Dos caras y un distrito se iluminaron únicamente en la oscura y caliente
noche: Ybenna y Jery del Distrito 5. Desde que me alejé lo bastante como para
no oír el movimiento del agua del lago, el choque con la húmeda tierra una y
otra vez, una parte de mi mente no hacía más que reproducir la escena que había
vivido anteriormente y llegó un momento en el que deseaba arrancar aquello
fuera de mí, mandarlo tan lejos que no fuera capaz de encontrar el camino de
regreso. Pero cuando estaba presente, podía oír de nuevo los gritos de esos
tributos cuando estaban siendo arrastrados a la completa oscuridad de la
muerte, como si estuvieran a mi lado y no pudiera salir de ese bucle de agonía.
Vuelvo a sentir rabia por mi incapacidad de haber hecho más, salvarles de
alguna forma y, aunque luego tengan que morir, que lo hubieran hecho
conservando su persona y no transformados por el miedo. Pero lo que más me
enfada es que el Capitolio obligó que ellos dejaran atrás todos sus sueños y
esperanzas, experiencias y vidas… esta ciudad les ha robado todo eso solo para
divertir a su población.
Paso mal la noche. El insoportable calor del terreno se junta con los
sueños llenos de sangre. Partes del cuerpo de aquellos que han muerto se
desparraman por todas partes, lo que hace más complicado que pueda dormir del
tirón. Lo peor de todo es que, en ciertas ocasiones, la persona que muere
dentro de mis sueños es Annie, solo que está en el mar en lugar de en el lago,
cerca del muelle donde cuando éramos pequeños corríamos para saltar al agua y,
por mucho que nade hacia delante y yo grite que se dé prisa, el muto calamar la
atrapa por su cintura, haciendo una atadura perfecta y resistente para luego
lanzarla por los aires una y otra vez cuando cierro los ojos.
Llega un momento en el que el sol está saliendo, los primeros rayos dan
al horizonte un color con vida, un azul que se mezcla con un débil morado, nada
que ver con la completa oscuridad de la noche y es entonces cuando dejo de intentar
dormir. He llegado a la conclusión de que el sofocante calor no lo emana el
sol, si no que forma parte de algún juguete de los Vigilantes, un juguete que
se complementa al total ya que, ¿acaso no es la Arena el juguete principal y
nosotros sus marionetas?
La garganta duele cuando trago, como si me acabara de meter en la boca un
puñado de tierra que recorre mi garganta, rasgándome la piel a su paso. Busco
la mochila que anoche recosté a mi lado, preparada por si tenía que sacar el
cuchillo, moviendo solo el brazo. Luego la abro para sacar las cantimploras y
me doy cuenta de que están calientes y supongo que el agua de su interior lo
está también. A pesar de eso, abro una de ellas y bebo hasta que al menos tengo
una pequeña reserva para continuar mi caminata y búsqueda. Si Ybenna y Jery
decían la verdad cuando hablaron de la división de tributos al inicio de los Juegos,
Lesa debería de estar cerca y será cuestión de tiempo encontrarla. Solo espero
hacerlo hoy y que no esté en mala forma.
El problema de esta Arena es el calor extremo que hace cuando el sol está
en lo más alto del cielo y que cada día se hace mucho más insoportable. Quizás
alguno de los profesionales tengan también un suministro de agua o minerales,
pero dudo mucho que Lesa tenga uno, su distrito no es uno en el que la gente
quiere gastarse su dinero, los patrocinadores saben de sobra que sería
malgastarlo porque el tributo no dudaría mucho. Y eso es lo que más me preocupa
cuando estoy despierto, ¿podría Lesa estar casi muerta a causa de la
deshidratación? Puedo luchar con personas, ya lo he demostrado, por lo que
también puedo defenderla si es necesario, pero no puedo erradicar el calor y
sus consecuencias.
Pensando en ello me pongo rápidamente de pie y me doy cuenta de que, con
una cantimplora vacía por haberla utilizado anoche mientras caminaba a un lugar
más resguardado y la cantidad justa que tiene su compañera, me veré obligado a
ir de nuevo hacia el lugar de mis pesadillas. Sin embargo, algo dentro de mí me
dice que todavía puedo continuar un trecho más, antes que tener que volver a
reponer mi suministro de agua, por lo que pongo la mochila sobre mi espalda y,
llevando el tridente en mi mano, empiezo a caminar en el sentido opuesto al
lago.
