica del
distrito 5 acaba encima de mí con un movimiento preciso, apretando sus dientes con tanta fuerza para no soltar la cuerda, que creo que se va a hacer una herida en el labio. Luego, cuando está segura de que me tiene más o menos como yo lo estaba encima de su compañero, agarra la cuerda.
-¡Lo tengo!-
grita ella hacia su compañero.
Este parpadea un par de veces hasta que vuelve a reaccionar después de dar por hecha su muerte y coge con sus manos temblorosas
la espada. Si no hago algo pronto, seré yo el que pierda todo eso. Si tengo que
ver como Annie deja de estar conmigo por haber hecho lo que voy a hacer, no me
importa con tal de volver a mi distrito y poderla ver de nuevo caminar y
sonreír a lo lejos. Lo que quiero es acabar cuanto antes con todo esto. La
chica que tengo encima de mí está tan nerviosa que comente el primer error, un
error que la condena a ella. Aprovecho esa distracción cuando deja de sostenerme para agarrar
el cuchillo y clavárselo hasta que la empuñadura toca su piel, girándolo luego
cuando ya está dentro.
Lo primero que
se oye es un grito y luego cae a mi lado, soltando la cuerda y llevándose la
mano hacia el hombro para quitarse el cuchillo. Al principio lo hace muy despacio pero luego opta por hacerlo todo rápido. Veo como la
sangre mancha la hierba poco a poco y la piel de la chica pasa a un tono más
pálido, como la piel de algunos de los habitantes del Distrito 12.
-¡Ybenna!-
llama a su compañera el chico que mira horrorizado la escena.
-Acaba con él
Jery, ¡deprisa!-
Él no se lo
piensa demasiado y pronto está corriendo hacia mí. Me deslizo hasta llegar al
cuchillo ensangrentado, la única arma que tengo por el momento. Veo como la
lanza centellea con las últimas luces del sol que se funden con la oscuridad pero no puedo llegar hacia ella
sin que el tributo del distrito 5 me alcance.
Justo en el momento
en el que yo me preparo para su golpe, un ruido agudo procedente del lago nos
hace detener. Primero nos miramos el uno al otro con extrañeza y, luego, desviamos nuestra mirada hacia allí. Ybenna tiene todavía la fuerza como para alzarse sobre sus codos y ver lo que
está ocurriendo, uniéndose así a nuestras dudas sobre qué o quién ha sido el que ha emitido ese sonido. De nuevo, una especie de grito llega hasta nosotros y en el
lago, que hasta hace unos momentos estaba tranquilo reflejando el cielo
anaranjado, empieza a moverse unas ondas que se van agrandando a medida que avanzan.
A pesar de que
la noche está más cerca, puedo ver como una gran mancha oscura se mueve con
rapidez hasta nuestra posición. No tardo en darme cuenta lo que se nos avecina.
Los Vigilantes tienen dos tareas: hacer unos juegos entretenidos y añadir
extras a la Arena. Esos extras son conocidos como mutos, y uno se está
acercando a nosotros.
-No puede ser-
balbucea el chico.
-¿Qué sucede?
¡Acaba con él!- Pide la tributo que está tumbada herida.
-No, así no-
Vuelve hablar como si no escuchara nada. Entonces y sin esperármelo, sale
corriendo en dirección opuesta a nosotros, intentando llegar a los bosques, un
lugar que lo proteja y esconda.
-¿Qué demonios
está pasando?-
En ese momento,
todo curre demasiado deprisa como para asimilarlo. Jery corre hacia lo que
podría ser su salvación pero no llega muy lejos cuando un enorme tentáculo de multitud de ventosas color canela lo agarra por el vientre, creando sobre él una atadura que lo
arrastra hasta el fondo del lago. Sus gritos se ahogan bajo el agua, la que se
convierte por unos momentos en un tono rosado. Después de eso, un nuevo cañón
suena.
-¡Jery!- Grita
Ybenna con dificultad al decir la palabra. -¡Sácame de aquí, Odair! ¡YA!-
Miro hacia
ella, quien tiene los ojos húmedos a punto de llorar por lo que acaba de
presenciar y por pensar que ella puede ser la siguiente. Si hago lo que ella me
dice, tendría que transportarla y eso podría ser mortal para los dos. Observo
el lago y parece que vuelve a estar tranquilo, por lo que la dejo unos
instantes allí tirada y voy a por mi arma, la lanza que todavía sigue
abandonada en el suelo y la mochila, la que tiene las medicinas y los
alimentos. Si consigo eso, podré curar su herida y dejarla ir por su propio pie
hasta que me la vuelva a encontrar.
-Finnick, creo
que esa cosa vuelve-
Paro al oír lo
que me dice y me doy cuenta de que tiene razón. El ondeo en el agua vuelve a
estar presente, pero ya no puedo ver bien la mancha oscura. Tengo que darme
prisa. Corro todo lo que puedo hacia mis cosas y, cuando estoy a punto de coger
la lanza plateada, escucho un grito de horror. Me giro y veo como Ybenna
intenta desplazarse hacia atrás todo lo que su cuerpo la deja, huyendo del
nuevo tentáculo que ha salido. Éste parece no tener fin y pronto está a unos
pocos pasos de la chica.
Miro mis
opciones y solo veo una: luchar. No puedo dejarla aquí y huir aunque sé que eso
me conllevaría problemas en un futuro, pero dejarla morir así es incluso más
cruel que matarla yo mismo. No lo pienso más y, con la lanza ya en la mano,
corro para ayudarla. Por mitad del camino, el tentáculo agarra uno de sus pies
y la levanta, haciendo que la sangre le gotee por el hombro. Ella grita
desconsoladamente y cuando llego, clavo mi arma hacia el tentáculo que la está
enganchando. El muto grita furioso, deshaciendo su agarre para dejarla caer en
el agua.
Ella chapotea
cuando tiene ocasión, pero su brazo herido no le ayuda demasiado. Cuando creo
que el muto puede retirarse por unos momentos, vuelve a la carga sacando varios
tentáculos hacia mi dirección, dispuesto a asestarme un golpe. Esquivo el
primero de ellos arrojándome hacia un lado, pero en seguida tengo a otro justo
encima. Para este, mantengo la lanza hacia arriba, por lo que su punta
atraviesa la carne del animal. Emite otro grito más profundo y ensordecedor y es en ese instante cuando parte de su cuerpo sale a la superficie.
Ahora puedo ver
perfectamente lo que los Vigilantes son capaces de crear. Sé que para hacer
este tipo de animal se han basado en antiguas historias para dar miedo que
normalmente se cuentan en mi distrito, el único que proporciona el hábitat correcto para este tipo de criaturas. Hay una que cuenta como uno de estos
seres marinos hundía grandes navíos y se alimentaba de sus marineros, lo que le
hacía ganarse el apodo del infierno del mar. Otras hablan de personas desaparecidas mientras paseaban por la orilla, quedando únicamente el rastro de su cuerpo siendo arrastrado por la arena. El cráneo de un enorme pulpo
sobresale por encima de sus tentáculos que se mueven por todas partes. Su boca,
una especie de pico con numerosos dientes, está en el centro de su viscoso
cuerpo.
Estoy seguro de
que, ahora mismo, estos Vigilantes están siendo vitoreados por los habitantes
del Capitolio. Introducir este muto en los Juegos asegura entretenimiento y se
estarán relamiendo los labios viendo que he sido yo, el tributo que procede de
un distrito con mar y que ha conseguido bastantes seguidores, quien se ha
encontrado con esta criatura. Ni en sus mejores pensamientos estaba la
posibilidad de que esto les saliera tan bien.