Durante toda la mañana voy caminando entre los árboles más altos para que
me den sombra y me protejan un poco del calor. Pienso de nuevo en los
Vigilantes, en si de momento han quedado satisfechos con mi pelea o ya están
preparando un nuevo plan porque la gente ansía más. Me sorprendo al darme
cuenta de que me es igual lo que hagan en estos momentos, porque si están a
punto de lanzarme otra prueba, la tengo que superar si quiero ganar y dejar de
estar en su posesión.
A mediodía, llego a un cambio de árboles y de paisaje, como si hubiera
entrado en otra dimensión. Donde antes todo eran altos y gruesos troncos, ahora
había tres o cuatro pequeños arbustos salpicados por el terreno. Delante de mí
se alzaba un enorme muro de piedra, tan alto que era imposible escalarlo y
atravesarlo por encima. La piedra, con líneas blancas procedentes de arriba y que
se perdían nada más tocar el suelo, estaba cubierta por una fina capa de hiedra
anaranjada, quemada por el sol. Miro hacia los lados, sabiendo que hacia
delante no podía continuar y veo como a mi derecha se extiende un camino que
acaba en el comienzo de un paisaje similar al que acabo de dejar atrás.
Estoy caminando hacía allí cuando me paro a observar mejor esos pequeños arbustos
y me doy cuenta de que realmente no son eso. Me alegro y sonrío tímidamente cuando
me doy cuenta de que son viñas, unas plantas leñosas que solo he podido ver en
ilustraciones. Parece ser que mi estancia en el puesto de plantas comestibles
durante el entrenamiento en el Capitolio va a servir de algo. Me agacho
completamente en el suelo, quemándome un poco las manos, pero aguanto hasta que
estoy lo suficientemente debajo de la planta para ver lo que he estado
buscando. Cuando aparto dos hojas, sale a la luz el pequeño fruto negruzco que
producen. Uvas. Jugosas uvas.
Y lo mejor de todo no es eso. Lo mejor es que puedo utilizar estas
plantas para mi beneficio y sacar provecho de ellas en su totalidad.
Con un movimiento rápido, ya tengo el cuchillo en la mano y empiezo a
cortar las ramas cuidadosamente. Los frutos que me llevo con ellas los deposito
con los demás alimentos y no paro de cortar hasta que sé que tengo lo
suficiente para crear una nueva arma. Si Mags me enseñó multitud de nudos, lo
que más se quedó grabado en mi mente es que puedo hacerlos con cualquier cosa.
Poco a poco empiezo a anudar las ramitas, juntándolas unas con otras hasta
formar una red perfecta. Compruebo su resistencia poniéndome encima de ella y
tirando hacia arriba y, cuando veo que ni siquiera un nudo se ha deshecho,
estoy satisfecho con el trabajo que he hecho.
Hago lo mismo un par de veces, cortar, anudar y comprobar la resistencia,
hasta que tengo tres redes. Abandono el lugar con las redes bajo mi brazo,
sudando por el trabajo realizado a pleno sol, pero sigo avanzando hasta que
llego de nuevo a la arboleda que me cubre totalmente. Me obligo a seguir un
poco más, buscar el lugar correcto para ir preparando mi único pero con sentido
plan que he tenido hasta ahora en los Juegos. Si tengo suerte, quizás los
vigilantes encuentren en esto algo interesante que ver y dejen, por un momento,
sus ganas de sangre apartadas. Si tengo suerte, este es el único
entretenimiento que necesitan por ahora.
Cuando doy con un árbol apto, estoy exhausto. Mi pelo se pega por la
frente y la nuca y la ropa, mojada por el sudor, me molesta más de lo normal. Tengo
que beber algo de agua para apagar un poco la sed repentina por el parón. Antes
de ponerme a escalar el árbol, decido quitarme la camiseta y la arrojo en una
bola cerca de las provisiones. Cojo una de las redes y la agarro fuertemente
con los dientes mientras empiezo a subir.
En el Distrito 4 no estamos acostumbrados a escalar árboles, simplemente
porque no hay muchos. Se trata más bien de una diversión para los niños del
Distrito 7, el distrito de la madera. Desde luego, se me da mejor nada que
escalar y prefiero antes el agua que la rugosa corteza de un árbol, pero la
actividad no se me hace tan difícil. Recuerdo un momento de mi infancia, cuando
un fuerte viento sopló en nuestro distrito y un vestido de seda se quedó
atrapado en una rama desnuda de un árbol. Solo un niño se atrevió a ir a por él
y me quedé fascinado por la manera que se movía mientras avanzaba. Finalmente
llegó y cogió el vestido y, con la misma facilidad que subió, bajó. En una
mañana temprano, fui a ese lugar y miré al mismo árbol para luego empezar a
escalarlo. Me llevé unos cuantos rasguños, pero conseguí subir a la cima. Sin
embargo, me había demorado mucho tiempo y mi madre me gritó cuando se dio
cuenta de donde estaba. Pensé que nunca más iba a hacer lo mismo.
Cuando estoy en la segunda rama, me siento en ella, notando como baja un
poco por el peso de mi cuerpo, y ato por una parte la red, tensándola de forma
que haga un retroceso cuando sea necesario. Bajo más rápido de lo que he subido
y escondo el resto de la red, la que toca el suelo, bajo hojas de los árboles
de forma que, quien pase por aquí, no pueda ver a simple vista que hay algo
escondido.
La tarde está casi acabada cuando las tres redes están colocadas
estratégicamente. Todo mi cuerpo vibra por el esfuerzo realizado y siento como
mis piernas y brazos están un poco entumecidos. Me felicito a mí mismo por
todo, creo que nadie se esperaba algo así. ¿Eso significa que me he ganado una
nueva tanda de patrocinadores? ¿Mags habrá visto esto? Estoy seguro de que, si
así ha sido, está contenta de ver que me ha enseñado bien, bastante bien. ¿Cómo
estará ahora el Distrito 4?
Recojo la mochila, la camiseta y el tridente y empiezo a moverme de
nuevo. Tengo que alejarme lo suficiente como para no ser visto, pero no tanto
para oír si las redes han funcionado. Bordeo la tanda de árboles que he
utilizado y empiezo a buscar un nuevo sitio, solo que esta vez para poder
tumbarme y descansar por ahora del largo día. Para mi pesar, acabo con toda el
agua que me quedaba, lo que significa que tendré que volver al día siguiente
hacia el lago si no encuentro algún arroyo o pequeña cascada. Por primera vez
en el día, ir hacia el lago ya no es tan escalofriante como al principio, por
el camino podría poner más redes y tendría el agua cerca si necesitara
refrescarme.
Estoy girando un troco ancho cuando de repente soy golpeado por algo
pesado. Eso me hace perder el equilibrio, sin apenas fuerzas para soportar el
golpe, por lo que caigo de espaldas sobre el duro suelo y pierdo el tridente de
la mano, girando sobre sí mismo algún metro. Me pongo rápidamente en alerta,
buscando el cuchillo en mi pantorrilla, pero luego me doy cuenta de que se
encuentra en la mochila, la cual está ahora debajo de mi espalda y la que es de
casi imposible acceso. Busco desesperadamente algo que me ayude, alguna roca o
palo, pero no hay nada a mí alrededor. Levanto la vista para ver un cuerpo
encima de mí. Sus ropas, manchadas de tierra y sudor, están rasgadas por
algunas partes. Me doy cuenta de que es una persona delgada y más baja que yo,
diría incluso menos pesada que yo. Pero es el esfuerzo por el trabajo de todo
el día el que me tiene en desventaja.
En ese momento en el que estoy intentando deshacerme de su agarre, el
brazo de esa persona se mueve con un gran esfuerzo y veo como hay algo atrapado
en su mano, un objeto centelleante plateado. No duda ni un instante para llevarlo
hasta mi garganta y apretar lo suficiente como para que note las tres puntas,
afiladas y delgadas, del objeto. Luego, apoya su otra mano en mi pecho para que
le ayude a alzarse y es entonces cuando veo su rostro.
Y me relajo.
A pesar de que sus cabellos, largos hasta sus hombros, están hechos un
lío y enredados, a pesar de tener la cara más delgada y con un corte en la
mejilla con la sangre ya seca, a pesar de estar mucho más diferente a como la
recuerdo de la última vez que la vi, la reconozco.
He encontrado a Lesa. O Lesa me ha encontrado.
Y, en ese momento en el que un gran peso en mi pecho se desvanece, ella
se cae hacia un lado.
1 comentario :
Dios sigue, me encantaaa!! :)
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