Ybenna sigue
nadando como puede hasta la orilla, pero el muto la agarra fácilmente en el
agua y ataca nuevamente. Justo después de esquivar dos de sus tentáculos, arrojo la lanza que
sale disparada hacia su cabeza con todas mis fuerzas, esperando que con eso
suelte a Ybenna. Pero cuando la lanza da en el punto que quería, la bestia
chilla sin soltar a la chica del distrito 5. Ybenna grita con él, un sonido de
miedo mezclado con el de la rabia y es entonces cuando un tercer tentáculo impacta sobre mi espalda,
lo que me hace volar unos metros y caer rodando, dañándome el brazo que recibe
el golpe. Al principio siento un tic eléctrico que recorre todo mi brazo, como si me lo estuvieran arañando. Luego se calma con un pequeño ardor.
Desde el suelo soy
presente de cómo Ybenna es arrastrada hasta el fondo por ese muto. Quiero levantarme, pero el brazo sigue punzándome y un pequeño cuchillo no serviría de mucho. En poco
tiempo, todo vuelve a estar callado y tranquilo, como si nada de esto hubiera
pasado y se tratase de una pesadilla. Solo que ha sido real. Me siento inútil e impotente al ver como los vigilantes se llevan otra vida delante de mis narices.
Sé que el muto no volverá, los vigilantes no quieren eso porque matarme sería un fallo. Primero escucho mi acelerada respiración, luego las burbujas del agua y, en tercer lugar, un cañón.
Sé que el muto no volverá, los vigilantes no quieren eso porque matarme sería un fallo. Primero escucho mi acelerada respiración, luego las burbujas del agua y, en tercer lugar, un cañón.
Me quedo
inmóvil tumbado hasta que las estrellas, brillantes como pequeños diamantes, aparecen
tras el escondite de la luz. He perdido la única lanza que me quedaba, inundada
también junto con los cuerpos de dos tributos asesinados brutalmente. Si esto
para ellos es diversión, para mí es crueldad. Siento rabia, rabia por todo lo
que nos hacen vivir. Si hubiera luchado un poco más, quizás ahora Ybenna y Jery
estarían vivos pero, ¿para qué? ¿No es ese el final de los Juegos? ¿Morir o
matar? Pues si eso es lo que han estado esperando de mí desde que esto comenzó,
a partir de ahora se lo daré.
Me estoy
levantando poco a poco, aguantando la presión dolorosa del brazo, cuando un tercer paracaídas llega hasta mí. La seda
plateada resplandece el suelo cuando la luna se refleja en ella y me quedo con
la boca abierta de ver que no se trata de comida, ni agua ni medicinas. En la historia
de los Juegos del Hambre, pocos han sido los tributos que han recibido un arma
por parte de sus patrocinadores. Conseguir una es de por sí cara y, cuando
sujeto el regalo, comprendo que está ha sido bastante cara, solo al alcance de unos pocos bastante adinerados. Con ella viene una
nota de Mags, algo que me anima en este triste y agotador día:
“La fuerza escondida en la unidad brotará en
la victoria”
Entre mis manos
hay un tridente, pero no uno de esos que utilizaba de pequeño. Mi padre me
regaló uno por mi octavo cumpleaños, de madera y bien tallado, y que siempre
llevaba conmigo cuando íbamos a pescar peces más grandes. Este tridente es
alto, más que yo, y ligero, perfecto
para lanzarlo e ir en dirección recta. El color es metálico y las tres puntas
del final, la del centro más larga que las que se encuentran en los extremos,
están bastante afiladas. Es frío al tacto, pero pronto se adecua a mi calor corporal. Un tridente es el arma perfecta para alguien como yo,
y ellos lo han sabido desde que me han visto enfrentarme a este muto. Teniendo
esto a mi lado, primero encontraré a Lesa y, luego, finalizaré estos Juegos
consiguiendo la corona.
NOTA: La frase que utilizo para la nota "La fuerza escondida en la unidad brotará en la victoria" es anónima y no creada por mí. Con ello quiero darle el significado de que, usando el tridente, ganará los Juegos.